Alimentos funcionales en la nutrición
La función principal de la dieta es aportar los nutrientes necesarios para cubrir las necesidades nutricionales de las personas. Existen cada vez más investigaciones científicas que sostienen la hipótesis de que ciertos alimentos, así como algunos de sus componentes tienen efectos físicos y psicológicos beneficiosos, gracias al aporte de los nutrientes básicos.
La ciencia de la nutrición ha evolucionado desde los conceptos clásicos, de como evitar las enfermedades carenciales y la suficiencia nutricional básica, a los conceptos de nutrición “positiva” u “óptima”. Actualmente la investigación se ha dirigido a la identificación de componentes biológicamente activos en los alimentos, que puedan mejorar las condiciones físicas y mentales, así como de reducir el riesgo de enfermar.
Las frutas, las verduras, la soja, los granos enteros y la leche contienen componentes que pueden resultar beneficiosos para la salud. Además de éstos, se están desarrollando nuevos alimentos que añaden o amplían estos componentes beneficiosos, por las ventajas que suponen para la salud y sus convenientes efectos psicológicos.
El concepto de “alimento funcional” se utilizó por primera vez en Japón en la década de los años 80, es una denominación genérica que representa más un concepto que un grupo bien definido de alimentos, y engloba a todos aquellos alimentos o componentes alimentarios que poseen unas propiedades beneficiosas para la salud, que van más allá de la atribuidas a los nutrientes que contienen.
Las condiciones generales, aceptadas de un modo más generalizado internacionalmente son las siguientes:
– Debe producir efectos fisiológicos beneficiosos sobre el estado de salud físico o mental, y/o reducir el riesgo de enfermar.
– Las propiedades mencionadas deben estar demostradas científicamente.
– El componente alimentario responsable de los efectos fisiológicos debe ser caracterizado por sus propiedades fisico quimicas, así como estar identificado y cuantificado por los métodos analíticos disponibles.
– El compuesto citado tendrá que haber sido evaluado en colectivos humanos en relación con su absorción, distribución, metabolismo, excreción y mecanismos de acción.
– Debe ser efectivo en toda una población o grupo específico de la misma.
– Debe mantener las características propias de un alimento. No puede presentarse en forma de píldoras o cápsulas, etc.
– Las cantidades de consumo necesarias para mostrar sus beneficios deben ser las habituales en un patrón normal de alimentación.
Las características específicas que un alimento debe tener para ser incluido en la categoría de funcional varían ligeramente, así mientras en Japón es imprescindible que los alimentos o sus ingredientes sean de origen natural, en EEUU se incluyen también en esta categoría alimentos de diseño, como por ejemplo los alimentos transgénicos.
En Europa, ya se están sentando las bases para establecer una legislación común. Recientemente el ILSI Europe (Internacional Life Sciences Institute Europe) ha publicado un Documento de Consenso de la Comisión de Espertos de FUFOSE (Functional Food Science Europe), donde se proponen dos tipos de declaraciones en relación con los alimentos funcionales, que deben ser siempre válidas en el contexto de la dieta global y estar asociadas a los alimentos que se consumen normalmente:
– Declaración de función aumentada o mejorada. Hace referencia a la evidencia de efectos beneficiosos específicos de nutrientes o no nutrientes sobre funciones fisiológicas o psicológicas normales, como por ejemplo los oligosacáridos no digeribles por enzimas digestivas (FOS), que favorecen el desarrollo de una flora bacteriana específica en el intestino o el ácido fólico, que ayuda a reducir los niveles en plasma de homocisteina, factor de riesgo que se asocia a la cardiopatía isquémica.
– Declaración de reducción del riesgo de enfermedad, aplicada a aquellos alimentos o componentes alimentarios que ayudan a reducir el riesgo de padecer una determinada afección gracias a los nutrientes específicos que contenga o no dicho alimento, como por ejemplo el ácido fólico, que puede reducir la formación de espina bífida en niños.
El proyecto FUFOSE comprende en seis áreas de la ciencia y la salud: crecimiento, desarrollo y diferenciación, metabolismo, defensa contra especies oxidativas reactivas, alimentos funcionales y el sistema cardiovascular, fisiología y función gastrointestinal, y los efectos de los alimentos o comportamiento y efecto psicológico. El documento definitivo se publicó en la revista British Journal of Nutrition.
La posición que defiende el informe es que los alimentos funcionales deberían presentarse en forma de alimentos normales, y que se deben demostrar sus efectos en las cantidades que normalmente se consumirían en la dieta. Un alimento funcional puede ser un alimento natural, un alimento al que se ha añadido un componente, o un alimento al que se le ha quitado un componente mediante medios tecnológicos o biológicos.
También puede tratarse de un alimento en el que se ha modificado la naturaleza de uno o más de sus componentes, o en el que se ha modificado la biodisponibilidad de uno o más de sus componentes, o cualquier combinación de estas posibilidades. Un alimento funcional puede estar destinado a toda la población o a grupos determinados, que se pueden definir, por ejemplo, según su edad o su constitución genética.
A continuación se describen los alimentos de origen animal y vegetal, y sus correspondientes componentes los cuales se han relacionado con propiedades saludables y/o reductoras del riesgo de enfermedad:
Fuente: Manual básico de nutrición clínica y dietética Hospital Clínico Universitario de Valencia.