El ruido comunicacional, peligros, deformaciones, etcétera
La comunicación humana puede realizarse en cuatro niveles que son: la intrapersonal o consigo misma, la interpersonal (grupo pequeño de personas), la intermedia (grupo numeroso) y la colectiva (conocida también como masiva).
Aquí sólo trataremos de explicar el fenómeno de la comunicación interpersonal y de ninguna manera se explica la comunicación mediada o donde se emplean los llamados medios de comunicación.
Casi para cualquier conocimiento que se quiera enseñar es necesario recurrir a modelos que nos ilustren y expliquen los fenómenos que se presentan en forma natural. La comunicación no podía escapar tampoco del empleo de éstos para explicarse.
Una de las primeras cosas que habría que decir es que la comunicación tanto interpersonal como intermedia en la educación, es un proceso altamente dinámico que no es sencillo de explicar.
Para hacerlo tendremos que recurrir al empleo de un modelo, el cual va hacer las veces de una fotografía (elemento estático), que explica algo que constantemente se está moviendo; es como tratar de describir la personalidad de un individuo a través de su fotografía.
Entre los estudiosos de la comunicación existen varias corrientes que la explican, sin embargo, consideramos que hay dos grandes grupos que se identifican mejor; los que explican el fenómeno por medio de la interpretación de los mensajes y sus significados (la corriente de la semiología o semióticos) y los que la explican como una interacción a través de sus elementos que la conforman (la corriente centrada en el proceso).
Para efectos de este trabajo nos ubicaremos en esta última. El primer modelo reconocido en la era moderna es el de Laswell, que data de 1948, es una variante del modelo aristotélico que explicaba a la retórica.
A partir de éstos han venido surgiendo nuevos modelos que aportan otros elementos y que explican cada vez mejor el fenómeno comunicacional; tal es el caso de los siguientes: Shannon y Weaver (1949), Wilbur Schramm (1962) y otros más.
Como el objetivo de este trabajo es proponer un modelo y derivar algunos principios de la comunicación didáctica eficaz, no dedicaré espacio a analizar los modelos de comunicación antes mencionados. Sin embargo, reconozco que el modelo que propongo está inspirado y derivado de los autores mencionados.
El modelo que propongo lo he denominado «Psicosociológico». En cualquier modelo de comunicación interpersonal se identifican por un lado el Preceptor y por el otro al Perceptor.
El primero, que es conocido también como emisor o transmisor, se define como el individuo integral que origina, estructura y proyecta un mensaje; dichos mensajes son preceptos, o sea ordenamientos, reglas, métodos, etc.
Su contraparte, el Perceptor, que ha sido conceptualizado por muchos autores como Receptor, es el sujeto que recibe, interpreta y registra el mensaje. Ambos en un acto comunicativo se constituyen en Interlocutores, o sea los que hablan, y configuran el binomio Pre-Per (abreviación de Preceptor-Perceptor).
Los términos «preceptor» y «perceptor» los considero más adecuados como elementos explicativos de un modelo de comunicación en la educación , pues ellos dan el carácter psicológico y educativo al modelo, ya que estamos tratando con personas y no aparatos de la comunicación, que es lo que explican los otros modelos clásicos.
Por lo tanto, los conceptos «transmisor» y «receptor» son adecuados para explicar a la comunicación cuando está referida a aparatos (electrónicos o anatómicos). Es así que, las personas que envían o reciben un mensaje, no lo estructuran o lo asimilan tal como lo habían pensado o como lo recibieron.
Dicho mensaje está matizado de múltiples significados e interpretaciones, que a veces son exclusivos de cada persona; es decir, las palabras que llega a emplear o a escuchar una persona pueden estar significando diversas cosas.
El significado es la estructura que media la relación sujeto-objeto. Así, hay personas que ciertas palabras le significan cosas distintas, por ejemplo, la palabra «empinar», que les significa «agacharse», mientras otras personas la interpretan como «pararse con los pies de puntas para alcanzar algo en lo alto».
El preceptor a su vez consta de tres elementos: la Fuente, el Codificador o Encodificador y el Transmisor.
La fuente es el sitio exacto donde surge una idea o pensamiento y es obvio decir que esto se encuentra en las neuronas del sistema nervioso central.
El codificador es un sistema de signos que debe poseer toda persona para estar en posibilidad de estructurar mensajes, ese codificador lo constituye un idioma o lenguaje. Cada signo o conjunto de signos encierra significados que han sido creados por las sociedades humanas, convirtiéndose en un producto social y en una convención que les permite el entendimiento entre los individuos.
El código es un sistema arbitrario que debe ser comprendido tanto por el perceptor como por el perceptor, de lo contrario se dificulta la comunicación.
El ser humano ha resultado tan inteligente que ha desarrollado cientos de códigos hablados, escritos o simbólicos.
