División público/privado y roles de género
La exclusión de género radica en una particular comprensión de lo que se conoce como “división público/privado”, la cual ve las funciones y responsabilidades de género de las mujeres como asentadas en la familia, los cuidados y la crianza infantil, mientras que los roles de los hombres tienen que ver con la toma de decisiones, la política formal, la economía y el lugar de trabajo.
Esta división de roles y trabajo es importante para comprender la ciudadanía, que tradicionalmente consideró a los hombres como poseedores de derechos ciudadanos debido a su posición en la esfera pública. Ellos eran vistos como agentes políticos, y las mujeres bajo su protección. Las mujeres y sus intereses quedaban fuera del ámbito de la ciudadanía y se estimaba que sus funciones, aunque contribuían a la sociedad, no eran merecedoras de membresía en cuanto a la toma de decisiones y la actividad pública.
Esta comprensión de la división público/privado tiene amplias implicaciones:
– Los intereses de las mujeres pueden ser vistos como asuntos familiares y no como cuestiones públicas o comunitarias/nacionales. A menudo, por ejemplo, la violencia doméstica y la violación dentro del matrimonio no son consideradas crímenes. Se ha requerido de prolongadas luchas alrededor del mundo para lograr que los gobiernos aprueben leyes que atiendan estos crímenes.
Las actitudes de los funcionarios continúan siendo un obstáculo para la implementación de dichas leyes en muchos países del planeta.
– Tanto los derechos como lo que abarca el “bien común” de una comunidad o nación (un bien para la comunidad entera) se enmarcan en los intereses de los hombres de los grupos poderosos en una sociedad. Los derechos y las responsabilidades en el ámbito doméstico son desvalorizados y no se los ve de la misma forma como aportes al bien de la sociedad.
– Frecuentemente, las mujeres no son consideradas actoras políticas. Las luchas por los derechos de las mujeres y el activismo comunitario pueden no ser vistos como políticos sino limitados y domésticos en su enfoque. Más aún, las formas de política en las cuales las mujeres a menudo se involucran – como las asociaciones informales de base comunitaria – con frecuencia no son consideradas “políticas” o valoradas como tales.
Académicas feministas han señalado que la participación de los hombres en la política ha sido posible gracias al trabajo de las mujeres en la esfera privada, doméstica. Además de las ideas acerca del lugar que deben ocupar, a las mujeres se les dificulta entrar en el mundo público de la política porque su tiempo y energía son absorbidos por el trabajo doméstico y la generación de ingresos y debido a la autoridad masculina que limita su autonomía.
De ahí que no sólo sus intereses han sido excluidos: también las mujeres mismas han sido físicamente marginadas de la política. Si bien en muchos contextos ellas han superado estas restricciones a fin de incursionar en la política formal, estamos muy lejos de la igualdad en este aspecto. A pesar de los derechos políticos consagrados en la ley, ideas profundamente arraigadas acerca del rol de las mujeres en la sociedad continúan reforzando la exclusión femenina de los cargos públicos. Según estimaciones en el año 2002, las mujeres ocupaban únicamente el 14.7 por ciento de los escaños parlamentarios a nivel mundial (Norris 2002).
Fuente: Informe general de género y ciudadanía. Bridge development-gender