Magnitud del indice de la reforestación
Desde los tiempos paleolíticos, el hombre ha alterado la vegetación sobre todo con el uso del fuego. Según diversos autores, el fuego ha sido un factor importante en el cambio ambiental a través de todas las épocas, ya que, quizás, ha sido la capacidad más sobresaliente del hombre que ha modificado su mente, puesto que al ser una criatura diurna, durante la noche tenía que resguardarse de los depredadores y comenzar una vida social con la comunicación y la reflexión
Por medio de los relatos de exploradores antiguos, se tiene pruebas de que la gente primitiva utilizó con mucha frecuencia el fuego. En 1520, cuando Magallanes pasó por el estrecho que ahora lleva su nombre, observó numerosos incendios provocados por los indígenas Sudamericanos por lo que la llamó“Tierra de Fuego”.
En los registros de la circunnavegación de África se mencionan fuegos masivos, que se cree eran el incendio anual de los pastizales al sur del Sahara. A su vez, los nativos americanos también quemaban extensas áreas con miras a mejorar los campos, tal y como lo informaron antiguos exploradores europeos.
Asimismo, los agricultores han devastado la vegetación natural, expandiendo las tierras de pastoreo y las granjas. Así, cerca del 60% de los bosques de Europa Central se convirtieron en tierras laborales durante los pasados 1 000 años.
El hombre ha utilizado el fuego por diversas razones: para limpiar los bosques y permitir la agricultura, para mejorar tierras de pastoreo, propiciar la caza, eliminar malezas, fundir metales, etcétera. El fuego se ha usado especialmente en el pastoreo en África y los practicantes de la agricultura nómada, como los malasios y los indonesios. En el sistema de los mayas se utilizó como medio para preparar la tierra, talar el bosque y quemar los desechos secos antes del comienzo de la estación lluviosa; a esto se le conoce como «roza, tumba y quema».
Se sabe que la importancia del fuego provocado por el hombre en comparación con el producido en forma natural, con la actividad de los rayos que caen sobre la superficie terrestre, varía de acuerdo con la región y el país.
Los datos actuales indican que de cuatro mil a cinco mil millones de hectáreas de bosques que existían en el mundo desde antes de que apareciera la agricultura, han disminuido en una quinta parte hasta el presente.
Las mayores pérdidas se encuentran en los bosques templados (de 32 a 35%); después están las sabanas leñosas tropicales y los bosques deciduos (de 24 a 25%), y los bosques tropicales clímax (del 15 Al 20%). En todo este periodo, los bosques tropicales siempre verdes han sufrido el menor daño, de 4 a 6%, debido a que, hasta hace poco, eran inaccesibles y su población humana era muy escasa.
Los bosques y las selvas todavía cubren dos quintas partes de la superficie terrestre y alcanzan alrededor del 60% de la productividad neta de biomasa de los ecosistemas terrestres (Olson citado por Repetto, 1975). Cabe señalar que, alrededor de la mitad del resto de los bosques se hallan en los países en vías de desarrollo.
A partir de la Segunda Guerra Mundial, la deforestación se trasladó a los trópicos. Sin embargo, en las zonas templadas más ricas, la de migración rural y la elevación en los rendimientos agrícolas han permitido que las fincas abandonadas se reviertan hacia los bosques. A la fecha, el manejo de los bosques se enfrenta a problemas políticos ya que los industriales, madereros, naturalistas, montañistas y cazadores tienen intereses en conflicto.
En los países en vías de desarrollo, este problema es más grave, porque cientos de millones de personas luchan por sobrevivir. La población rural en crecimiento invade los bosques en busca de tierras para cultivo y de combustibles para cocinar, así como de alimento para sus animales. Asimismo, los gobiernos forzados a elevar sus ganancias-mediante el intercambio con el exterior y la creación de empleo así como financiar programas de desarrollo consideran los bosques como un recurso explotable.
A partir de esto, los bosques de los países en vías de desarrollo disminuyen año con año en más de 11 millones de hectáreas que se destinan a otros usos (7.5 y 3.8 millones de hectáreas de bosques cerrados y abierto s respectivamente). En la mayoría de estos países, la deforestación se acelera. Entre 1950 y 1983, las áreas de bosque disminuyeron en un 38% en América Central y un 24% en África, aunque estos datos están por debajo de las cifras reales.
A los índices actuales de deforestación, los bosques de Nigeria, Costa de Marfil, Paraguay, Costa Rica, Haití y El Salvador, ya muy disminuidos, desaparecerían dentro de unos 30 años. Otros países como Indonesia, Brasil y Colombia, tienen grandes reservas pero pierden vastas áreas cada año.
Aparte de los datos anteriores, también se están deteriorando la calidad de los bosques y las tierras maderables. Cada año, más de cuatro millones de bosques tropicales vírgenes se convierten en bosques secundarios. Por lo general, se utiliza la mayoría de los troncos maduros de algunas especies con valor comercial, hasta 10 o 20% del volumen restante, pero, casi siempre, se destruye o daña entre 30 y 50% de los árboles, durante la obtención de la madera o de los troncos. El suelo se altera lo suficiente como para impedir su regeneración inclusive a largo plazo.
En las tierras maderables abiertas así como en las sabanas de regiones más secas donde el crecimiento vegetal es más lento las demandas de madera como combustible evita la regeneración a medida que aumenta la población y disminuyen las existencias de árboles.
