El Futurismo

“… Proponemos celebrar el amor al peligro, la costumbre de la energía y la intrepidez. Valor audiencia y rebelión serán los elementos esenciales de nuestra poesía…Afirmamos que la magnificencia del mundo ha sido enriquecida con una nueva belleza: la belleza de la velocidad…Un auto de carreras que parece moverse sobra la metralla es más hermoso que la Victoria de Samotracia…Excepto en la lucha, no hay más belleza. Ningún trabajo carente de un carácter agresivo puede ser una obra de arte.”

Cuando estas palabras del Manifiesto del futurismo fueron publicadas en Le Figaro en París, el 20 de febrero de 1909, el poeta italiano Filippo Marinettifundó el futurismo como un movimiento revolucionario en todas las artes para poner a prueba sus ideas y sus formas contra las realidades nuevas de la sociedad científica e industrial. El manifiesto proclamaba la pasión por la guerra, la era de las máquinas, la velocidad y la vida moderna. Impugnaba los museos, las librerías, el moralismo y el feminismo.

Marinetti y sus seguidores produjeron una poesía con una carga explosiva y emocional que desafiaba la sintaxis y la gramática ortodoxas. En enero de 1913, Giovanni Papini inició la publicación del periódico Lacerba en Florencia y el diseño tipográfico fue llevado al campo de batalla artístico. En junio del mismo año Marinetti publicó un artículo que llamaba a una revolución tipográfica contra la tradición clásica. La armonía fue rechazada como una cualidad del diseño porque contradecía “los saltos y estallidos de estilo que fluían a lo largo de la página”.

En una cuartilla, la combinación de tres o cuatro colores de tinta y 20 tipos de letra (itálica para impresiones rápidas, negritas para ruidos y sonidos violentos) podían redoblar el poder expresión de las palabras. Las palabras libres, dinámicas como un torpedo podían proporcionar la velocidad de estrellas, nubes, aeroplanos, trenes, olas, explosivos, moléculas y átomos. En la página impresa había nacido un diseño tipográfico nuevo e íntimamente relacionado con la pintura, llamado “tipografía libre” y “palabras en libertad”.

Desde la invención del tipo móvil de Gutemberg, la mayor parte del diseño gráfico había tenido una vigorosa estructura horizontal y vertical. Los poetas futuristas lanzaban al viento estas restricciones. Liberados de la tradición, animaron sus páginas con una composición dinámica, no lineal, realizada por medio de palabras y letras pegadas en lugar de la reproducción fotográfica.

Los pintores futuristas estuvieron fuertemente influenciados por el cubismo, pero también se aventuraron a expresar en su trabajo el movimiento, la energía y la secuencia cinemática. Fueron los primeros en emplear la palabra simultaneidad en el contexto del arte visual para representar la existencia o los acontecimientos concomitantes, tales como la presentación de diferentes perspectivas en una misma obra de arte.

El Manifiesto de la arquitectura futurista fue escrito por Antonio Sant´Elia. Quien proclamaba una construcción basada en la tecnología y la ciencia, así como un diseño para las demandas propias de la vida moderna. Consideró absurda la decoración y utilizó líneas dinámicas diagonales y elípticas porque su fuerza emocional es mayor que la de las horizontales y las verticales. Trágicamente, Sant´Elia fue muerto en el campo de batalla pero sus ideas y sus dibujos visionarios influyeron en la corriente del diseño moderno, en particular del art deco.

Las técnicas violentas, revolucionarias de los futuristas fueron adoptadas por los dadaístas, los constructivistas y la escuela de De Stijl. Los futuristas iniciaron la publicación de manifiestos, la experimentación tipográfica y las maniobras publicitarias.

El concepto futurista de convertir la escritura, la tipografía o ambas en formas visuales concretas y expresivas era una preocupación en algunos poetas de la antigüedad y se remonta, por lo menos, al poeta griego Simias de Rodas. Llamada poesía modelo, estos versos a menudo tomaban la forma de objetos o símbolos religiosos. En el siglo XIX, el poeta alemán Arno Holz amplió los efectos de esta forma, por medio de trucos como la omisión de las mayúsculas y de la puntuación, variaciones en el espaciado de las palabras para significar pausas y el empleo de más de un signo de puntuación para dar énfasis.

En el libro de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas, se utilizaron tipos de tamaños descendentes y formas pictóricas para construir una forma semejante a la cola de un ratón, como parte del cuento que narraba una historia acerca de él.

El poeta simbolista francés Stéphane Mallarmé publicó su obra Un coup de Dés, compuesta por 700 palabras en 20 páginas y el siguiente orden tipográfico: mayúsculas, minúsculas, romanas e itálicas. En lugar de rodear un poema de márgenes vacíos en blanco, este “silencio” es dispersado a lo largo del trabajo como parte del significado. En lugar de enhebrar palabras en una secuencia lineal como si fueran cuentas, éstas aparecen colocadas inesperadamente en la página, para expresar sensaciones y evocar ideas. Mallarmé tuvo éxito al vincular la tipografía con la notación musical; la colocación y la altura de las palabras se relacionan con la entonación, su importancia en la lectura oral y el ritmo.

Otro poeta francés, Guillaume Apollinaire, estuvo íntimamente ligado con los cubistas, particularmente con Picasso y tuvo gran rivalidad con Marinetti. Apollinaire había defendido la escultura africana había definido los principios de la pintura y la literatura cubistas. Su contribución al diseño gráfico, única en su género, fue la publicación en 1918 de su libro titulado Caligramas, poemas en los cuales las letras están dispuestas para formar un diseño, una figura o una pictografía visual. En estos poemas, explora la fusión potencial de la poesía y la pintura e intenta introducir el concepto de la simultaneidad del tiempo y de la tipografía límite de la secuencia de la página impresa.

Fuente: Historia del diseño gráfico de la Universidad de Londres