Familia, tradiciones y comunidad
A medida que crece, la vida social del niño va abarcando círculos más amplios. Uno de esos círculos es la familia extensa
Es fundamental que el niño conozca a su familia, que se relacione con sus abuelos, primos, tíos y otros parientes de una manera personal, que los busque, les pregunte y los quiera.
Estos vínculos pueden llegar a ser muy importantes para él.
Las fiestas tradicionales, los bailes, las ceremonias y los aniversarios son ocasiones excelentes para que el niño conviva con sus familiares y se haga consciente de que pertenece a una familia y ocupa una posición dentro de ella.
La familia es un testigo vivo de la historia del niño, de sus orígenes y sus tradiciones.
Cuando los hijos son adoptados, la historia de la familia que lo adopta le proporciona origen, apoyo, seguridad y confianza.
Las costumbres, anécdotas y usos familiares permiten al niño hacerse una idea del espíritu de continuidad que se da a lo largo de las generaciones
Conforme va creciendo, el niño empieza a interesarse por su procedencia. Necesita saber de dónde viene, cómo se formó su familia.
Quiere conocer los cuándo, los porqué, los cómo y los dónde.
Compartir la costumbre de platicar y revisar de vez en cuando los álbumes de fotografías y ver cómo éramos de pequeños, reconocer al abuelo en su juventud, saber qué aspecto tenía el bisabuelo que no conoció, da a nuestro hijo momentos de verdadera alegría.
Es recomendable dar oportunidades a nuestro hijo de escuchar a los abuelos narrar sus andanzas juveniles, sus juegos y travesuras de la niñez; de saber cómo se vivía en tiempos de los bisabuelos; en qué trabajan los adultos de la familia, cómo eran las calles, los hogares, los coches; de qué manera se relacionaban muchachos y muchachas, dónde se veían y qué hacían los domingos.
Además de escuchar, al niño le gusta contar a sus familiares sus propios relatos; tiene gran necesidad de elaborar versiones personales de los hechos y de hacer suyas las historias que va conociendo.
Así va construyendo su historia, se pone en contacto con los valores que vienen del pasado y lo hacen ser lo que es, y adquiere la conciencia de que forma parte de una tradición que él tendrá que continuar.
El niño tiene mucho que recibir de su familia, pero también mucho que dar
El niño aprende en su familia a pensar en los demás, a entender la necesidad de ocuparse
de otras personas, a acompañarnos y a participar en las atenciones y cuidados a los miembros de la familia: puede acompañar a la abuela si está sola o cortar flores para su cumpleaños; hacer un dibujo para adornar la casa del primo recién casado; escribir una carta al tío que trabaja en otra región y que quizá se sienta solo.
Interesarnos unos por otros nos ayuda a todos, nos acerca a los demás y nos da un sentido de familia y comunidad.
Nuestro hijo también es miembro de una comunidad
Al niño le afecta todo lo que sucede en la sociedad en la que vive y, por lo tanto, tiene el derecho a opinar sobre lo que ahí sucede; a ser tomado en cuenta, a compartir con los otros miembros de esa sociedad las acciones que tienen que ver con la vida comunitaria.
Los niños no sólo desean conocer el mundo, necesitan también actuar en él
Es natural que los niños se esfuercen por formar parte de lo que les interesa y les atañe; que busquen colaborar con otros niños y adultos, y se organicen para luchar no sólo por sus propios intereses, sino por objetivos mucho más vastos y generosos.
Toda comunidad presenta necesidades que sus miembros tienen que atender
La responsabilidad de los padres es dar las facilidades y alentar a nuestros hijos a participar en la solución de esas necesidades. Por eso debemos compartir con ellos el compromiso de estar al tanto de los problemas y carencias de nuestro medio, así como motivarlos a conocer lo que sucede a su alrededor, a proponer acciones y a comprometerse a realizar la parte que les corresponde.
Desde luego, los padres también tenemos que actuar, mantener el compromiso con el grupo que elegimos, y no dejarlo para “cuando se pueda”.
