Objeto de estudio de la dermatología: la piel

La piel, el órgano más extenso del cuerpo humano, constituye aproximadamente 15% del peso total de una persona. En cada centímetro alberga millones de células y terminaciones nerviosas especializadas para palpar (sentido del tacto), sentir calor, frío y dolor; a su vez, contiene glándulas sebáceas y sudoríparas, así como folículos pilosos, en tanto una extensa red de vasos sanguíneos nutre a esta compleja estructura.

Entre sus múltiples funciones, la piel actúa como la primera línea de defensa del cuerpo contra agentes externos, es decir, brinda protección ante lesiones, infecciones y sustancias dañinas; además, por su textura, temperatura, color y sensibilidad, proporciona información acerca de la salud general.

Las enfermedades que la irritan, obstruyen o inflaman pueden originar gran variedad de síntomas, por ejemplo, enrojecimiento, ardor y picazón. Asimismo, alergias, sustancias irritantes, algunos trastornos del sistema de defensas (inmunológico) e, incluso, su constitución genética son factores que pueden ocasionar diferentes enfermedades de la piel, desde un caso leve de dermatitis (inflamación de la piel) o ronchas, hasta vellosidad excesiva, tiña, candidiasis, sarna, quemaduras solares, lunares o cáncer de piel.

Regularmente el médico general o el dermatólogo pueden identificar las alteraciones a través de una simple exploración visual. Las características reveladoras incluyen tamaño, forma, textura, color y localización de la anomalía, además de la presencia o ausencia de otros signos o síntomas. Sin embargo, en otros casos el especialista debe extraer pequeña porción de piel para examinarla al microscopio (biopsia), a fin de establecer el diagnóstico adecuado.

Ahora bien, si el médico sospecha que la piel pueda estar infectada, efectúa un raspado de la zona y lo envía al laboratorio, donde se siembra la muestra en un medio de cultivo. Si dicho tejido contiene bacterias, hongos o virus, éstos crecen en el cultivo, pudiendo así ser identificados.

Otros análisis de laboratorio útiles para diagnosticar enfermedades de la piel incluyen, por ejemplo, examen con luz de Wood, frecuencia de luz ultravioleta (negra), con los cuales se hacen visibles algunos hongos, así como ciertas anomalías de la pigmentación.