Experimentos económicos en la república popular china

En 1980, la República Popular China inició una serie de singulares experimentos económicos; es decir, singulares para un país que llevaba 40 años dependiendo de planes económicos.

En la época de Mao Tse Tung, el gobierno establecía las metas económicas del país y era dueño de casi todos los medios de producción y distribución.

Los administradores eran seleccionados de acuerdo con su dedicación a Mao y no por su capacidad o experiencia. De hecho, se consideraba que “la buena administración” era “revisionismo burgués”.

Las personas con estudios, con frecuencia, eran enviadas a trabajar la tierra con los campesinos, para que reorientaran su forma de pensar.

A pesar de este prejuicio contra la administración, entre 1950 y 1976, China alcanzó la meta de alimentar, alojar, vestir y educar a una población de un mil millones de habitantes.

A la muerte de Mao, la nueva generación de líderes de China anunció otra ambiciosa meta —el crecimiento económico— que requería la inclusión paulatina de una serie de reformas económicas en casi todas las empresas propiedad del estado chino.

Estas reformas fomentaban la actuación de empresarios dentro de las empresas paraestatales, permitían que ciertos negocios experimentaran su reestructuración y dejaban que algunos empresarios iniciaran negocios pequeños, de dominio privado.

A lo largo de los años ochenta, China aceleró su programa de reformas con la esperanza de convertirse en un actor de peso dentro de la economía mundial.

Empresas como Reebok, Nike, Squibb e Ingersoll-Rand respondieron invirtiendo en riesgos compartidos con compañías chinas, atraídas por las oportunidades de un mercado virgen, así como por la capacidad productiva de una economía industriosa, aunque todavía no industrializada.

Sin embargo, el crecimiento económico de China ha sido muy doloroso. Para transformar una sociedad predominantemente agrícola en otra preparada para cosechar los beneficios de la tecnología y las innovaciones del siglo XX, los líderes de China han optado por modificar, sin abandonar, la economía planificada.

Esto significa tratar de impedir que la economía se expanda a demasiada velocidad, evitar los efectos pronosticables de la inflación —la espiral ascendente de precios y salarios— que se podría agravar debido a los planes económicos que, en esencia, violan las leyes de la oferta y la demanda.

Muchos líderes pensaban que los cambios se estaban operando a demasiada velocidad y se alarmaron mucho cuando los estudiantes universitarios demandaron reformas democráticas, además de las reformas económicas.

En mayo de 1989, los tanques irrumpieron en la plaza de Tiananmen, marcando el fin de una etapa de liberalización. Mientras el mundo observaba, la línea dura del partido mandó una sangrienta represión de los estudiantes.

Algunos temen que esta violencia sea indicativa de un prolongado distanciamiento de las reformas económicas.

Otros, más optimistas, aceptan la evaluación hecha por la Oficina de Tecnología del Congreso de Estados Unidos, en e sentido de que, conforme aumente el poderío económico, tecnológico y militar de China, ésta será cada vez más importante para Estados Unidos.

De hecho, para 1993, ya había 3000 empresas chinas que contaban con autorización para negociar con extranjeros.

Además, el gobierno chino ha señalado 300 «ciudades francas» en las que los ciudadanos están en libertad de realizar transacciones con comerciantes e inversionistas extranjeros. Pensando en 1997, cuando Hong Kong pasará al gobierno chino, muchas empresas estadounidenses siguen invirtiendo en China.

Entre ellas está Motorota, Inc., que ha construido una fábrica nueva en las afueras de Hong Kong, apenas a 30 minutos de la frontera con China. Un ejemplo de una pequeña empresa que ha funcionado muy bien en China es Conveyant Systems Inc., un pequeño distribuidor de aparatos para la comunicación telefónica por medio de computadoras.

Conveyant se defiende muy bien ante competidores mundiales mucho mayores, por ejemplo AT&T, Siemens, Northern Telecom y otros más.

En 1993, Conveyant, que fortaleció su posición en China adquiriendo el 60 por ciento de Tiachi Telecommunications Corporation de Tientsin, China, había captado un 3 por ciento del enorme mercado nacional de los productos digitales para el intercambio de ramales privados (PBX).

Fuente: Apuntes de la materia de administración 2 / Unideg