Francisco Franco Bahamonde
Francisco Franco Bahamonde (1892-1975), militar y político español, jefe del Estado (1936-1975), responsable del régimen autoritario (franquismo) que se inició durante la Guerra Civil (1936-1939) y concluyó con la muerte del titular.
Carrera militar: hasta la jefatura del estado
En esta interactividad están recogidos los principales hitos de la Guerra Civil española (1936-1939) divididos en cuatro grandes bloques temáticos.
El general Francisco Franco, aclamado tras convertirse en generalísimo y jefe del Estado. No habían transcurrido ni tres meses desde que comenzara la Guerra Civil española, y Franco asumía el liderazgo militar y político de los alzados, que, inicialmente, no estaban reservados para su persona. Pero el designado jefe de la rebelión en primera instancia, el general José Sanjurjo, había fallecido en un accidente de aviación el 20 de julio de ese año; y el que podía haber resultado principal competidor de Franco en una posible lucha por el poder, el general Emilio Mola (al que en esta fotografía se puede ver, en segundo plano, con uniforme y gafas), moriría, igualmente al estrellarse su avión, el 3 de junio de 1937.
Otra destacada personalidad afecta al alzamiento, José Antonio Primo de Rivera, había sido fusilado en territorio republicano el 20 de noviembre de 1936. Franco tomaba así un poder que ejercería, sin fisuras, hasta 1975, cuando su muerte significó también el epitafio de su régimen, el franquismo, nombre que recibe igualmente aquel periodo de la historia de España. En 1907 ingresó en la Academia Militar de Toledo. Con 20 años comenzó su carrera militar en el Ejército de África, lo que le permitió cosechar méritos y ascensos por acciones bélicas durante la guerra de Marruecos. A partir de entonces se produjo la aceleración de la que sería una brillante carrera militar, que le llevó a ascender a general de brigada en 1926, convirtiéndose en el general más joven de Europa.
Durante la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, que había dado comienzo en 1923, desempeñó el cargo de director general de la Academia General Militar de Zaragoza desde 1928. Pocos meses después de la proclamación de la II República, que había tenido lugar en abril de 1931, Manuel Azaña, el entonces ministro de la Guerra del gobierno provisional republicano, decretó el cierre de dicha institución castrense y el consiguiente cese de Franco al frente de la misma. Finalizada la etapa de gabinetes reformistas formados por republicanos y socialistas, intervino como asesor del ministro de la Guerra, Diego Hidalgo Durán, en la represión de la insurrección revolucionaria de Asturias (octubre de 1934) y en 1935 asumió la jefatura del Estado Mayor por designación del nuevo ministro de la Guerra, José María Gil-Robles.
El mutuo respaldo recibido por la Iglesia católica y el régimen político instaurado por el general Francisco Franco ha recibido el nombre de nacionalcatolicismo. Dicha institución cristiana apoyó a las fuerzas encabezadas por Franco durante la Guerra Civil española (1936-1939), hasta el punto de otorgar a la misma la categoría de Cruzada. La instauración del régimen dictatorial triunfante estuvo unida a la hegemonía religiosa e incluso cultural de la Iglesia católica. En esta imagen, el general Franco realiza el saludo fascista en un acto celebrado el 24 de noviembre de 1938 ante la fachada principal de la catedral de Burgos, cuando el conflicto todavía no había llegado a su fin.
La Guerra Civil española llegaba a su final cuando fue tomada esta imagen (19 de enero de 1939), en la que aparece el general Francisco Franco al frente de sus tropas en el decisivo avance sobre Cataluña, meses después de vencer a las fuerzas militares republicanas en la denominada batalla del Ebro. El retroceso que sufriría la cultura catalana tras la inmediata conquista franquista no recuperó unos niveles aceptables hasta muchas décadas más tarde.
