Crecimiento económico y productividad

La tasa de crecimiento se ha convertido en una variable clave en el entorno actual. Incide en las expectativas empresariales de inversión, de ventas y beneficios. Contribuye a mejorar el bienestar social y la renta percapita. Afecta a la creación de empleo y, por consiguiente, aminora el desempleo. Incide en los impuestos que recauda el Estado y puede iniciar periodos inflacionistas o deflacionistas.

Sin embargo, del estudio de los factores que causan el crecimiento económico y del análisis de los resultados, sabemos que las economías occidentales han experimentado en los últimos decenios unas fuertes tasas de crecimiento acumulado, pero que la senda del crecimiento sigue una trayectoria cíclica con fases de expansión, que se ven seguidas inexorablemente por otras de recesión y crisis, previas a una nueva recuperación y expansión económica. Sabemos que si las fases de expansión son más prolongadas e n el tiempo y de mayor intensidad, también lo son las crisis económicas. Hemos aprendido —aunque determinadas escuelas cuestionan esta facultad— que el Estado puede jugar un importante papel estabilizando el ciclo, es decir. Enfriando la economía en épocas expansivas y animándola en fases recesivas; pero también sabemos que el Estado y sus políticas económicas pueden ser los desencadenantes de fuertes recesiones económicas.

Incluso hemos aprendido algo que los agentes económicos (financieros y empresarios principalmente) olvidan con facilidad. En épocas de expansión piensan que nunca vendrá una recesión, y con estas expectativas intensifican el crecimiento; y en fases recesivas forman unas expectativas muy pesimistas que agudizan la contracción. Los economistas se ven casi siempre como aves de mal agüero vaticinando una inminente crisis que casi siempre llega, y los agentes sociales se dejan sorprender con facilidad por los cambios de tendencia en el ciclo económico. Unos anuncian lo evidente y los otros se niegan a aceptar lo inevitable.

Con el estudio del crecimiento también debemos considerar los factores que lo originan: la disponibilidad de materias primas, la cantidad y calidad de los recursos humanos movilizados como factor trabajo, la tecnología, el capital, el tejido empresarial.

La combinación de todos estos factores persigue producir el máximo de bienes con el mínimo de recursos, y diferencia un país con altas tasas de productividad de otro ineficiente. La mejora de la productividad de un sector o una nación constituye la mejor garantía de futuro; pero lamentablemente es una realidad sobre la que es difícil incidir, y los resultados se ven a medio y largo plazo –mucho después de las próximas elecciones– Un país es más competitivo que otro cuando produce bienes que por su relación calidad-precio son preferidos por los consumidores.

En la competitividad influye la productividad (producir más y mejores bienes con menos factores), los costes de producción (salarios, impuestos a la producción y venta, precio de las materias primas, coste del capital, etc.) y el tipo de cambio (precio de una moneda extranjera en moneda nacional). Así pues, un país puede mejorar su competitividad si bajan los costes de producción o si se devalúa su moneda, aunque no mejore su productividad. Sin embargo, a largo plazo es la productividad la causa de la mejora de la ventaja competitiva de unas naciones sobre otras. Un país con fuertes subidas salariales y alta inflación, e incrementos de productividad inferiores a los de otros países con los que compite, sólo podrá mantener su competitividad con sucesivas devaluaciones.

Fuente: Apuntes de Macroeconomía de la Unideg