El arado
El arado apareció alrededor de 3.500 años antes de Cristo en las civilizaciones del Oriente Medio. Los pueblos de la Mesopotamia, ubicada entre el Éufrates y el Tigris. Los ríos que fertilizaban el suelo, permitían a los asirios y caldeos, dedicarse a la agricultura. Fueron los primeros en usar la rueda, y luego se usaron los primeros arados, como lo muestran representaciones artísticas de esa época.
Los antiquísimos dibujos que se hallaron en forma de pinturas y grabados rupestres son testimonio de que el arado fue uno de los primeros instrumentos usados por el hombre sedentario.
Los arados manejados por el hombre tomaron el nombre de arado de mancera, que se denominó así, pues tomó el nombre de la esteva que poseía, que era la pieza curva por donde se empuñaba dicho arado.
Los arados eran de madera primeramente, o formado por una rama de forma adecuada y a tracción humana. A veces se realizaban con ramas en formas de horquillas, tirados por un animal o una persona, para abrir el surco en la tierra. Unos 3000 años a de C. comienzan a emplear bueyes para tirarlos. Los romanos introdujeron el arado con una cuchilla de hierro y lo tiraban bueyes. En la Edad Media, se comenzó a usar el arado de rejas y cuchillas, en los suelos más duros de Europa.
El arado Rotherham fue construido en Inglaterra en 1730; y su forma triangular hizo más fácil tirar de él y se adaptó mejor para ser tirado por caballos. Fue construido por el holandés Joseph Foljambe y marca el comienzo de su fabricación industrial.
El primer arado construido completamente de hierro lo realiza el inglés Robert Ransome en 1808. En Francia, en 1825, un herrero de Aisne, apellidado Fonduer, construye el primer arado metálico con juego delantero.
En la década de 1830 (algunos señalan 1837 más exactamente), el herrero estadounidense John Deere inventó la reja de los arados, de acero. Después se inventó el arado de dos ruedas con asiento para el conductor, y más adelante el arado de discos, que apareció en 1847 en Estados Unidos; y otro que fue recibido con gran éxito en Australia en 1877, construido por John Shearer and Sons.
Y luego, con la llegada del tractor, primero a vapor, luego a gasolina y en la actualidad con las más actualizadas tecnologías, se han ido facilitado enormemente las tareas agrícolas.
Aunque en los países subdesarrollados, no es usado por la mayoría de los trabajadores del agro, pero poco a poco también van apareciendo los avances tecnológicos que logran un mayor rendimiento con un menor esfuerzo, y el correspondiente ahorro de mano de obra.
Todavía era frecuente ver arados de mancera, como se los denominó a los que se iban empuñando con las manos, en chacras y parcelas chicas, con similares características, hasta en los comienzos del S. XX, en que vino la mecanización posterior.
Si en la actualidad miramos esos interminables campos de trigales, o girasoles, o maizales, tan necesarios a la vez para alimentar al mundo, o para realizar siembras para pastoreo de animales de consumo, ¿nos detenemos un momento a meditar la cantidad de esfuerzo humano que demandaría labrar esos terrenos que miden hectáreas y hectáreas, con los primitivos arados? ¿Qué hubiera sido de la humanidad, si a la par del aumento de la población no hubiera ocurrido este crecimiento igual o mayor del avance de la técnica y la ciencia?
Intentemos por un momento vivir prescindiendo de los inventos que ha hecho el hombre a través de su evolución hasta la actualidad, y veríamos que se nos haría casi imposible vivir: comeríamos frutos silvestres, quizás cazáramos algo, pero recurriríamos a herramientas de caza inventadas por el hombre… ¿Y los entretenimientos? ¿Y la comunicación con seres queridos que viven lejos? ¿Y la vivienda y las comodidades? ¿Y el agua potable?… Quizás podríamos escribir textos sobre situaciones imaginarias que lleven a una especie de relato de un Robinson Crusoe en los albores del Siglo XXI en que nos cuesta incluso situarnos imaginariamente en una situación de prescindir de todo lo inventado por el «homo sapiens» y que cotidianamente no valoramos.
Fuente: educar.org – licencia: creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es