Por ejemplo en África en la zona de Sahel y Sudán el consumo actual rebasa la capacidad de regeneración natural. En el caso de México en el estado de Chiapas gracias a un estudio realizado por personal del Centro de InvestigacionesEcológicas del Sureste en San Cristóbal de Las Casas, de la población rural, representativa de una población aproximada de 2.5 millones de habitantes, el 66% se distribuye en un poco más de 8000 localidades; la m ayor parte de dicha población depende, principalmente, de la producción agrícola para autoconsumo y de la demanda energética. Esta última se centra en dos necesidades básicas: la cocción de alimentos y la iluminación.
Para la primera, el 100% de las familias necesitan leña y algo de petróleo (tracto Lina); aunque en algunas comunidades utilizan gas, dependen fundamentalmente de la leña, cuyo consumo varía entre 443 y 551 kilogramos mensuales por familia, de cinco individuos en promedio.
También se sabe, a partir de otros datos, que el consumo promedio nacional a nivel rural es de 1.6 kilogramos por habitante/día. Ahora bien, a nivel mundial, laFAO calcula que entre 1 500 a 2 000 millones de habitantes dependen de combustibles obtenidos a partir de madera, o de leña, la cual cortan más rápido de lo que toman en crecer los árboles, por lo que progresivamente las tierras maderables son escasas y, eventualmente, llegarán a desaparecer bajo semejantes presiones.
Por ejemplo, se proyecta que para el año 2020 el índice de deforestación reducirá el área de bosques tropicales de 10 a 20%, tomando como punto de partida el crecimiento de la población, las demandas de alimentos y el aumento en los rendimientos agrícolas.
Aunque, por un lado, la desaceleración proyectada refleja una declinación de los índices de crecimiento poblacional y un retraso del crecimiento en la demanda de alimentos relativos al ingreso percápita, por otro la retroalimentación entre la explotación forestal y el cambio de los cultivos, la migración de los campesinos hacia las áreas de los bosques y las demandas por cultivos inmediatos, podría producir un índice de deforestación mucho más alto que los proyectados.
Asimismo, existe una demanda ilimitada a las necesidades de subsistencia en los países en vías de desarrollo, que parte, principalmente, de la demanda creciente en países más ricos del norte por las maderas duras tropicales. Según el reciente informe del Instituto de Recursos Mundiales, el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas, para este siglo, de los 33 países en desarrollo que exportan productos forestales, quedarán sólo 10 se predice, por otra parte, que descenderá el nivel actual del total de exportaciones de productos industriales de bosques hasta menos de una tercera parte.
Esta disminución es evidente en Asia, donde los principales países exportadores como Filipinas ya terminaron con los bosques productivos de las tierras bajas. Sin embargo, África y Latinoamérica se consideran capaces de cubrir el mercado, aunque sólo durante unas cuantas décadas, antes de que disminuyan sus fuentes comerciales y se eleven sus ganancias de intercambio obtenidas, probablemente, por los precios de la madera que se elevan.
La recuperación total de los bosques tropicales es lenta una vez que han sido alterados; aunque la producción primaria total sea alta, el crecimiento anual de las especies comerciales es relativamente bajo. Si bien las especies de árboles secundarios cubren los claros en los bosques (a menos que los suelos hayan sido severamente Agotados), la maduración de los árboles que salen de la canopia puede tomar cientos de años o más, y la densidad de los tallos comerciales será mucho menor que ahora.
Algunos economistas han considerado si es justificable el manejo de rendimiento sostenido sobre los fundamentos de una inversión estricta, sobre todo por el alto costo del transporte y la demanda limitada del mercado para unas cuantas variedades conocidas que reducen, en gran medida, el valor de las especies residuales. La alternativa sería cosechar estos bosques maduros y convertirlos en tierra laborable para plantaciones de altos rendimientos en ranchos y /o granjas.
Según Peters y colaboradores (1989) en sus conclusiones sobre el bosque tropical húmedo del Amazonas, señalan que, tradicionalmente, los recursos forestales se dividen en dos grupos principales: aquel que incluye los grandes troncos y pulpa de madera; y el que está formado por los productos del bosque menor es o no maderables, pero incluyen frutas comestibles, aceites, látex, fibras y medicinas.
Sin embargo, como indican estos autores, el enfoque económico se dirige exclusivamente sobre los recursos maderables y se ignoran los beneficios que se pueden obtener de los productos no maderables.
Después de este minucioso estudio, proponen que los beneficios de los bosques tropicales, además de proporcionar servicios ecológicos vitales, son el depósito de una increíble variedad de germoplasma por lo que su valor científico es enorme. Los resultados de este estudio indican que los bosques tropicales también pueden generar beneficios sustanciales si se explotan y administran adecuadamente los recursos apropiados.
Las características generales de todos los tipos de bosques son que éstos constituyen ecosistemas en etapa de clímax que tienden a sostener un gran volumen de biomasa, a producirla con mayor rapidez y a contener la mayor abundancia de especies tanto vegetales como animales (biodiversidad) en comparación con los otros ecosistemas.
Además los bosques no sólo son la fábrica de los procesos básicos de la biosfera, en especial de la fotosíntesis, del crecimiento biológico y de la formación de humus, sino que también juegan un papel importante en el reciclaje de los nutrientes como el CO2, el nitrógeno y el oxígeno; asimismo, contribuyen en la regulación de la temperatura y la lluvia.
Dan origen, en muchos casos, al nacimiento de ríos y constituyen el principal reservorio genético del planeta. Por otro lado, desde el punto de vista práctico e inmediato, los bosques dan maderas y leña, y son los proveedores de materia prima para muy variadas necesidades del hombre; dan combustible a la mitad de la población mundial, protegen al suelo de la erosión y dan la pulpa de papel, tan esencial en nuestra cultura.