El niño también es parte del planeta
La Tierra es la casa de todos y de todos es la responsabilidad de cuidarla.
Lo que hagamos ahora tiene un impacto que afectará la realidad futura de una manera que no podemos prever.
Es necesario inculcar en nuestro hijo una conciencia ecológica.
Es un asunto de supervivencia cuidar el ambiente natural y por ello debemos enseñarle a ahorrar el agua —un recurso del que depende la vida y que se está agotando sin que nos demos cuenta—, a sembrar árboles, a proteger a los que ya existen, a aprovechar la electricidad de una manera racional, a no tirar basura en la calle, en el río o en el campo, a respetar a los animales, a convertir el patio de cachivaches en un jardín, etcétera.
Si queremos una verdadera transformación de las condiciones y la calidad de vida en nuestro país y en nuestro planeta, tenemos que favorecer la participación de nuestros hijos en los asuntos comunitarios
En la participación comunitaria no se trata sólo de impulsar proyectos, sino de promover el crecimiento de quienes participan en ellos.
Los niños se transforman al ayudar a otros. Las actividades de servicio les enseñan a ser comprensivos, generosos, asertivos, sensibles, fuertes, colaboradores y organizados.
Pero no sólo los niños se transforman. Al colaborar en un ambiente de igualdad y respeto, también se modifican los vínculos entre niños y adultos.
Los padres descubrimos que podemos dejar atrás prácticas autoritarias y que es posible avanzar juntos por caminos que nos llevarán a disfrutar de nuestra mutua compañía y a acercarnos a nuestros sueños.
Hacer algo por los demás es una manera de agradecer lo que otros nos han dado y la ayuda que hemos recibido
Los actos que hacemos en favor de alguien más se enlazan en una cadena interminable. No podemos imaginar hasta dónde llegan los beneficios, hasta qué punto transforman la vida de otras personas —algunas que incluso no conocemos ni conoceremos nunca.
Si hacemos un hábito el ayudar a los demás, nuestros niños también lo harán.
Tenemos que empezar ahora, aprovechar esta etapa de la vida de nuestros hijos en que la solidaridad, la bondad y la justicia son naturales en ellos, para encaminarlos a la creación de un mundo más amable, compasivo y alegre.
Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones
– Propicie que su hijo conviva con sus familiares de una manera personal.
– Fomente la participación de su hijo en las celebraciones de la familia, pero no lo fuerce a asistir a todas.
– Póngase de acuerdo con su pareja sobre cuáles son las actividades a las que es importante que todos asistan. Hágaselo saber a su hijo con anterioridad.
– Investigue y cuéntele a su niño las historias familiares. Anímelo a escribirlas o a platicarlas a alguien más.
– Organice reuniones en las que los mayores puedan narrar anécdotas y compartir sus recuerdos.
– Procure estar al tanto de la vida de sus familiares. Si alguno necesita apoyo o compañía, hable con su hijo y su pareja sobre la manera como podrían ayudar.
– Reflexione con su niño acerca de lo que significa la solidaridad y sobre la necesidad de ocuparse de otras personas.
– Acostúmbrese a enviar notas, cartas, pequeños regalos a las personas que usted quiere. También a su hijo.
– Permita a su niño opinar sobre lo que sucede en su familia y en su comunidad. Déle oportunidad de decidir en los asuntos que le afectan.
– Invite a sus hijos a buscar proyectos en los que cada uno pueda aportar sus ideas y habilidades. Participen juntos en un ambiente de igualdad y respeto.
– Inculque en su hijo una conciencia ecológica. Enséñele a cuidar el ambiente natural, a mantenerlo limpio y a aprovechar racionalmente los recursos.
– Promueva en su niño el sentido de gratitud.
– Desarrolle en la familia el hábito de hacer algo por los demás.
– Invite a sus hijos a mejorar su entorno.
Fuente: Guía para padres de la Consejería de Educación y Cultura del gobierno de Extremadura