Origen de la vela
Hace 30.000 años se utilizaba un tipo de vela que consistía en verter aceite o grasa sobre una piedra ahuecada a tal fin y con fibras como mecha se conseguía una vela primitiva.
La vela se inventó independientemente en distintas culturas.
Trascendencia de la vela
En la tumba del siglo II AC del primer emperador de la dinastía Qin, Qui Shi Huang, fueron encontradas velas de grasa de ballena.
Del siglo I es el trocito más viejo de una vela encontrado en occidente, fue en Francia cerca del pueblo de Avignon.
Los romanos hacían velas con mechas. Para las mechas, usaban un rollo de papiro tratado para retrasar el consumo.
En el siglo IV Constantino, el primer emperador cristiano, usaba velas en el servicio de Pascua. Se dedicaba un día especial para bendecir las velas y distribuirlas entre los fieles –el 2 de febrero, Día de la Candelaria.
En el siglo XIII, tanto en Inglaterra como en Francia, había grupos de productores de velas de sebo y de cera de abejas organizados en agrupaciones gremiales.
De 1488 data la fábrica de velas más antigua que aún existe, en Dublín.
Hacia el sigo XVII Incluso las velas de sebo más caras exigían que, cada media hora, se despabilara el extremo carbonizado de la mecha o pabilo, sin extinguir la llama. Esta difícil tarea ya no tuvo objeto a partir de finales del siglo, cuando se propagó el uso de las velas de cera de abeja, que se evaporan parcialmente. La cera era tres veces más cara que el sebo, pero las velas fabricadas con ella ardían con una llama más viva.
Durante el invierno de 1765, en una de las grandes mansiones británicas, sus habitantes consumieron más de 50 Kg de velas de cera en un mes. En este siglo se fabricaron por primera vez velas con una cera obtenida a partir del aceite de ballena.
En el Siglo XIX (1825) Chevreul y Gay Lussac obtuvieron una patente para hacer velas de ácido esteárico. Este proceso dio lugar a velas que ya casi no ahumaban ni tenían olor a rancio. La parafina, que arde con limpieza y sin olor desagradable, combinada con las estearinas dio como resultados velas más duras, que no se doblaban como las tradicionales velas de sebo.
En ese siglo también se desarrolló un método para trenzar fibras de mecha. También se desarrollaron tratamientos químicos para las mechas que duraban encendidas más tiempo.
A fines del siglo XIX se desarrollaron máquinas de moldeo que podrían producir grandes números de velas a precios accesibles.
Las velas brindan una rica variedad de colores, formas y fragancias que están a nuestro alcance para disfrutar de la calidez de la llama.