Humor, cáncer, diabetes
Si bien hemos hablado hasta el momento de cómo utilizar el sentido del humor y la risa para enfrentar algunos problemas de nuestra vida, es el momento ahora de introducirnos con un poco más de detalle en algunas enfermedades en particular, que nos pueden servir de un excelente ejemplo, por sus características particulares, que las diferencian un poco de otras muchas. Además, son enfermedades en que sabemos que el humor puede tener un efecto positivo, algo que no sabemos con otros problemas de salud. En el próximo capítulo nos concentraremos en el estrés y su relación con el humor. Pero ahora hablaremos de cáncer y de diabetes.
Probablemente, si no hubieran leído ya el título y no supiesen que se iba a tratar este capítulo, se hubiera shockeado un poco ante esta revelación. Esto se debe a que la mayor parte de la gente tiene problemas asociando este tipo de enfermedades (de dos características distintas, pero importantes. Mientras que el cáncer puede ser fatal e incurable, la diabetes es tratable, pero no es curable. Es una enfermedad crónica. O sea que, por más que no produzca la muerte, tampoco se produce una curación que permita a la persona que la sufre olvidarse de ella.
Los cuidados son para toda la vida) con el humor. Están revestidas de una seriedad, asociado en gran parte con el miedo, que hace que no se nos ocurra como podemos encontrarle cosas de las cuales reírnos. Esto es cierto en algún punto (no nos reiríamos nunca de una persona que padece cáncer por padecer cáncer, ya que esto no tiene nada de gracioso, sino que es un problema de salud grave) pero, por otro lado, está equivocado en otro punto: si podemos encontrar asociaciones con las cosas que le pasa a los pacientes que pueden ayudar a encontrar humor. Y el humor es, también en estos casos, una ayuda inestimable para el paciente.
Hay que saber entender una cosa con respecto a estos problemas de salud (y, en realidad, a cualquier otro): no hay nada peor que aumentarlos de tamaño. Nada. Es cierto, es difícil mesurar el tamaño de un cáncer terminal o, mejor dicho, es difícil pensar que pueda ser más chico; pero, cuando alimentamos a los monstruos temiéndolos y dotándolos de una seriedad exagerada, es cuando más fuertes los volvemos.
¿Cuál es la mejor forma de aumentar el miedo? Generando una cortina de humo alrededor de lo que pasa, no hablando del tema o haciéndolo solo con reverencia. Solo perdiéndole el respeto a las cosas somos capaces de enfocarlas desde otro ángulo, de ignorar el temor que nos puedan generar. Nadie puede estar asustado de aquellas cosas con las que hacemos chistes todo el tiempo.
Piensen también en la persona que sufre del problema de salud. ¿Cómo debe sentirse de tener gente alrededor suyo todo el tiempo mostrándose increíblemente respetuoso y tratándola con cuidados extremos por causa de su problema? ¿No se sentiría mejor, probablemente, si se la tratase como una más, en vez de como una pieza de porcelana china que está a punto de romperse? ¿Quieren, realmente, escuchar todo el tiempo cosas como “¿Ah, como siento lo que te está pasando” o “Tener fe, que todo va a mejorar”? ¿No les causara eso aún más daño?
Bien, a todas estas preguntas no hay una sola respuesta ya que, por supuesto, depende en gran parte de la persona que sufra la enfermedad. Pero, en líneas generales, creo que podemos afirmar que no, que en general el tener una actitud ligera (en los momentos adecuados, no haciendo burla de la persona, sino haciéndola reír y tomarse las cosas con humor) es mucho más beneficioso que la opresiva seriedad y la depresión constante.