Atapuerca
Atapuerca, complejo arqueológico español, situado en la sierra y en la localidad homónima, en las proximidades de la ciudad de Burgos, que ha mostrado los más antiguos fósiles humanos de Europa (anteriores a 800.000 años) y una abrumadora colección paleoantropológica, algo más moderna, sin parangón para el estudio de las poblaciones europeas de la edad de piedra, tanto más importante cuanto que su investigación ha permitido conocer las del paleolítico inferior evolucionado.
A uno de ellos, la Sima de los Huesos, se accede desde la denominada Cueva Mayor; no así a los restantes —Gran Dolina, Galería, Sima del Elefante, Cueva del Mirador—, a los que se llega desde el exterior, ya que la sección de sus depósitos se manifiesta limpiamente en las paredes de una expeditiva trinchera para un ferrocarril minero, cortada en la falda oeste de la montaña.
Una prospección de Cueva Mayor efectuada en 1911 por Carballo inauguró las investigaciones en Atapuerca, sin reparar en la importancia de la Trinchera hasta los trabajos preliminares de Crusafont y Jordá en la década de 1960. Sin embargo, el proyecto, actualmente en marcha, no se inició hasta el año 1974 a raíz del descubrimiento de los primeros restos humanos pre–neandertales en la Sima de los Huesos. Desde entonces, las excavaciones se han sucedido ininterrumpidamente, tanto allí como en la Trinchera, corriendo a cargo de un acreditado equipo de paleontólogos, geólogos y prehistoriadores, bajo la dirección de los doctores Juan Luis Arsuaga Ferreras, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell Roura.
Vaciado prácticamente el yacimiento de Galería (TG), donde se detectaron áreas de actividad humana atribuidas al achelense, el grueso de la excavación acometida en Trinchera se ha trasladado a Gran Dolina, un inmenso embudo colmatado por 18 m de sedimentos arcillosos, cuyo relleno se divide en once niveles numerados consecutivamente de base a techo. Once niveles que reflejan una secuencia paleontológica continua, correspondiente al último millón de años, en la que, sin embargo, las huellas de actividad antrópica —muy particularmente restos de piedra tallada— se limitan a los denominados TD (Trinchera Dolina) 3, 4, 5, 6, 7, 10 y 11.
LOS PRINCIPALES HALLAZGOS
El documento estelar es sin duda TD6, el ‘estrato Aurora’, por haber proporcionado una fauna representativa del final del pleistoceno inferior, con la especie Mimomys savini como principal protagonista; por asociarse a él un conjunto de herramientas líticas talladas, todavía no muy relevante al reducirse la superficie excavada a 6 m2, pero que no ha dudado en calificarse como pre-achelense, y, muy en particular, por el sensacional descubrimiento de 36 restos humanos correspondientes a un mínimo de cuatro individuos, que pasan por ser, dada su anterioridad al episodio de inversión magnética de Matuyama-Bruhnes (hace 780.000 años), los huesos humanos más antiguos descubiertos en el continente europeo. De otra parte, el tamaño relativamente reducido de las piezas dentales postcaninas ha impulsado a compararlas con las del Homo habilis africano.
Pero, al mismo tiempo, ciertos rasgos mandibulares apoyan la relación de estas primitivas poblaciones europeas con los propios moradores mesopleistocénicos de Atapuerca de avanzado el paleolítico inferior (aquellos registrados en la Sima de los Huesos, como veremos), insinuando su condición de antepasados de los mismos. Conocidos ciertos documentos antropológicos de notable antigüedad en el este de Europa y en Oriente Próximo —la mandíbula de Dmanisi, en Georgia (1,5 millones de años) o la estación palestina de Ubeidiya (1,4 millones de años)— faltaban hasta ahora en el oeste del continente fósiles de edad comparable, lo que contribuyó a que ciertos autores, como Gamble, defendieran que su colonización sólo habría tenido lugar hace poco más de medio millón de años. Los descubrimientos de Gran Dolina acreditan una ocupación humana de la península Ibérica de unos 800.000 años de antigüedad, y no descartan fechas aún más antiguas, a juzgar por ciertos indicios de actividad antrópica detectados en TD3 y TD4.
La Sima de los Huesos, que rivaliza en celebridad con Gran Dolina, destaca no por la antigüedad del depósito —con ser considerable, ya que remite al pleistoceno medio—, sino por su excepcional contenido: hasta 1994, todavía a medio excavar, más de 13.000 restos esqueléticos, lo que representa, con enorme diferencia, el conjunto de fósiles humanos más importante recuperado nunca en yacimiento alguno del paleolítico inferior. De hecho, la Sima aportaba entonces más del 70% de los restos humanos fósiles de todo el mundo correspondientes al pleistoceno medio, desplazando inesperadamente a un segundo plano a estaciones legendarias como L’Aragó (Francia), Chu-ku-tien (China), Petralona (Grecia), Verteszöllos (Hungría) o Steinheim (Alemania).
La feliz conjunción en la Sima de individuos de ambos géneros y de diferentes edades ha sido fundamental para conocer el acusado dimorfismo sexual de estas poblaciones pre-neandertales a las que Arsuaga y Bermúdez de Castro consideran herederas del muy antiguo Homo heidelbergensis de TD6 y estrechamente emparentadas, hasta el punto de no rehuir su inclusión en una misma especie, con los clásicos hombres de Neandertal del paleolítico medio.
