Efectos de las erupciones volcánicas
Los efectos de las erupciones volcánicas se manifiestan en:
– Caída de piroclastos. Los proyectiles volcánicos comprenden desde fragmentos del tamaño de un pequeño guijarro hasta grandes rocas y bombas de lava incandescente, y pueden llegar a considerable distancia.
– Lluvia de ceniza. La ceniza volcánica no es exactamente ceniza, sino rocas pulverizadas expulsadas en una nube de vapor y gases.
Es corrosiva, irritante y pesada. Puede llegar a cientos de kilómetros del cono del volcán y contaminar el agua, causar tormentas eléctricas, derrumbar edificios, bloquear carreteras y cursos de agua y puede llegar a enterrar ciudades enteras (como Pompeya). Suele ir combinada con gases tóxicos y corrosivos.
– Flujos de lava. Son poco peligrosos para la vida humana por su lentitud, pero fluyen hasta enfriarse o alcanzar el fondo del valle arrasando todo lo que encuentran a su paso.
– Nubes ardientes de magma gaseoso, gas y polvo, que pueden rodar por la ladera del volcán a una velocidad superior a los 160 km/h. Este fenómeno (llamado por los científicos “nube ardiente”) consiste en una bola incandescente que se mueve a tan gran velocidad que no es posible esquivarla.
La única posibilidad de sobrevivir a su paso es protegerse en un refugio sólido y subterráneo o en sumergirse en el agua y contener la respiración durante medio minuto aproximadamente hasta que haya pasado.
En 1902, una de estas nubes ardientes provocó en La Martinica 30.000 muertos.
– Lahares o avalanchas de lodo. El calor del volcán puede fundir la nieve y el hielo de sus laderas y provocar una avalancha de lodo que puede moverse a más de 100 km/h con efectos devastadores, como sucedió en el Nevado del Ruiz (Colom- bia) en 1985.
En un valle estrecho, el lahar puede alcanzar una altura de 30 m. Es un peligro aún después de que la erupción haya terminado, e incluso cuando el volcán, sin estar completamente activo, genera calor suficiente o cuando se producen lluvias torrenciales que fundir el hielo.
– Gases volcánicos. Son gases tóxicos (como el CO) capaces de envenenar a personas que se encuentren en zonas muy próximas al volcán y lesionar los pulmones de niños, ancianos y personas con problemas respiratorios situadas a gran distancia del mismo.
También suelen contener dióxido de azufre que, al combinarse con la lluvia, produce ácidos (sobre todo sulfúrico) en concentraciones que pueden quemar la piel, los ojos y las mucosas. Se acumulan en las hondonadas creando zonas de atmósfera mortal.
En la erupción del Teneguía, Canarias 1971, el único muerto fue un pescador que desobedeció la orden de no acercarse a las hondonadas.
– Terremotos
– Tsunamis.
Fuente: Manual S.E.P.E.I. de Bomberos, Publicaciones de la Diputación de Albacete