Tras el triunfo electoral del Frente Popular (febrero de 1936) el gobierno presidido por Azaña le destinó a la comandancia general de Canarias. Desde este puesto intervino en el levantamiento militar contra el gobierno republicano, iniciado el 17 de julio en Marruecos y origen de la Guerra Civil. El 20 de julio moría en accidente de aviación el general José Sanjurjo, quien debía dirigir la insurrección militar. Entre otros acuerdos, la Junta de Defensa Nacional constituida el 24 de julio en Burgos por los militares sublevados y presidida por el general Miguel Cabanellas distribuyó el mando del Ejército rebelde del Norte y del Sur entre los generales Emilio Mola y Francisco Franco. No obstante, poco después se resolvió la unidad de mando militar y político a favor de Franco.
Cuando el 28 de marzo de 1939, tres días antes del final de la Guerra Civil española, las vencedoras tropas del general Francisco Franco entraron en la capital estatal, la ciudad de Madrid, ésta se encontraba en el estado lamentable que cabía esperar después de haber sufrido durante más de dos años los avatares de la contienda.
El 29 de septiembre de 1936 fue nombrado por la Junta de Defensa Nacional generalísimo de las fuerzas militares sublevadas y jefe del gobierno. Con esta medida, Franco dispondría en adelante de plenos poderes, que ejerció hasta su muerte. El fallecimiento en accidente de aviación del general Mola (junio de 1937) le liberó de un posible competidor.
Francisco Franco declaró la neutralidad española cuando dio comienzo la II Guerra Mundial, en septiembre de 1939, pocos meses después de haber obtenido la victoria en la Guerra Civil. Cambió su vinculación con el conflicto cuando, en junio de 1940, pasó a defender la condición de “no beligerante” del Estado español. No obstante, Franco arguyó durante la reunión las dificultades económicas que impedían la intervención española en el conflicto, razón por la cual ambas partes no llegaron a acuerdos de importancia.
Sin haber finalizado la contienda, Franco presidió el 30 de enero de 1938 el primer gobierno de su larga dictadura. Desde que terminó la guerra el 1 de abril de 1939 y hasta su muerte (acaecida el 20 de noviembre de 1975 en Madrid), monopolizó un régimen que se confunde con su titular: el franquismo. Hasta junio de 1973, cuando por primera vez cedió la jefatura del gobierno a su “mano derecha”, el almirante Luis Carrero Blanco, Franco fue al mismo tiempo jefe del Estado, del gobierno y del Ejército.
El franquismo
La última aparición pública del general y jefe del Estado español Francisco Franco Bahamonde tuvo lugar el 1 de octubre de 1975, momento que ilustra esta fotografía. El acto tuvo lugar en la plaza de Oriente (Madrid), el lugar habitual de convocatoria de los seguidores del dictador, quien, como muestra la imagen, se dirige a la multitud desde un balcón del palacio real, en compañía de su sucesor, el príncipe Juan Carlos. Éste comenzó a reinar tras el fallecimiento de Franco, ocurrido el 20 de noviembre de ese año, dando inicio al proceso de transición española a la democracia posterior al régimen dictatorial franquista.
El periodo durante el cual ejerció el poder el general Franco, así como el régimen político creado por éste ha recibido el nombre de franquismo. Comprende un dilatado proceso que entremezcla continuismo y cambios durante casi cuatro décadas. Desde el Alzamiento (denominación que los sublevados dieron al inicio de su rebelión con la que comenzó la Guerra Civil), nadie dudó de que, en caso de vencer, el régimen previsto sería una ruptura respecto del pasado republicano.
Así lo fueron las primeras instituciones gubernamentales creadas para la España “nacional” (nombre con el que los sublevados reconocían el territorio sobre el que ejercían su control) en plena Guerra Civil: Junta de Defensa Nacional (julio-octubre de 1936), Junta Técnica de Estado (octubre de 1936-enero de 1938) y primer gobierno presidido por Franco, que serían el germen de la dictadura.
La institucionalización del régimen político autoritario español encabezado por el general Francisco Franco, y su adecuación a las cambiantes circunstancias internas y exteriores, dio como resultado una paulatina promulgación de las denominadas Leyes Fundamentales, verdadero simulacro de constitución fragmentada.
