Enseñar a los alumnos a convertirse en verdaderos estudiantes
¿Cuál debería ser entonces la misión, el objetivo profesional o la meta más elevada de un docente comprometido en el siglo XXI?
La respuesta es sencilla: enseñar a sus alumnos a convertirse en estudiantes motivados.
¿Qué significa esto desde el punto de vista funcional y estructural? Podríamos decir que un buen estudiante es alguien que está siempre alerta, atento, perceptivo y receptivo, dispuesto a aprehender, digerir o asimilar activamente conocimientos, información o habilidades.
Esto se aplica tanto para la educación preescolar, primaria, secundaria y terciaria, como para la vida adulta y profesional. Si la meta es realmente comprometerse con la tarea de promover y apoyar estas características de forma diaria, entonces es necesario tener en cuenta algunos principios teóricos, requerimientos técnicos y requisitos organizativos previos.
Cada docente deberá probar distintos caminos, herramientas y métodos para descubrir cuál es el más efectivo para lograr que todos los alumnos se conviertan en verdaderos estudiantes. De todas formas, creemos que lo más acertado sería adoptar la estrategia de la llamada nueva educación, la cual podría resumirse de la siguiente manera:
1. Busque al menos dos o tres (preferentemente cinco o siete) colegas, ya sea de su institución o de otras, que compartan sus mismos objetivos y que deseen trabajar de forma conjunta, ya sea personalmente o a distancia (por ejemplo, vía correo electrónico), en el desarrollo de un proyecto.
Los docentes que deseen participar deben estar dispuestos a convertirse, de forma intermitente, en investigadores, diseñadores y creadores de las nuevas tecnologías educativas.
El argumento a favor de la colaboración es sencillo: nadie puede decir de forma autoritaria y unilateral a un docente contemporáneo qué hacer en una situación nueva, ya que éstas son siempre únicas e irrepetibles. Por lo tanto, los docentes se ven obligados a pensar y actuar siguiendo su propio criterio, y a su vez necesitan tender vínculos y crear una red de ayuda mutua con la mayor cantidad de colegas posible que compartan las mismas inquietudes.
2. Brinde a los alumnos la oportunidad de elegir las actividades que les resulten más motivadoras e interesantes entre una amplia variedad de actividades propuestas por el docente.
3. Favorezca un entorno agradable e intente que los materiales y las herramientas sean fáciles de usar y que promuevan que los alumnos piensen libremente, aunque sólo sea a través de la imitación.
4. Impulse a los alumnos, mediante una conversación o discusión informal, a expresar su curiosidad y su creatividad de forma lúdica y entretenida, a la vez que desarrollan una conciencia acerca de lo que están haciendo en un contexto cultural y educativo más amplio.
En esta etapa preliminar, tanto los estudiantes como los adultos descubren que el docente no es sólo un mentor, tutor o instructor, sino también un par, un compañero más viejo, con más experiencia, habilidad y tal vez mayores responsabilidades, pero con el que es posible comunicarse e interactuar fácilmente.
5. Plantee a los alumnos juegos estructurados y competitivos, sencillos y atractivos, que tengan reglas estrictas y definidas y que se relacionen de algún modo con el tema que están estudiando.
En esta etapa, los alumnos descubren que el docente puede ense-ñarles nuevos juegos de competencia en los que ellos pueden demostrar su inteligencia y destreza mental.
6. Haga notar a los alumnos que, justamente, el disfrute de estos juegos depende de su deseo de respetar no de quebrantar las reglas compartidas y aceptadas de mutuo acuerdo por todos los participantes.
De esta forma, los alumnos aprenderán a convertir las limitaciones y restricciones en una plataforma para expresar y desarrollar su creatividad e inventiva. El docente se transforma entonces en el líder del juego, es respetado por su habilidad y emulado por el resto de los alumnos.
7. Desarrolle juegos un poco más complejos en base a la realización de un proyecto, que se relacionen de alguna forma con los temas de las distintas materias y que tengan un enfoque más cooperativo que competitivo.
En esta etapa, la esencia del juego se ha transformado y ya no re-sulta tan claro si continúa siendo un juego o si se ha convertido en una actividad cognitiva y productiva seria. A su vez, los alumnos se irán
involucrando cada vez más en un trabajo en equipo que les permitirá apoyarse mutuamente, tanto desde un punto de vista intelectual como emocional, explorar, investigar, diseñar, evaluar e implementar sus des-cubrimientos, invenciones y soluciones.
Dado este contexto, los alumnos verán al docente como un socio en un negocio real y como un profesional que domina su oficio de forma competente. Fuente: Libro de las Tecnologías de la información y la comunicación en la enseñanza de la UNESCO.