La Esencia de la Ética
En lo que toca a la cuestión de la esencia, hay dos concepciones anti – éticas, (idealistas) que pueden designarse con el nombre de ética formal y ética material.
Ninguna de ellas aparece, naturalmente, en toda su pureza y puede decirse, por lo contrario, que toda doctrina ética, es un compuesto de formalismo y «materialismo», los cuales se han mantenido como constantes a lo largo de toda la historia de las teorías y actitudes morales.
Sin embargo, el predominio del elemento formal en la filosofía práctica de Kant y del elemento material en casi todos los demás tipos de ética, han llevado a contraponer el kantismo al resto de las doctrinas morales y a presentarlo como uno de los primeros intentos, relativamente logrado, para establecer lo a priori en la moral. Para Kant, en efecto, los principios éticos superiores, los imperativos, son absolutamente válidos a priori y tienen con respecto a la experiencia moral la misma función que las categorías con respecto a la experiencia científica.
El resultado de semejante inversión de las tesis morales conduce, por lo pronto, al trastorno de todas las teorías existentes con respecto al origen de los principios éticos.
Dios, libertad e inmortalidad no son ya, en efecto, los fundamentos de la razón práctica, sino sus postulados, De ahí, que el formalismo moral kantiano exija, al propio tiempo la autonomía ética, el hecho de que la ley moral no sea ajena a la misma personalidad que la ejecuta. Opuestas a este formalismo se presentan todas las doctrinas éticas materiales de las cuales cabe distinguir, como ha hecho A Müller, entre la ética de los bienes y la de los valores.
La de los bienes comprende todas las doctrinas que, fundadas en el hedonismo o consecución de la felicidad, comienzan por plantearse un fin. Según este fin, la moral se llama utilitaria, perfeccionista, evolucionista, religiosa, individual, social, etc. Su carácter común es el hecho de que la bondad o maldad de todo acto dependa de la adecuación o inadecuación con el fin propuesto, a diferencia del rigorismo kantiano donde las nociones de deber, intención, buena voluntad y moralidad interna anulan todo posible eudemonismo (libertad, uso del libre albedrío) en la conducta moral.
En una dirección parecida, pero con distintos fundamentos, se halla la ética de los valores, la cual representa, por un lado, una síntesis del formalismo y del materialismo, y por otro, una conciliación entre el empirismo y el apriorismo moral. El mayor sistematizador de este tipo de ética, Max Scheler, la ha definido, de hecho, como un apriorismo moral material pues en él empieza por excluirse todo relativismo, aunque al mismo tiempo, se reconoce la imposibilidad de fundar las normas afectivas de la ética en un imperativo vacío y abstracto.
El hecho de que semejante ética se funde en los valores demuestra ya el «objetivismo» que la guía, sobre todo si se tiene en cuenta que en la teoría de Scheler el valor moral se halla ausente de la tabla de valores superiores y de completo acuerdo con el carácter de cada personalidad.
Fuente: Apunte de Ética Para el Diseño Gráfico de la U de Londres