Frecuencia de la exposición

El modelo clásico para evaluar la toxicidad utiliza la siguiente relación:

TIEMPO× CONCENTRACION = DOSIS

La dosis, en este caso, es la cantidad de material que está disponible para su absorción. Hasta ahora se ha hablado de intentar minimizar (reducir) el componente de la concentración en esta ecuación. También se puede reducir la duración de la exposición (la razón que justifica los controles administrativos). Así se reduciría igualmente la dosis. El problema aquí no es que el trabajador pase cierto tiempo en una zona contaminada, sino la frecuencia con que realiza una operación (tarea). Esta distinción es importante. En el primer ejemplo, la exposición se controla alejando a los trabajadores de la zona en la que están expuestos a determinada cantidad de un agente tóxico. El esfuerzo de la intervención no está encaminado hacia el control de la cantidad de sustancia tóxica (en muchas situaciones, puede utilizarse un enfoque combinado).

En el segundo caso, la frecuencia de la operación se utiliza para introducir los controles adecuados, no para establecer un horario de trabajo. Por ejemplo, si una operación, como el desengrasado, es realizada rutinariamente por un trabajador, los controles pueden consistir en medidas de ventilación, sustitución por un disolvente menos tóxico o incluso automatización del proceso. Si la operación se realiza con poca frecuencia (p. ej., una vez al trimestre), los equipos de protección personal pueden constituir una alternativa adecuada (dependiendo de muchos de los factores que se describen en esta sección). Como ilustran estos dos ejemplos, la frecuencia con que se realiza una operación puede afectar directamente a la selección de controles. Cualquiera que sea la situación de exposición, la frecuencia con que un trabajador realiza las tareas debe tenerse en cuenta a la hora de elegir los controles.

Obviamente, la vía de exposición influye en la elección del método de control. Si se trata de un irritante respiratorio, se considerará el uso de ventilación, respiradores, etc. El reto para el higienista industrial es identificar todas las vías de exposición. Por ejemplo, los éteres de glicol se utilizan como disolventes transportadores en las operaciones de impresión. Se puede medir su concentración atmosférica en la zona de respiración e introducir controles. Sin embargo, los éteres de glicol se absorben rápidamente a través de la piel intacta. La piel representa una importante vía de exposición y debe tenerse en cuenta. De hecho, si se usan unos guantes inadecuados, la exposición de la piel puede continuar mucho tiempo después de que se haya reducido la exposición ambiental (si el trabajador sigue utilizando los guantes contaminados). El higienista debe evaluar la sustancia sus propiedades físicas, químicas y toxicológicas para determinar qué vías de exposición son posibles y probables (dependiendo de las tareas que realiza el trabajador).

A la hora de elegir los controles, uno de los factores que deben tenerse en cuenta son los requisitos normativos al respecto. Puede haber códigos profesionales, reglamentos, etc., que impongan una determinada serie de controles. El higienista industrial puede actuar con flexibilidad respecto de los requisitos normativos, pero debe aplicar los controles mínimos obligatorios. Otro aspecto de los requisitos normativos es que los controles obligatorios pueden ser menos eficaces o entrar en conflicto con la opinión del higienista industrial. En estas situaciones, el higienista debe ser creativo y encontrar soluciones que satisfagan tanto los requisitos normativos como los objetivos de buena práctica de la organización.

Fuente: Herrick Robert F., Enciclopedia de Salud y Seguridad en el trabajo.