Escuela florentina y perusa
Escuela florentina
El primer pintor de quien se tiene datos es Cimabue, del que se conservan dos tablas con igual motivo: Una Virgen, en asiento de marfil, con el niño en brazos y rodeada de ángeles. Hay evidentes vestigios bizantinos, tanto en la simetría de la composición como la expresión asombrada de los rostros, y el oro profuso del fondo.
Giotto de Bondone, se le debe el estudio directo de la naturaleza. Sus figuras poseen emoción y movimiento. Sus obras más importantes son los veintiocho frescos que tiene la Iglesia San Francisco de Asís.
Escuela perusa
A la elegancia un poco dura de Florencia, aparece Piero de la Francesa, su principal representante, se intereso mucho por los problemas del claroscuro y perspectiva; en particular le apasionaron los luminosos, pero no tanto por el efecto de la luz sobre las cosas, como por la naturaleza de las mismas.
Sus ensayos en este sentido llegan a dar la sensación de que sus figuras están modeladas en material dotada de luz propia, intima, radiante. Los frescos como la Leyenda de la Su discípulo Melozzo de Forli es celebre por sus ángeles músicos.
Otro gran pintor de la escuela es Pedro Vanuci, llamado el Perugino, artista que en su tiempo gozo de larga fama.
La dulzura de la luz general del cuadro, el dibujo irreprochable de la figura y la poesía de sus paisajes de fondo, justifican el nombre de Perugino, que hubiera podido lograr más duraderos laureles si no se hubiese dejado llevar por un sentimentalismo que hace amanerada su pintura.
Sus obras más importantes son los frescos de la Capilla Sitian y los de la sala de Cambio, en Perusa, su patria. Santa Cruz, en el ábside de la Iglesia de San Francisco, en Arezzo, son una obra de arte en luminosidad.
Aunque su fama se deba a ser el maestro de Rafael, la calidad pictórica de Perugino es muy elevada, especialmente por la elegancia de sus figuras y su interés hacia la perspectiva, bien sea a través de paisajes como en esta Madonna bien de arquitecturas como en la célebre Entrega de las llaves.
Las Vírgenes de Pietro están dotadas de blandura, de sentimentalidad y de belleza como bien apreciamos en esta composición donde parece repetir el rostro de María en las santas y los ángeles que la acompañan. La campiña de Umbría se presenta como cierre, creando una sensación espacial acertada, que elimina los telones de fondo de los primeros años del Quattrocento.
La fuerte iluminación empleada resalta las formas seguras y dulces de las figuras, recreándose en la ejecución de los pliegues y en los detalles, como hacía la Escuela flamenca que tanto interesaba a los maestros italianos.
La atracción hacia la línea firme y segura en sintonía con Botticelli puede tener como explicación el aprendizaje común en el taller de Fray Filippo Lippi.
Fuente: Apuntes Historia del Arte del Renacimiento al Siglo XVII