Algún dudoso indicio de pinturas rupestres atribuidas al paleolítico superior, y una serie de ocupaciones neolíticas y de la edad del bronce acreditadas en Cueva Mayor, completan la panorámica de los yacimientos prehistóricos de la sierra de Atapuerca. © 1993-2008 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
EL HOMO ANTECESSOR
El equipo científico español responsable del estudio del yacimiento de Atapuerca recibió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica en 1997. Los restos fósiles humanos hallados durante las campañas de 1994, 1995 y 1996 en el llamados locus Gran Dolina, concretamente en el estrato Aurora de su nivel Trinchera Dolina 6 (TD6), han sido lo suficientemente significativos como para dar origen a una hipótesis que bautiza a los individuos cuyos restos han sido encontrados como parte de una nueva especie del género Homo: el Homo antecessor.
De verificarse las afirmaciones del equipo codirigido por Juan Luis Arsuaga Ferreras, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell, el Homo antecessor revolucionaría todos los presupuestos teóricos existentes en la actualidad en los campos de la prehistoria y la paleoantropología. La cadena evolutiva de la especie humana, muchas veces trazada, otras tantas corregida, pero siempre carente de un eslabón que le diera continuidad cronológica y, por tanto, legitimación científica, puede verse ahora completada.
Los 86 restos del supuesto Homo antecessor hallados en el antedicho estrato de TD6, pertenecen a cráneos y mandíbulas de seis individuos (dos niños menores de seis años, uno mayor de diez, uno de trece o catorce y dos adultos) que vivieron hace casi 800.000 años. Sus características antropomórficas parecen independizarles de cualquier similitud con otros restos fósiles hallados hasta la fecha en Europa, pero posibilitan la conexión entre ellos. La anterior teoría, que afirmaba que los ‘europeos’ más antiguos vivieron, como mucho, hace 500.000 años, quedaría desmontada.
El Homo antecessor, que debió parecerse mucho en su físico al hombre actual, podría haber sido ese elemento que otorgaría un carácter continuo a la línea evolutiva del género Homo. Si bien la especie común a partir de la cual éste evolucionó fue recientemente identificada, el llamado Homo ergaster (localizado en Kenia y que vivió entre hace 1,5 y 2 millones de años), existía una gran variedad de teorías para explicar sus posteriores secuencias hasta llegar al resultado conocido, el Homo sapiens sapiens actual.
Según lo apuntado por los últimos descubrimientos de Atapuerca, el Homo ergaster debió rebasar físicamente su originario reducto africano hace aproximadamente 1 millón de años. A partir del movimiento espacial de aquella primera especie del género Homo, sus individuos comenzarían un desarrollo propio en Europa que conduciría a una bifurcación evolutiva. Por un lado, hacia el llamado Homo heidelbergensis, que a su vez derivaría en el Homo sapiens neanderthalensis (luego extinto, posiblemente por inadaptación frente a otras especies). Por otro, hacia el Homo sapiens sapiens. El Homo antecessor se situaría en los primeros momentos de dicha bifurcación, siendo una de las primeras fases evolutivas en Europa del Homo ergaster.
No habría habido, pues, un segundo movimiento migratorio desde África (como algunos defendían) hacia Europa, esta vez de especies sapiens desarrolladas en el continente africano. Si bien parece demostrado que el primer hombre nació en África, Atapuerca podría dar las claves para pensar que la especie sapiens que acabaría por habitar en Europa surgió con aquel primer ergaster africano. A partir del Homo antecessor de Atapuerca habrían surgido el Homo sapiens sapiens y una rama extinta, la del Homo heidelbergensis, especie preneanderthalensis a la cual pertenecen los restos fósiles de 32 individuos de 300.000 años de antigüedad hallados en el otro gran locus de Atapuerca: la Sima de los Huesos, cuya vívida reconstrucción ya fue posible gracias a su magníficamente conservado ‘cráneo número 5’.
Otro hecho ha redundado en la dimensión del descubrimiento del Homo antecessor. Mientras que los 32 individuos encontrados en la Sima de los Huesos permitían creer que esta profunda fosa habría servido como lugar de enterramiento durante años al grupo humano al que aquéllos pertenecían, los huesos de sus seis antepasados de la Gran Dolina (situada a 1 km de distancia) fueron depositados de manera bien distinta en su último lugar de descanso.
Los estudios de paleontología comparada efectuados sobre los fósiles del Homo antecessor revelan que las huellas y marcas de desgarro que los caracterizan, son exactamente iguales a las reconocidas en los restos de animales encontrados junto a ellos, y que se corresponden con los cortes producidos por utillaje lítico coetáneo. Ello es debido a que, de forma conjunta, los seis especímenes de Homo antecessor y la paleofauna asociada a ellos en el estrato Aurora, sirvieron de alimento a otros homínidos que practicaban la antropofagia, no pudiéndose establecer, por el momento, si se trataba de miembros de otro grupo de antecessor o, incluso, de individuos de otra especie del género Homo con quienes hace 780.000 años convivieron en este lugar.