Evolución de la vida económica
El hombre, en su largo y constante afán de evolución, asumió desde su origen la actitud combatiente incansable frente a un medio que le fue siempre hostil. Mucho antes de pensar en resolver los problemas que le planteaba la convivencia con sus semejantes, que habrían de presentársele con la integración de los primeros grupos sociales, el hombre no pudo sustraerse a una dramática y cotidiana lucha por su propia subsistencia, para lo cual tuvo que hacer valer su ingenio y su calidad de ser racional.
En la fórmula de que “el hombre es bastante más que el alimento que come, pero si no comiera, no sería nada”, descansa, en forma simple, lo que fue el nacimiento del hombre y de su actitud económica, que, podemos afirmar, tuvieron una aparición simultánea.
El individuo al evolucionar, buscó apoyo en la unión con sus semejantes con lo que obtuvo más fácilmente los medios para subsistir y u n mejor sistema de defensa; su integración social nos muestra cómo ha avanzado, desde el tiempo en que se sirvió de la recolección de frutos silvestres para satisfacer sus necesidades más urgentes hasta la fabricación, en nuestros días, de alimentos artificiales en comprimidos; desde el uso de las más rudimentarias herramientas hasta los más complicados mecanismos electrónicos; ha visto, en fin, desfilar acontecimientos de gran trascendencia científica y ha ensayado, por convicción o por fuerza, multitud de nuevas y complejas doctrinas e ideologías. Las ciencias avanzan a veces tan vertiginosamente, que el hombre no siempre se ha encontrado debidamente preparado para hacer frente a la acelerada marcha de la civilización.
No obstante por la creciente especialización el hombre ha debido permanecer al margen de un gran número de sus conquistas congnoscitivas, producto del anhelo humano de progreso, no puede permanecer desligado del fenómeno económico , que en sus múltiples manifestaciones le persigue, le acosa, le intimida y le insta a superar su complejo mundo de necesidades.
Desde la prehistoria el hombre se dedicó a utilizar métodos elementales para lograr su subsistencia; entre tales aportaciones sucesivas recordamos el arte de hacer fuego y trabajar los metales, el cultivo de las plantas, la navegación en pequeñas áreas, la domesticación de los animales, tejido rudimentario, la cerámica y, junto a ello, el definitivo auxilio de la escritura como medio de comunicación del pensamiento humano. Pronto, el desenvolvimiento del hombres se realizó a mayor prisa y se llegó a constituir la base de la civilización que fue integrándose y surgiendo mutaciones a lo largo de su propia historia, hasta llegar al complicado mundo en que se desenvuelve actualmente.
Los antropólogos han escudriñado la vida del hombre durante la Edad de Piedra a través de su lento avance en los períodos eolíticos, paleolítico y neolítico y, han encontrado que la imperiosa satisfacción de sus necesidades le condujo con relativa prontitud al logro de soluciones primigenias para dominar el medio.
Al fin de uno de estos períodos se encuentra al hombre “en posesión de cierto número de artes mecánicas que le permitían fabricar considerable variedad de herramientas; lo ve controlar el fuego, cocer sus alimentos, usar trajes y vivir en habitaciones acondicionadas; probablemente poseía ya alguna especie de agrupación social y cierta idea del orden, de la ley y de la justicia; estaba ya, evidentemente, bajo la influencia de alguna forma de religión. En resumen, muchos de los elementos fundamentales de la civilización estaban ya establecidos”.
Fuente: Apuntes de Microeconomía de la UNIDEG