Inteligencias múltiples
Durante un tiempo, luego de la divulgación del concepto de la inteligencia general, se oyeron algunas voces de expertos que objetaban que era mejor definir la inteligencia como un conjunto de factores probablemente independientes. Otros descubrimientos posteriores, vinculados al estudio de la inteligencia artificial, la psicología del desarrollo y la neurología, llevaron a los investigadores a inclinarse a favor de la idea de que la mente consistía en diversos módulos o inteligencias independientes.
En la década de 1980, Howard Gardner desarrolló su teoría sobre las inteligencias múltiples (1983; 1993), en la que expresaba que al abordar un problema o al crear algo, los seres humanos utilizamos una o más de las siete (luego este número ascendió a ocho y luego a nueve) capacidades intelectuales, las cuales son, hasta cierto punto, independientes.
En muchos aspectos, la idea de Gardner se opone a ciertas nociones arraigadas en lapsicología pedagógica. Las siete inteligencias iniciales propuestas por Gardner son:
1. Inteligencia lingüística (como la de un poeta);
2. Inteligencia lógico-matemática (como la de un científico);
3. Inteligencia musical (como la de un compositor);
4. Inteligencia espacial (como la de un escultor o un piloto de avión);
5. Inteligencia corporal y kinestésica (como la de un atleta o bailarín);
6. Inteligencia interpersonal (como la de un vendedor o un docente);
7. Inteligencia intrapersonal (como la de aquellos individuos que tienen una percepción muy acertada de sí mismos).
Es importante destacar el énfasis que hizo Gardner en el hecho de que una inteligencia particular no puede conceptualizarse de forma independiente, sin tomar en cuenta el contexto en el que un individuo vive, trabaja o juega, y las oportunidades y los valores que adquirió del medio social.
Por ejemplo, es muy probable que Bobby Fisher tuviera ya una capacidad innata para ser un buen jugador de ajedrez, pero si hubiera crecido en una cultura que no conocía el ajedrez, ese potencial no se habría desarrollado, y mucho menos se habría puesto de manifiesto.
Ha llegado la hora de que el sistema educativo incorpore una variedad más amplia de actividades mentales al proceso de aprendizaje. A diferencia de las clases tradicionales, donde reinó siempre la palabra hablada y escrita, la nueva escuela debe favorecer el aprendizaje por medio de todos los sentidos.
De hecho, ya en 1920, Vygotsky (véase Vygotsky, 1978) demostró que el proceso dereconocimiento y de razonamiento de un niño dependía, en gran medida, de la manipulación de objetos materiales que utilizaba como herramientas, así como del entorno social.
La inteligencia de un individuo depende, entonces, de la azarosa interacción entre los potenciales biológicos y las oportunidades de aprendizaje en un contexto cultural específico. Sin duda, Vygostky y Papert estarían de acuerdo con Gardner. Papert probablemente remarcaría el papel del entorno inmediato, que impulsa al niño a investigar y a transformar conscientemente los componentes materiales, energéticos e informativos con un propósito determinado.
Como Gardner y Papert bien notaron, el sistema educativo actual, que aún refleja la cultura occidental tradicional, enseña, evalúa, impulsa y premia, sobre todo, dos de las al menos siete inteligencias existentes, a saber: la verbal y la lógico-matemática. Si bien es verdad que estas inteligencias son esenciales para poder funcionar de forma efectiva en la sociedad del conocimiento, no debemos perder de vista que las otras también lo son.
Estas otras inteligencias, tan desarrolladas por talentosos diseñadores gráficos, bailarines, músicos y escritores, podrían estarnos indicando el camino para ayudar a los alumnos con “rendimiento insuficiente”, que no suelen aprender por las vías tradicionalmente legitimadas. El desarrollo de estas inteligencias múltiples favorece la creatividad y un pensamiento más flexible, y amplía el en-torno cultural y humanitario de forma enriquecedora para la vida.
Los recursos que generalmente se utilizan para favorecer este enriquecimiento son libros, archivos o programas de computadora. Sin embargo, se suele olvidar que nuestra inteligencia está íntimamente vinculada a las personas que nos rodean. En un entorno laboral, la mayoría de las personas no dependen únicamente de sus propias habilidades y capacidad de comprensión, sino que deben interactuar en armonía con los demás.
Un ejemplo de esto sería pensar en una oficina o en un salón de clase donde se utilizan computadoras y que tiene acceso a Internet. Fuente: Libro de las Tecnologías de la información y la comunicación en la enseñanza de la UNESCO.