Los apoyos recibidos desde el principio permitían presumir el futuro político del “Nuevo Estado” que, por su larga duración, pasó sucesivamente por las fases de dictadura personal, totalitarismo autoritario de “pluralismo limitado” y tecnocrático o, como gustó repetir su creador, de democracia orgánica.
En cualquier caso, se trató de un régimen sin ningún carácter democrático, no sólo por su origen (sedición generadora de una guerra civil) sino por su posterior desarrollo, caracterizado por el mando personal del caudillo, la inexistencia de partidos políticos, de división de poderes y de libertades, así como por el fuerte control ejercido desde el poder, cuya naturaleza coincidía con la ideología franquista: antiliberalismo, anticomunismo, antirrepublicanismo, nacionalismo, concepción jerárquica y autoritaria y nacionalcatolicismo.
En su última fase, sin abandonar el trauma de la Guerra Civil y la despolitización como recursos, se incorporaron otros factores: la ideología desarrollista, un nuevo sistema educativo y el europeísmo, junto con el evidente cambio de la estructura social que tuvo efecto desde la década de 1960.
Con todo, y hasta el final, el franquismo defendió a ultranza la trama ideológica de los llamados principios del Movimiento: unidad e integridad de la patria, confesionalidad del Estado, la monarquía tradicional como forma de gobierno (aunque no apareció la figura del monarca) y el corporativismo, que definía la representatividad a través del municipio, el sindicato vertical (nacionalsindicalismo) y la familia.
Este fue, en efecto, el proceso institucionalizador del Nuevo Estado, no consumado hasta enero de 1967 con la promulgación de la Ley Orgánica del Estado que culminaba las denominadas siete Leyes Fundamentales, el peculiar acercamiento al constitucionalismo del régimen franquista: Fuero del Trabajo (marzo de 1938), Ley Constitutiva de las Cortes Españolas (julio de 1942), Fuero de los Españoles (julio de 1945), Ley del Referéndum Nacional (octubre de 1945), Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (julio de 1947), Ley de Principios Fundamentales del Movimiento Nacional (mayo de 1958) y la ya citada Ley Orgánica del Estado.
Quedaba como resquicio de cara al futuro la proclamación en 1969 del príncipe de España como sucesor a título de rey, en una monarquía instaurada, que no restaurada. El fallecimiento de Franco propició de alguna manera en 1975, y sin que el dictador se lo hubiera propuesto, la monarquía democrática bajo el reinado del nieto de Alfonso XIII, Juan Carlos I, poniendo de manifiesto la inviabilidad del “franquismo sin Franco”. El proceso posterior al deceso del general se conoce como transición a la democracia.
Todo este proceso de lento y tímido aperturismo demandado por el desarrollo económico de la década de 1960 y que según cabía esperar debía conllevar un desarrollo político, tropezó con las tensiones entre los llamados inmovilistas (falangistas ortodoxos) y los conocidos como aperturistas en cuestiones tales como la sucesión en la jefatura del Estado, la apertura hacia los países de la órbita soviética, el asociacionismo o la atención de las demandas expresadas por la conflictividad laboral, en definitiva: el posible camino hacia la democracia.
Si, como se ha dicho, un amplio sector del pueblo aceptó el franquismo, al menos en los dos primeros decenios, y siempre como un mal menor tras una cruenta guerra civil, tampoco faltó la presencia de una oposición política. En los primeros años ésta estuvo a cargo de las guerrillas que actuaron en determinadas zonas del territorio español, así como de la oposición democrática llevada a cabo desde el exilio (republicanos, monárquicos seguidores de Juan de Borbón y Battenberg, socialistas y comunistas) cuyo punto álgido fue el Congreso de 1962, que la prensa oficial descalificó como “contubernio de Munich”.
A todo ello deben unirse las huelgas y conflictos laborales (el recién nacido sindicato Comisiones Obreras consiguió infiltrarse en las instituciones autorizadas, en tanto que la socialista Unión General de Trabajadores (UGT) mantuvo la lucha clandestina) y estudiantiles (contrarios al oficial Sindicato Español Universitario, SEU) y, en el último tramo, las actuaciones de grupos ligados a la Iglesia católica que marcaron distancias con el régimen después del Concilio Vaticano II (1962-1965), sin olvidar la acción de grupos terroristas como la organización independentista vasca ETA.
