Magnetismo planetario
Algunos planetas, como Júpiter y la Tierra, tienen un fuerte campo magnético; otros como Saturno, Venus y Mercurio, un campo apenas apreciable. Los motivos por los que un cuerpo celeste genera un campo magnético han sido objeto de diversas hipótesis. Se puede decir que hasta hoy no existe una teoría completa capaz de explicar no tanto la naturaleza, sino las variaciones temporales medidas en los campos magnéticos planetarios, y en particular, en el terrestre.
La hipótesis más acreditada es que el campo magnético es generado por un núcleo de material buen conductor de movimiento, también por la rotación del planeta e incluso por los movimientos convectivos internos.
El campo magnético de la Tierra (también conocido como el campo geomagnético) es el campo magnético que se extiende desde el núcleo interno de la Tierra hasta su confluencia con el viento solar, una corriente de partículas de alta energía que emana del Sol. Es aproximadamente el campo de un dipolo magnético inclinado en un ángulo de 11 grados con respecto a la rotación del eje, como si hubiera un imán colocado en ese ángulo en el centro de la Tierra.
Sin embargo, a diferencia del campo de un imán de barra, el campo de la Tierra cambia con el tiempo porque en realidad es generado por el movimiento de las aleaciones de hierro fundido en el núcleo externo de la Tierra (la geodinámica). El Polo Norte magnético se «pasea», por fortuna lo suficientemente lento como para que la brújula sea útil para la navegación.
A intervalos aleatorios (un promedio de varios cientos de miles de años) el campo magnético terrestre se invierte (los polos geomagnéticos norte y sur cambian lugares con el otro). Estas inversiones dejan un registro en las rocas que permiten a los paleomagnetistas calcular los movimientos pasados de los continentes y los fondos oceánicos como consecuencia de la tectónica de placas. La región por encima de la ionosfera, y la ampliación de varias decenas de miles de kilómetros en el espacio, es llamada la magnetosfera. Esta región protege la Tierra de la dañinaradiación ultravioleta y los rayos cósmicos.
La orientación de las rocas en las dorsales oceánicas, la magnetorrecepción de algunos animales y la orientación de las personas mediante brújulas son posibles gracias a la existencia del campo magnético terrestre.