El fenómeno económico y el principio de elección

Sólo en un mundo ideal, cuya posible existencia se hace cada vez más difusa y en la cual la naturaleza fue tan pródiga que el hombre no requirió realizar esfuerzo alguna para subsistir, pudo no conocerse el fenómeno económico. Acaso tampoco en los tipos de organización primitiva en que el medio proporcionaba más de lo que se necesitaba e hizo que no se captara el valor de las cosas. Pero pronto habría de crecer el número de consumidores y por tanto de necesidades, a la vez que la naturaleza se agotaba en su prodigalidad haciendo que los bines naturales resultan insuficientes para cubrirlas y nació el fenómeno económico.

Cuando el hombre sintió frío se protegió de la intemperie introduciéndose en una cueva; arrancó frutos silvestres que para entonces había en abundancia o cazó animales a su alcance para saciar su hambre. Pero al paso del tiempo, el crecimiento natural de los pobladores, reflejó los primeros rasgos de lo que iba a ser una dramática competencia, y así, las inclemencias del clima hicieron que el nombre, al no encontrar refugio en cuevas ya ocupadas por competidores más fuertes, pensase en la construcción de las primeras chozas; los animales, por instinto, huyeron a zonas poco accesibles al habitual cazador y al no encontrar frutos que otras manos ya habían arrancado, le hizo meditar en la siembra y cuidado de algunas especies comestibles. En la historia del hombre se iba a gestar así el cambio de su actitud nómada por la vida sedentaria.

Ferguson narra con profundo realismo la formación de ese estado angustioso en que se colocó el hombre como miembro de la sociedad primitiva y de los esfuerzos que para aquél entonces tiene que realizar “por conseguir lo que necesita para satisfacer el número siempre mayor y más variado de sus necesidades. La naturaleza rara vez otorga sus dones con liberalidad y proporciona un nivel normal de nacimientos más elevado que el de muertes naturales.

Por eso jamás tendrá fin la lucha de la humanidad para escapar de la necesidad. El hombre, preso entre sus deseos insaciables y una naturaleza tacaña, dedica la mayor parte de sus horas de vigilia al drama económico en el que inevitablemente se ve envuelto”. En efecto, el problema se presenta al hombre en forma de multitud de interrogantes que le acosan y que le instan a pensar, al tratar de disiparlas, acerca de qué tipo de actividad es a la que ha de dedicar su esfuerzo, bajo qué sistema habrá de organizarse para el cultivo de sus campos y si será o no conveniente dedicarse a producir sólo algunos objetos útiles para cambiarlos después por bienes producidos por otra tribu vecina; de ahí que la actividad del homo occonomicus encaminada a resolver tales interrogantes, se agua encerrado en los siguientes supuestos:

a) Existe un conjunto de necesidades o de finalidades por alcanzar, las cuales, en ciertas condiciones pueden adquirir distinto grado de importancia.
b) Los medios apropiados para la satisfacción de varias necesidades resultan escasos, por lo cual no todas pueden ser satisfechas dando nacimiento a un cierto mecanismo de elección;
c) Un mismo satisfactor puede servir para superar diversas necesidades;
d) Pueden utilizarse uno o varios medios combinados para la satisfacción de una necesidades o la consecución de una finalidad determinada.

De aquí que, tomando en consideración que el medio proporciona satisfactores en forma escasa, el hombre debe proceder a una cuidadosa elección y decidir , entre otras, las siguientes cuestiones:

• Escoger entre las múltiples necesidades o fines los que considere más importantes;
• Escoger entre los varios usos a los cuales puede destinarse un bien los que le resulten más útiles;
• Elegir entre las maneras de alcanzar un fin determinado las que crea más convenientes.

Fuente: Apuntes de Microeconomía de la UNIDEG