Nacimiento de la ciencia
Una primera relación establecida entre objetos, sucesos y condiciones de lo que llamamos ciencia -vista ésta desde una panorámica puramente temporal- habrá de llevamos a localizar o rescatar tres posturas que podemos considerar filosóficas, y que habrán de mostrar diferencias de fondo al compararlas con las ideas que en otros tiempos, para cada una de ellas, estaban comúnmente aceptadas.
La primera de esas posturas queda situada explícitamente en el mundo griego, unos cuatro o cinco siglos antes de Cristo, cuando filósofos como Anaxímenes, Anaximandro, Empédocles, Heráclito, Tales de Mileto y otros, cada quien a su modo, proponen una respuesta diferente a la que entonces se admitía como válida para la antigua pregunta sobre la composición del universo. Aire, agua, fuego y tierra… sabemos hoy que no son los elementos constitutivos de aquél, pero no es eso lo importante; lo que hace verdaderamente trascendente su respuesta no es lo explícito, no es lo propuesto en primer término, no es la propuesta directa: es lo que se excluye lo que da valor a esa postura! Ninguno de ellos, sabios o filósofos, habla de titanes, del Olimpo, de Cronos, de Zeus; todos ellos se refieren siempre a un elemento de la realidad, a una parte de la naturaleza, a un ente objeto o partícula que se puede examinar objetivamente, y verificar o medir si es o no verdadero. ¡En eso estriba su importancia para la ciencia!
La segunda postura subtiende un amplio periodo de consolidación; importa en ella una característica fundamental: la sustitución de las grandes preguntas (¿Quién construyó el universo» ¿Cuál es el destino del hombre?, etc.) por otras más simples, alcanzables, interrogantes que eran y continúan siendo susceptibles de respuesta), verificación física. Este cambio en la manera de pensar se traduce también en algo trascendente: hace que la filosofía, reina única del conocimiento, tome el lugar que habría de corresponderle. Aparecen entonces -valga la expresión- los precursores de las diferentes ciencias actuales.
Por último, no obstante que la renuncia a las grandes preguntas era necesaria, no era suficiente para el surgimiento de la ciencia. Hacía falta otra renuncia: la de considerar a la razón, al principio de consistencia lógica interna, como único medio de descubrir la verdad de los fenómenos naturales.
Sobre Galileo
Como principal mérito de Galileo se tiene el descubrimiento del método experimental propiamente dicho, más importante aun que sus descubrimientos en los campos de la mecánica y de la astronomía. Galileo, dice E Amerio «…nos parece el primer gran científico de la edad moderna; ha creado la ciencia teorizando su naturaleza y su método, teniendo conciencia del problema del método y de la naturaleza de la ciencia».
En cuanto al método, pensemos que, si bajo alguna circunstancia se presentara la necesidad de indagar sobre la caída libre de los cuerpos, podríamos hacerlo siguiendo alguno de estos dos caminos:
a) Experimentar, anotar los resultados obtenidos y encontrar una ley congruente con tales resultados.
b) Proponer a priori tal ley y observar si es verificable por la experiencia
De la segunda manera es como procede Galileo, y esto se conoce porque es en sus trabajos sobre la caída libre de los cuerpos donde «dibujó» la marcha del pensamiento que lo lleva finalmente a la verificación de la ley propuesta: e = 1/2 (gt.t).
A Galileo se le considera el creador del método experimental hipotético-deductivo, del cual resulta el empleo consciente de las hipótesis y su inserción orgánica en el método científico. En la lectura de sus escritos Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo (1632) y Discorsi et dimostrazioni matematiche intorno a due nuove scienze se observa que los pasos seguidos durante el desarrollo del estudio reproducen las sucesivas etapas del método hipotético-deductivo, a saber:
1) Ante los datos de observación.
2) El científico concibe una hipótesis explicativa.
3) Después, desarrolla algunas consecuencias concretas que se siguen de la hipótesis y
4) Trata de averiguar experimentalmente si estas consecuencias que se ha imaginado son hechos reales.
Como un aspecto a destacar, resulta ventajoso en este método que los hechos a verificar en la cuarta de las etapas discrepen de los que dieron inicio al proceso al formar la hipótesis, y que no puedan confundirse de alguna manera, porque ello va a permitir, de alguna manera, verificar la pertinencia de la hipótesis en un tiempo prudente.
Es necesario explicar que observar y experimentar son acciones diferentes. J.J. Ziminermann se expresaba así a este respecto: «…Un experimento difiere de una observación en que el conocimiento que una observación nos procura parece presentarse por sí mismo, mientras que el que nos suministra un experimento, es fruto de una tentativa que se hace con el deseo de saber si una cosa es o no es… » C. Bernard cita que: «…La observación sería la comprobación de las cosas o de los fenómenos, tal como nos los ofrece ordinariamente la naturaleza, mientras que el experimento sería la comprobación de los fenómenos provocados o determinados por el experimentador» , proponiendo él mismo que la observación puede ser activa o pasiva.
Asimismo, señala que un investigador científico puede ser observador y experimentador, siendo observador aquél que aplica los procedimientos de investigación simples o complejos al estudio de fenómenos que no hace variar y que, por consiguiente, recoge tal como se los ofrece la naturaleza, mientras que el experimentador es el que emplea los procedimientos de investigación simples o complejos, para hacer que los fenómenos naturales varíen o se modifiquen con un fin cualquiera, haciéndolos aparecer en condiciones en que no los presenta la naturaleza.
En este sentido, «el experimentador» reflexiona, ensaya, combina, compara a fin de encontrar las condiciones experimentales más apropiadas para alcanzar el objeto que se propone. En cambio, «el observador» comprueba pura y simplemente el fenómeno que tiene a la vista; es como el fotógrafo de la naturaleza, pues su observación busca representar exactamente a ésta.
La observación tiene lugar en las ciencias donde no es posible reproducir a capricho del científico los fenómenos que se han de estudiar. Cabe señalar que ciencias como la astronomía o la cosmología, consideradas como ciencias de observación (así definió Laplace a la astronomía), es posible incluírlas como ciencias activas si el observador emplea una metodología científica como la utilizada, por ejemplo, en el descubrimiento de Neptuno, o la usada en estudios de cosmología: agujeros negros, masa del universo, formaciones galácticas lenticulares, etc.
En esos estudios podemos observar que la comprobación, como último estadio del método hipotético deductivo, no es un experimento sino que éste fue sustituido por una observación activa.
Autor: Víctor M. Celis Ramírez. Coordinador de la Unidad de Investigación de la Dirección de Normales de la Secretaría de Educación.