Educación para el desarrollo de los conflictos y la violencia
Muchos niños, independientemente de su edad, vinculan imágenes de violencia a la palabra “conflicto”: bombas, asesinos, escopetas, guerra, enemigos, combatientes, agresores, gritos, ira, odio…
Muchos adultos hacen las mismas asociaciones, y los profesores, cuando desean tratar problemas de conflictos con sus alumnos hablan primero de guerra y de conflictos armados.
Los medios de comunicación local y mundial se centran mucho en los reportajes de acontecimientos violentos. Incluso en los medios de comunicación cuyo supuesto objetivo es entretener, las imágenes violentas son habituales.
Para los niños y los jóvenes es urgente entender que la violencia no es necesariamente el resultado de un conflicto. La violencia no forma parte de la naturaleza humana sino que es una respuesta aprendida, y si la violencia se puede aprender, existen otras respuestas posibles que también se pueden aprender.
La educación puede ayudar a los alumnos a tener una visión más amplia de los conflictos, explorando tanto situaciones de violencia como conflictos que ocurren inevitablemente entre la gente en cuanto a ideas, valores, posiciones y perspectivas sobre una gama de problemas.
Son estos tipos de conflictos los que, cuando no se tratan de manera constructiva, explotan a menudo en violencia. Pero las escuelas pueden ayudar a los jóvenes a aprender que se puede y se debe elegir entre diferentes maneras de reaccionar ante un conflicto.
Los alumnos pueden desarrollar habilidades de negociación y de resolución de problemas que les permitan considerar el conflicto no como una crisis sino como una ocasión de cambio creativo.
Ante todo, pueden aprender a aplicar estas posibilidades a los conflictos que forman parte de sus vidas cotidianas: conflictos con amigos, con la familia e incluso con los profesores.
Entonces pueden reflexionar acerca de cómo esta aproximación a la resolución de problemas podría aplicarse a los conflictos vinculados a diferencias religiosas y étnicas, a los recursos, a las fronteras o a las diferentes ideologías políticas dentro de una comunidad, un país o en el mundo entero.
Muchos niños que se criaron en situaciones de conflicto violento real o probable, las vivieron con ansiedad, temor, sensación de desesperanza ante el futuro y sentimiento de impotencia ante unas fuerzas que parecían estar más allá de su control.
Para estos niños, aprender a resolver conflictos puede formar parte de un proceso de apaciguamiento, que les dé medios prácticos de reacción y un sentimiento de capacidad.
Fuentes: solohijos.com y aramo.com