Introducción a la investigación educativa
El objetivo de este artículo es brindar ayuda a los docentes que deseen desarrollar investigaciones en sus aulas y escuelas, con miras a mejorar su práctica docente. La investigación en el aula, tal como aquí se aborda, es una acción realizada por los profesores para fortalecer su capacidad docente o la de un colega; poner a prueba, a través de la práctica, los supuestos de las teorías educacionales, o para evaluar y materializar las prioridades a nivel de toda una escuela (whole school). Por lo tanto, cuando nos referimos a investigación en el aula o al docente como investigador no estamos imaginando grandes contingentes de profesores asumiendo un rol de investigadores y realizando proyectos de investigación en vez de ejercer su labor docente.
Nuestro enfoque apunta más bien a un perfil de maestros que han ampliado sus funciones en aras de incluir una reflexión sistemática acerca de su labor profesional, con el propósito de mejorarla y transformarse en lo que Stenhouse (1984) –una de las figuras más prominentes e influyentes en el campo de la investigación en el aula–, denominó personas ‘autónomas en su juicio profesional’.
Lawrence Stenhouse (1984:69) describió el rol ideal del docente en los siguientes términos:
Los buenos docentes son necesariamente personas autónomas en su juicio profesional. No precisan que se les diga lo que tienen que hacer. No dependen profesionalmente de investigadores o superintendentes, de innovadores o
supervisores. Esto no significa que no estén abiertos a las ideas generadas por otras personas en otros lugares o épocas. Tampoco rechazan el consejo, la asesoría o el apoyo de terceros. Pero saben que las ideas y las personas no son de gran utilidad mientras no son asimiladas y sometidas a su propio juicio. La tarea de los investigadores educacionales que operan fuera del aula es asistir a los docentes, puesto que sólo estos últimos están en condiciones de generar una enseñanza efectiva.
En este enfoque sobre la educación descrito por Stenhouse y promovido por el movimiento de investigación docente que surgió del trabajo y de las ideas de éste (Elliot in Nixon, 1981), los docentes están ‘emancipados’ (véase Stenhouse, 1993). En este contexto, la emancipación se refiere al proceso que implica liberar a los docentes de un sistema de educación que niega la dignidad individual, devolviéndoles algo de autovalor mediante el ejercicio del juicio profesional.
Esta concepción de la escolarización contrasta con la que prevalece actualmente, basada en la presunción de que las instrucciones emanadas de lo alto de la pirámide –el ministro, el director de educación o el director de establecimiento– son ejecu-tadas en el estrato inferior de la organización. Se trata de apartarse de un enfoque educativo que tiende a equiparar a las escuelas con fábricas que operan según la lógica de la oferta y la demanda, donde los alumnos son la materia prima y los docentes los administradores.
En términos de currículo y enseñanza, la vía hacia la emancipación implica reconceptualizar el desarrollo del currículo como investigación sobre el currículo y, a la vez, vincular la investigación con el arte de la enseñanza (Rudduck y Hopkins, 1985). Si se observan bajo este prisma, los currículos impuestos de manera centralizada corren el peligro de transformarse en modelos prescriptivos que tienden a inhibir la autonomía del proceso de enseñanza y aprendizaje. Por otra parte, el modelo de currículo como proceso, tal como lo describe Stenhouse (1975), es liberador y emancipador, pues promueve un pensamiento independiente y una capacidad de debate en el estudiante, fomentando la experimentación y el uso del propio juicio por parte del docente.
Cuando los docentes incorporan este enfoque experimental en su proceso de enseñanza, se están haciendo cargo de una idea educacional, moldeándola bajo la forma de una propuesta de currículo y poniéndola a prueba dentro de sus salas de clase. Como señala Stenhouse (1975:142):
El punto crucial es que la propuesta no debe ser vista como una recomendación irrefutable, sino como una especificación provisoria que sólo aspira a ser lo suficientemente válida como para ser contrastada con la práctica. Estas propuestas, más que correctas, pretenden ser inteligentes.
La principal consecuencia de este enfoque es que los docentes toman mayor control sobre su quehacer profesional; el contenido del currículo ya no se limita a ser algo que deba ser simplemente transmitido y los docentes dejan de sentirse inseguros respecto de su modo de proceder. Es importante señalar que aunque este enfoque promueve nuevas estrategias de enseñanza e implica un nuevo modo de abordar el conocimiento, no se opone a la idea de un currículo nacional y de otras pautas curriculares.
Estos planteamientos son fundamentales como para que los profesores los pasen por alto. Promover la investigación docente puede ser la vía hacia la emancipación y la autonomía docente. Confiamos en que transformarse en profesionales en materia de juicio propio es la meta personal de la mayoría de los docentes. Por ello, como señaláramos, nuestro objetivo es brindar ayuda a aquellos que deseen desarrollar investigación en el aula y participar de ese esfuerzo. Para lograr esta meta, exploraremos a continuación los siguientes temas:
• Modos en que pueden identificarse e iniciarse proyectos de investigación en el aula;
• Principios y métodos de observación en el aula y otras formas de reunir información sobre comportamientos en la sala de clases;
• Maneras de interpretar y analizar los datos reunidos a partir de la investigación en el aula;
• Métodos para elaborar informes de investigación en el aula.
Fuente: Hacia una buena escuela, experiencias y lecciones, Hopkins David, editorial Quebecor World Chile, Santiago de Chile