Inundaciones

En la provincia de Albacete, la caída esporádica de intensas precipitaciones se registra, sobre todo, en los meses de otoño.

En estos periodos, el agua del mar Mediterráneo sigue manteniendo temperaturas relativamente altas debido a la inercia térmica del verano, con un alto grado de evaporación y condensación atmosférica en vapor de agua.

Cuando los vientos soplan en dirección este-oeste, sobre todo debido a la presencia de bajas presiones centradas al sur de la península y norte de África, fuerzan la penetración de ese aire húmedo y cálido hacia la península que, al chocar contra la barrera montañosa del interior, es desplazado hacia niveles altos.

Cuando esta situación coincide con la existencia de una masa de aire frío a gran altura (“gota fría”) se provoca, en pocas horas, la aparición de estructuras nubosas muy compactas y de gran extensión que se conocen con el nombre de Sistemas Convectivos de Mesoescala que provocan una súbita y brutal condensación con precipitaciones torrenciales.

Se ha comprobado que la mayoría de estos sistemas se inician hacia el mediodía y alcanzan su máximo tamaño hacia la hora de la puesta del sol.

La mayor incidencia de estas precipitaciones de excepcional intensidad se observa especialmente en los meses de septiembre y octubre y, con menor frecuencia, en noviembre, habiéndose superado registros de más de 100 litros por metro cuadrado en menos de 24 horas.

Destacan en este sentido las inundaciones registradas los años 1957, 1959, 1973, 1982 y 1984, entre otros. También se registran fenómenos de origen tormentoso, a finales de la primavera y durante el verano, que desencadenan auténticas trombas de agua en muy breve espacio de tiempo, si bien en estos casos son más esporádicos y de ámbito espacial más reducido que las auténticamente peligrosas lluvias otoñales antes mencionadas.

Los condicionantes topográficos que inciden en las inundaciones rápidas se derivan de la existencia de un sistema de ramblas y barrancos, habitualmente secos, que drenan extensas superficies de terreno y, en caso de precipitaciones generalizadas y de gran intensidad, canalizan importantes caudales al saturarse la capacidad de infiltración del agua en la tierra.

Un ejemplo de este riesgo es lo ocurrido en Biescas el 7 de agosto de 1996, con 85 muertos en un camping mal ubicado. Igualmente, la desigual cobertura vegetal, más bien pobre, de casi todo el territorio contribuye a incrementar la escorrentía superficial e incrementa una erosión que determina importantes arrastres.

Finalmente, la obstrucción de los cauces naturales debida a diversas actividades humanas provoca desviaciones y embalses que afectan a zonas teóricamente seguras.

PREVENCIÓN. El Instituto Nacional de Meteorología, a través del Plan Nacional de Predicción y Vigilancia de Fenómenos Meteorológicos Adversos, es el organismo responsable de realizar un seguimiento constante de las condiciones meteorológicas y de comunicar cualquier posible riesgo a la Dirección General de Protección Civil.

Esta remite la información correspondiente a los servicios de emergencia, a los responsables políticos de las distintas Administraciones y, en ocasiones concretas, al público. Desgraciadamente los medios actuales no permiten, en muchos casos, alertar con suficiente anticipación ni precisión geográfica.

Como norma general, debe considerarse como zona con riesgo de inundación cualquiera que hubiera quedado inundada en algún momento del pasado. No importa cuanto tiempo hace que no se inunda. En algún momento volverá a inundarse.

Las actuaciones en materia de prevención del riesgo de inundaciones son múltiples y dependen de diversos organismos, sobre todo de los que tienen competencias en urbanismo, obras públicas y repoblación forestal.

Fuente: Manual S.E.P.E.I. de Bomberos, Publicaciones de la Diputación de Albacete