El franquismo consiguió superar el aislamiento internacional al que estuvo sometido el régimen durante la década de 1940 por haber mantenido, bajo la capa de neutralidad en la II Guerra Mundial, la amistad con las potencias del Eje. Pero la Guerra fría modificó el panorama y obligó a aceptar la situación española. Los pilares de este reconocimiento internacional se plantaron en 1953 con la firma del Concordato con la Santa Sede y la de los pactos económicos y militares con Estados Unidos (Convenio de Amistad y Cooperación). Ambos hicieron saltar el cerco impuesto hasta entonces a Franco. En 1955 España ingresó en la ONU, si bien antes lo había hecho en otras organizaciones internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la UNESCO y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Desde finales de 1969, coincidiendo con la llegada al Ministerio de Asuntos Exteriores del tecnócrata Gregorio López Bravo, la diplomacia española inició una apertura hacia los países del entorno soviético, en un principio con carácter comercial y más tarde en forma de relaciones diplomáticas plenas. Los gobiernos latinoamericanos se dividieron al iniciarse la Guerra Civil en torno a la actitud que deberían adoptar frente al conflicto y aunque México (presidida durante la guerra por Lázaro Cárdenas) mantuvo siempre una política de firme defensa de las instituciones republicanas, que se prolongó hasta la muerte de Franco y la celebración de las primeras elecciones democráticas en 1977, los demás países fueron reconociendo al dictador y su régimen, sin excepción.
Franco, por otra parte, encontró apoyo y simpatía en los gobernantes autoritarios latinoamericanos de todas las épocas: las actitudes personales y gubernamentales del argentino Juan Domingo Perón, el dominicano Rafael Leónidas Trujillo o el chileno Augusto Pinochet fueron una buena muestra de ello.
De otro lado, a las buenas relaciones con los países musulmanes expresadas en las visitas de los jefes de Estado de Arabia Saudí, Jordania, Irak, Irán y Egipto, cabe añadir el reconocimiento español a la independencia del territorio de Marruecos bajo su protectorado (1956), el reconocimiento de los derechos de dicho país sobre Ifni (1969) o la independencia de Guinea Ecuatorial (1968).
Sin quebrar el monolitismo del sistema, los principales grupos colaboradores en los gobiernos franquistas fueron militares, falangistas, monárquicos, católicos y tecnócratas. Salvo en los dos últimos gabinetes (presididos por Luis Carrero Blanco desde junio hasta diciembre de 1973, y por Carlos Arias Navarro, que sustituyó a éste tras su asesinato a manos de ETA), todos tuvieron como presidente a Franco, responsable único de los equipos ministeriales, sujetos en la duración y composición a su exclusiva voluntad.
Algunos de los principales ministros de los gobiernos presididos por Franco fueron, además de los ya mencionados Carrero Blanco, Arias Navarro y López Bravo: Ramón Serrano Súñer, Francisco Gómez Jordana, Juan Antonio Suances, José Enrique Varela, Alberto Martín Artajo, Agustín Muñoz Grandes, Fidel Dávila, José Antonio Girón, Raimundo Fernández Cuesta, Joaquín Ruiz Giménez, José Solís Ruiz, Manuel Fraga Iribarne, Alberto Ullastres, Camilo Alonso Vega y Torcuato Fernández-Miranda.
El primer periodo, transcurrido desde 1939 hasta 1951, fue una etapa de autarquía que acusó los efectos de las guerras civil y mundial. La década de 1960 fue una década de expansión que había dado comienzo con el Plan de Estabilización de 1959 y continuó hasta 1973, respondiendo en cierto modo al esquema propuesto por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE): energía barata, precios favorables en alimentos y materias primas, reservas de mano de obra barata procedente del sector primario, aumento de la población activa y expansión del mercado internacional.