Alfonso XII
Alfonso XII (1857-1885), rey de España (1875-1885), su acceso al trono supuso el inicio del periodo que habría de ser conocido como Restauración.
Su exilio
Hijo de la reina Isabel II y de Francisco de Asís de Borbón, nació en Madrid el 28 de noviembre de 1857. Exiliado en Francia con su familia a los 11 años —tras el destronamiento de su madre por la revolución de 1868—, estudió en París, Viena y, por último, siguiendo instrucciones de Antonio Cánovas del Castillo, quien quería que conociese un país liberal y constitucional, en la Academia Militar británica de Sandhurst, desde donde dirigió el 1 de octubre de 1874 un manifiesto en el que proponía la política de conciliación que sería clave durante su reinado.
En 1870, su madre abdicó desde su exilio en París en su favor, con el objeto de favorecer el regreso de la Casa de Borbón al ejercicio de la monarquía en España. Fracasadas las diferentes soluciones políticas del Sexenio Democrático (1868-1874), en 1874 no parecía haber otra salida que la restauración de los Borbones. El pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos en Sagunto (29 de diciembre de 1874) precipitó su vuelta a España y su posterior coronación, en enero del año siguiente.
Su reinado
El sistema político que imperó en España durante el último cuarto del siglo XIX y, en gran medida, en el primero del siglo siguiente fue denominado ‘canovista’ (aunque es más conocido, al igual que su correspondiente periodo histórico, como Restauración) debido a la figura de quien es considerado su artífice: el político e historiador malagueño Antonio Cánovas del Castillo. Este retrato suyo, pintado al óleo por Ricardo Madrazo, se encuentra en el Congreso de los Diputados (Madrid).
Junto con el conservador Antonio Cánovas del Castillo, el liberal Práxedes Mateo Sagasta ejerció una de las mayores influencias políticas durante el último cuarto del siglo XIX español. Desde 1870 hasta 1902, accedió a la jefatura del gobierno en nueve ocasiones. Este retrato al óleo, de 1877, se encuentra en el Congreso de los Diputados (Madrid, España).
Tras el fallecimiento de su esposo, el rey español Alfonso XII, en 1885, María Cristina de Habsburgo-Lorena pasó a desempeñar la regencia hasta 1902, año en el que el hijo de ambos, Alfonso XIII, alcanzó la mayoría de edad. La obra que aquí se reproduce es el óleo titulado Alfonso XIII y doña María Cristina, cuyo autor es Luis Álvarez Catalá (c. 1898), conservada en el palacio del Senado (Madrid).
El primer problema del reinado de Alfonso XII vino dado por la tercera Guerra Carlista, que ya había comenzado en 1872. Tras sucesivos desastres carlistas (Olot, Valencia, Estella), Alfonso XII fue reconocido como rey legítimo por el militar carlista Ramón Cabrera el 11 de febrero de 1875, un año antes de que el conflicto resultara definitivamente concluido. Al mismo tiempo, los republicanos se mantenían inactivos.
La Constitución promulgada el 30 de junio de 1876 reprodujo el pensamiento político conservador de su principal artífice, Antonio Cánovas del Castillo.
Proclamada la Constitución de 1876, el rey fue representado como su fiel cumplidor. Un turno pacífico de partidos, ideado por Cánovas, permitió el reparto del poder y evitaba su toma por la fuerza. Frente al Partido Conservador, se potenció la creación del Partido Liberal para aglutinar la fuerzas de centro izquierda, y Práxedes Mateo Sagasta pasó a ser su jefe. A partir de 1881, ambos partidos se turnaron de manera casi matemática.
El matrimonio con su prima Mercedes de Orleans (contraído el 18 de enero de 1878), festejado y recordado por la memoria popular (que pasó a conocer a la Reina como María de las Mercedes), duró poco debido al temprano fallecimiento de aquélla. Se volvió a casar, el 29 de noviembre de 1879, con María Cristina de Habsburgo-Lorena, con quien tuvo dos hijas —María de las Mercedes y María Teresa— y un hijo póstumo, el futuro Alfonso XIII.
Enfermo de tuberculosis desde hacía tiempo, sus obligaciones protocolarias y sus salidas nocturnas empeoraron la enfermedad. Cánovas, preocupado por la estabilidad de la monarquía y para evitar otro pleito dinástico, llegó con Sagasta al conocido como Pacto de El Pardo, cediendo el gobierno a los liberales.