Las prácticas y la práctica educativa
No todas las formas de la práctica, en el caso de la profesión de educar, son educativas. Hay necesidad de entender esto y de tener elementos parareconstruir e identificar prácticas educativas. En esta experiencia resultó importante llegar a hacer esa separación, pues se trataba de recuperar, analizar -posteriormente intervenir- ese tipo de práctica precisamente y no otra.
Para reconocerla y poder cuestionarla a fondo, es necesario formular, preguntas desde el horizonte de lo educativo: ¿qué de lo que se hace educa? ¿Por qué se dice que eso que se hace educa? ¿Qué evidencias aparecen en los hechos acerca de lo educativo?
Así, si bien no se define o precisa en principio lo educativo, sí se establece una postura desde la cual se puede leer o preguntar al registro de la práctica. Los primeros intentos de respuesta, o las búsquedas iniciales, llevan a los espacios de reflexión sobre la necesidad de que el que educa construya el conocimiento o lo descubra, de que al menos reflexione y no sólo memorice, o que no tenga una actitud pasiva y no solamente reciba las explicaciones del educador.
Estos primeros intentos por encontrar «lo educativo» de la práctica no siempre se enfocan acertadamente. Un supuesto que media las respuestas, y que no siempre es posible identificar, es que el educando está aprendiendo, pues está trabajando contenidos programáticos, en el caso de la docencia, o que el explicarle al otro e interactuar permite que la información pase de una persona a otra, cuando se habla de prácticas educativas no docentes.
Por ello, es muy frecuente que uno se contente en encontrarse dentro de los registros que se está trabajando con contenidos, y éstos son más o menos asimilados o, al menos, parecen ser manejados con cierta facilidad por los educandos. De esta manera, la práctica educativa sigue ocultándose, y la vía para explicar la misma continúa obstaculizada por los supuestos, ya que «no existe una realidad absoluta, sino sólo visiones o concepciones subjetivas, y en parte totalmente opuestas, de la realidad, de las que se supone ingenuamente que responden a la realidad ‘real’, o » a la ‘verdadera’ realidad» (Watxlawick). El reconocimiento de los mismos es difícil, pero puede intentarse por la vía de preguntarse por qué se actúa de cierta manera.
Otra forma para intentar desenmascarar los supuestos es la de encontrar la relación entre lo que se hace y lo que se produce. Esta es una forma muy efectiva, si se analizan los hechos, de comprobar la veracidad o no de los supuestos y, principalmente, de analizar nuestras intervenciones como educadores y reconocer lo que producen. Si con esto no desaparecen, se vuelven prejuicios, según Heller, pues son inconmovibles ante una experiencia cuidadosamente analizada o por la refutación de la ciencia.
Autor: Luciano González Velasco, Coordinador académico de la Maestría en Educación con Intervención de la Práctica Educativa de la Secretaría de Educación.