Built to last

Los autores se proponían averiguar cuáles eran los hábitos de las empresas “visionarias”. ¿Y qué entendían por empresas “visionarias”?

Para ellos, estas empresas eran líderes en su sector económico, eran ampliamente admiradas en el ámbito empresarial, su huella en el mundo era visible, habían contado con diversas generaciones de consejeros delegados, contaban con múltiples ciclos de vida de productos o servicios y habían sido fundadas antes de 1950. Collins y Porras hicieron una amplia investigación previa y, por fin, seleccionaron 18 empresas. Analizaron su trayectoria desde sus orígenes y luego contrastaron cada una de ellas con su competidor más próximo, que era también una empresa líder, aunque no se ajustaba a los mismos parámetros que las empresas “visionarias”.

¿Y qué tenían de diferente? Que habían establecido desde su origen unos “valores nucleares” y que estos valores habían permanecido en el tiempo, por mucho que las estrategias hubieran cambiado, con objeto de acomodarse a los cambios del entorno. Y que todo esto era genuino y no obedecía a repentinas modas del Management sobre cultura corporativa.

Los valores nucleares son los principios esenciales y permanentes de una organización, que nunca pueden verse comprometidos por un beneficio financiero. Es decir, los principios son las columnas sobre las que se asienta la empresa y, por ello, son permanentes, en tanto que las estrategias, las tácticas y las prácticas cotidianas son pasajeras y, como tales, cambiantes.

Aquellos que todavía creen que el único fin de las empresas es “hacer dinero”, no tienen cabida en esta historia. El beneficio es la consecuencia no el motor.

Fuente: Libro El canon del Management por Alfonso Durán-Pich