Así tenemos por ejemplo, el lenguaje oral y escrito, los ritos religiosos, los medios de comunicación (códigos: informático, radiofónico, televisivo, periodístico y cinematográfico), la música, la pintura, el cine, etc.
Hay códigos para todo género de situaciones donde el hombre en sociedad debe entenderse con los demás. Así por ejemplo hay hasta códigos que regulan el comportamiento.
El transmisor es el órgano o estructura anatómica que se encarga de producir materialmente el mensaje, lo integra: la lengua, laringe, tráquea, dientes, bóveda palatina, glotis y pulmones.
Aquí cabe hacer la siguiente observación, todo lo antes señalado explica únicamente a la comunicación verbal, pero cuando ésta se convierte en no verbal, o cuando tomamos en cuenta además de la verbal la no verbal, entonces tendremos que considerar al Preceptor como un todo integral, que con todas las partes de su cuerpo nos comunica.
El perceptor, como si fuera un espejo, representa la otra mitad idéntica del proceso comunicativo, pero en el sentido inverso, así el Perceptor tendrá primero que captar el mensaje a través de su Receptor, que es la estructura anatómica encargada de transformar las ondas sonoras o visuales, en impulsos nerviosos; lo constituyen: la oreja, oído medio, tímpano, oído interno, etc. O en el caso de la visión, el ojo y todas sus partes estructurales.
El descodificador o decodificador, como ya se explicó en el caso del codificador, es la convención o el sistema de signos que posee el individuo para interpretar, descifrar o comprender el mensaje; no olvidemos que éste no es natural, pues fue inventado por el hombre y se aprende a partir de que el individuo nace.
El destino es el lugar donde deberá ir a parar el mensaje, para ser conservado por corto, mediano o largo plazo. Tanto el descodificador como el destino se ubican en el sistema nervioso central o cerebro.
Lo que intermedia, o sea, lo que está entre los interlocutores son: el mensaje, el canal y el medio. Que también son elementos de primera importancia, pues si alguno de éstos estuviera ausente no se daría la comunicación.
El mensaje es la idea estructurada a través de un código y es la que se desea transferir, es la esencia de la comunicación, esta idea al materializarse es cuando se convierte en mensaje.
Por lo tanto, el mensaje no es tal mientras no esté fuera del perceptor. Dicho de otra forma, mientras se piensa no hay mensaje, tan solo pensamiento. Por ser el mensaje un elemento tan claramente importante es que los primeros estudiosos de la comunicación hicieron énfasis en su análisis.
El canal se identifica como el rango o espacio que ocupa el mensaje, a través de las ondas sonoras o electromagnéticas. Así las frecuencias audibles en el humano van de 20 a 20,000 hertz aproximadamente y las frecuencias visuales van de los 750,000 a los 430,000 billones de hertz o ciclos por segundo. Aquí cabe recordar que hay animales que rebasan estos límites y pueden oír y ver cosas que el humano sólo lo puede detectar con aparatos.
El medio es el elemento físico por el cual es posible que se transporten, viajen o se vehiculen los mensajes, si se trata del sonido (ondas longitudinales), el medio por el que viaja o se transporta dicho mensaje es el aire.
Si se trata de la luz y sus colores (ondas transversales), su elemento para la propagación es el «vacío». No confundir aquí este elemento con el o los medios de comunicación (cine, radio, televisión, etc.).
Un elemento de gran importancia en el modelo propuesto, que eventualmente se incorpora al proceso comunicacional es el Ruido, que se identifica como un aspecto pernicioso. En estricto sentido no debe ser considerado como elemento de comunicación, sino por el contrario, de incomunicación. Pues al involucrarse con los elementos de la comunicación afecta al proceso corrompiéndolo.
El ruido comunicacional se define como todo aquello que altera, atenúa u obstaculiza el proceso comunicativo; éste puede ser desde el clásico ruido sonoro (sonido inarmónico), hasta un pensamiento que distrae a cualquiera de los interlocutores.
El ruido en el proceso comunicativo puede ser de muchos tipos: semántico, psicológico y físico. Es semántico cuando está relacionado con los significados y el código.
Es psicológico cuando por alguna circunstancia los interlocutores (preceptor y perceptor), ocupan su pensamiento y atención en otra cosa que no se relaciona con lo tratado en el mensaje. Y es físico el ruido cuando algunos elementos se mezclan con el medio y canal, provocando un bloqueo e interferencia en el mensaje.
Como se podrá observar en el diagrama, también se representa con líneas punteadas, lo cual significa que no es elemento de comunicación.
Las diferentes flechas indican que puede presentarse en cualquiera de los elementos señalados degenerando el proceso.
Fuente: Apuntes de Seminario de Comunicación Social de la U de Londres