La retícula
Una estructura fundamental es inherente a toda tipografía. Incluso una simple palabra o línea tipográfica, cuando aparece en una hoja de papel en blanco, subdivide el espacio y crea una estructura visual simple.
El que una estructura siempre esté presente en algún grado actúa como un poderoso elemento de diseño.
El diseño tipográfico puede proceder de dos tipos de estructura: una estructura visual ópticamente improvisada o bien una estructura predeterminada: el sistema de retículas.
Una estructura visual ópticamente improvisada resulta de disponer los elementos tipográficos de acuerdo con criterios estéticos.
El cuerpo y la forma de las letras, las palabras y las líneas de tipografía determinan la subdivisión del espacio.
Como los bloques empleados en la construcción, los elementos individuales dependen mucho unos de los otros: si se cambia un elemento, es necesario ajustar ya sea la ubicación, ya el tamaño de otros elementos, a fin de equilibrar la composición.
Puesto que prácticamente no existen limitaciones para la disposición de un conjunto dado de elementos tipográficos, la estructura visual es en esencia un sistema abierto.
El diseño tipográfico basado en criterios empíricos constituye una expresión personal del diseñador, y exige creatividad, sensibilidad, intuición y discernimiento.
Para mantener la integridad del diseño el diseñador debe implicarse de manera constante, a lo largo de todo el proceso de trabajo de diseño y producción.
Este enfoque visual improvisado puede reportar soluciones interesantes e insólitas. Para encargos complejos y muy amplios es necesaria una estructura predeterminada: el sistema de retículas.
En contraste con la estructura ópticamente improvisada, la retícula es un sistema cerrado que se aplica de manera consistente una vez se ha desarrollado la estructura.
Las retículas modulares consisten en una serie de módulos separados por un espacio consistente y organizado en columnas y filas.
Los módulos determinan las dimensiones y la ubicación de los elementos gráficos y tipográficos, entre los que pueden contarse imágenes, titulares, texto, pies de foto y números de página.
De esta forma la retícula actúa como un importante dispositivo para la organización, proporcionando unidad entre los elementos de cada página y entre las páginas mismas, a la vez que permite una enorme cantidad de variaciones.
La retícula funciona estrictamente como un dispositivo de organización que proporciona orden, pero que al mismo tiempo es, en sí misma, invisible. Los elementos gráficos y tipográficos se guían por ella, pero nunca se le subordinan.
Aunque facilita el orden, el uso de una retícula no da lugar necesariamente a soluciones rígidas y carentes de imaginación.
Como cualquier otro enfoque sistemático, puede llevar a resultados muy ágiles si se utiliza con imaginación y se aplica a las tareas adecuadas.
Los sistemas de retículas también facilitan el que varias personas colaboren en un proyecto de gran envergadura.
El diseño de una publicación, por ejemplo, suele ser un esfuerzo de equipo, y se beneficia de la estructura organizada que ofrece un sistema de retículas.
Trabajar con una retícula implica dos fases: el desarrollo de una estructura que pueda acoger todos los elementos, y la organización de tales elementos de acuerdo con dicha estructura. Ambas fases son igualmente importantes.
Cuando desarrolla una retícula, el diseñador no sólo debe tener en cuenta las idiosincrasias del material tipográfico, sino también prever todos los posibles problemas que aparecerán al trabajar con este material, como por ejemplo el recorte de las fotografías.
Por esta razón, el desarrollo de una retícula siempre debe resultar de un análisis de todo el material visual que será incluido en el diseño: cuanto más se relacione la estructura con el material determinado para el que se va a utilizar, más rigurosa será la solución visual resultante.
Durante las fases iniciales de un proyecto suele resultar más productivo fiarse sólo de la intuición y del criterio visual.
Una vez se ha establecido el diseño básico podrá desarrollarse una estructura calculada, racional, para acomodar todos los elementos que originalmente se han emplazado de forma visual.
Una estructura visual improvisada ópticamente se deriva de los elementos de la información: no puede crearse a priori.
Desarrollar una estructura visual suele ser más dificultoso de lo que hacen pensar los resultados.
Incluso un número reducido de elementos permite tal cantidad de posibilidades en su disposición que a menudo resulta difícil decidir cuál es la mejor solución.
Para llegar a una solución significativa, el diseñador debe centrar su atención en los aspectos visuales y al mismo tiempo comunicativo del diseño.
La disposición de elementos basada en meros principios visuales puede terminar en resultados que sean estéticamente agradables, pero que no comuniquen con claridad.
La estructuración visual de la información constituye una forma excelente de generar ideas en las fases iniciales del diseño.
Este método de trabajo espontáneo conduce hasta conceptos que más tarde quizás puedan convertirse en una estructura modular.
Fuente: Taller de Tipografía Avanzada de la U de Londres