Lenguaje Ético

En lo que respecta al problema del lenguaje de la ética, se han presentado varias teorías. Las más importantes han sido elaboradas por autores como C. K. Ogden e I. A. Richards, J. Dewey, A. J. Ayer, R. B. Perry, Ch. L.

Stevenson, R. M. Hare, etc., es decir, por filósofos que se han ocupado de la significación de las expresiones éticas, o que han analizado la naturaleza de las «reacciones» de un sujeto ante los imperativos éticos. Una de las doctrinas más difundidas ha sido la de J. Dewey, al distinguir entre términos descriptivos (como «deseado» y como «deseable»). Los términos éticos pertenecen al segundo grupo.

Ogden y Richards han distinguido entre lenguaje indicativo o científico, y lenguaje emotivo no científico; el de la ética pertenece a la segunda serie. El llamado análisis emotivo en la ética ha sido defendido por Ayer y Carnap, consiste en hacer de los juicios valorativos dentro de los cuales se hallan los éticos juicios metafísicos, esto es, no teóricos y no verificables.

Ch. L. Stevenson, ha elaborado estas distinciones, pero refinándolas considerablemente, al mostrar que el hecho de que los juicios éticos no sean indicativos, sino prescriptivos, no significa que tales juicios pertenezcan pura y simplemente a la «propaganda». Los análisis de Perry están dentro del marco de una ética normativa, la cual pretende ser a la vez una ciencia natural.

En cuanto a Hare, ha examinado sobre todo los usos de los términos éticos y axiológicos, mostrando que, aún cuando todos ellos están dentro de un lenguaje prescriptivo, no pueden simplemente confundirse entre imperativos y juicios de valor, y entre imperativos singulares y universales, o entre juicios de valor morales y no morales.

Lo común en todas estas investigaciones ha sido el hecho de haberse reconocido que hay un lenguaje propio de la ética, que este lenguaje es de naturaleza prescriptiva, que se expresa mediante mandatos o mediante juicios de valor y que no es posible, en general, un estudio de la ética sin un previo estudio de su lenguaje.

El «lenguaje de la ética», ha sido objeto de numerosas investigaciones, especialmente, aunque no exclusivamente, por parte de filósofos de orientación analítica; algunas de estas investigaciones han estado ligadas al desarrollo de ciertos tipos de ética, unido a la formulación de reglas de índole metaética.

Común a dichas investigaciones es el estudio del tipo de términos y, en general, del vocabulario usado en ética o, más precisamente, en el llamado «lenguaje moral». Una de las más conocidas tesis es la de G.E. Moore, el cual pone de relieve que el término «bueno» y «malo», si bien Moore se preocupa poco del último no es definible mediante otros términos que puedan declararse sinónimos con él, ya que si tal ocurriera entonces el enunciado «A es bueno» seria analítico. Definir «bueno» mediante otro término supuestamente sinónimo es cometer la «falacia naturalista» La palabra «bueno» no es, en este sentido, un predicado «natural».

Una concepción que durante un tiempo alcanzó gran boga es la que llevó a Ogden y Richards a distinguir entre lenguaje indicativo o declarativo y lenguaje no indicativo y no declarativo; mediante este último se expresan actitudes y reacciones. Dewey distinguió entre términos valorativos (como «deseado») y términos descriptivos (como «deseable»). Varios positivistas lógicos pusieron de relieve que los enunciados en que figuran términos «morales» no son ni tautológicos ni verificables y, por tanto, carecen propiamente de significación; en todo caso, no pueden forjarse criterios de significado para tales términos.

Ayer, popularizó la idea de que los juicios morales expresan sentimientos de los que los formulan con el propósito, además, de influir sobre las actitudes ajenas.

R.M. Hare señaló que el lenguaje moral no es emotivo, ni tampoco indicativo o informativo, sino prescriptivo.

Fuente: Apunte de Ética Para el Diseño Gráfico de la U de Londres