Fase de reacción
Tras el impacto, la reacción inicial de la población afectada, según hayan sido la intensidad y características del impacto, estará marcada por la destrucción, la sorpresa, el desconcierto y el pánico.
En las grandes catástrofes se producirá una desorganización inicial de los servicios públicos de socorro (bomberos y servicios técnicos, servicios sanitarios) y una interrupción de los servicios públicos esenciales y de los canales habituales de abastecimiento a la población (vías y medios de comunicación, agua potable, electricidad, distribución de alimentos).
Progresivamente, los servicios públicos de emergencia irán recuperando su capacidad de intervención y se iniciará la organización de la respuesta al impacto, movilizando los socorros exteriores que sean precisos y organizando las actuaciones dirigidas a:
-Rescates y salvamentos.
-Neutralización de las causas del riesgo y de los siniestros que este haya podido provocar directa o indirectamente.
-Asistencia sanitaria a las víctimas y su hospitalización.
-Evacuación, albergue y asistencia a la población afectada
-Control del orden público, seguridad ciudadana y del tráfico
-Movilización y distribución de los medios logísticos necesarios.
-Información y apoyo a la población indemne.
Dado que los servicios oficiales de emergencia no dispondrán de los medios suficientes para realizar estas actuaciones en cuanto el siniestro o catástrofe supere las previsiones sobre las que fueron dimensionados en base a un nivel económicamente viable, será necesario que articulen la participación de voluntarios.
Durante las operaciones, el personal de los servicios de emergencia (bomberos, policías y sanitarios) se verá afectado.
En primer lugar, el paso desde una situación de rutina hasta la urgente necesidad de tomar decisiones graves en un clima de precipitación e influidos por informaciones, a menudo, insuficientes, falsas o contradictorias, que obligan a cometer fallos que, en otras ocasiones, serían intolerables.
La presencia de cadáveres y de heridos, el pánico de los supervivientes, las ruinas, la presión, el exceso de trabajo, incluso la duda, o la certeza, de la existencia de víctimas entre sus propios familiares o amigos, provocan una paralización que impide o retrasa las operaciones de socorro para las que han sido preparados durante mucho tiempo de entrenamiento.
Incluso, en ocasiones, la necesidad de dedicar su atención a los casos prioritarios, dejando sin ayuda a otras víctimas que pueden morir por falta de asistencia, choca con la conciencia profesional del personal de los servicios de emergencia.
A esto se añaden las derivaciones de una situación fuera de control: Desorganización, ambigüedad en el papel a desarrollar, conflictos, etc, que provocan en este personal tanto reacciones físicas (dolores de cabeza, fatiga, cambios de apetito) como reacciones psicológicas (sentimientos exacerbados, de culpabilidad, de insuficiencia).
Por otra parte, la población residente en las cercanías de la zona afectada por una catástrofe se verá afectada por sentimientos de inquietud, angustia e incertidumbre que se incrementan en función de la aparición de rumores y de la afluencia de familiares de las posibles víctimas y de un gran número de periodistas y de curiosos.
Pero también, se generan en esta zona actitudes de solidaridad con los afectados que favorecen la organización de ayuda y socorro a las víctimas.
Fuente: Manual S.E.P.E.I. de Bomberos, Publicaciones de la Diputación de Albacete