Acompañar al estudiante en un entorno virtual
Ana y Jorge son dos profesores de una universidad que utiliza intensivamente un campus en línea. Comparten asignatura en un máster universitario en economía y finanzas. En la última reunión de la pasada edición, se decidió virtualizar un 60% de los créditos del máster y, sin saber bien dónde se metían, se ofrecieron voluntarios para que su asignatura fuera una de las que desarrollara la docencia mediante un espacio virtual. Durante estos dos últimos cursos han oído y leído mucho sobre la docencia en entornos en línea, han participado en la elaboración de programas de estudios acorde con las directrices del EEES y han tenido varias experiencias como docentes en una universidad en línea. Paralelamente a esto, se han visto abrumados por lo que unos y otros dicen sobre las directrices metodológicas y didácticas que propone el nuevo escenario educativo en la universidad.
Es hora de ponerse manos a la obra para diseñar su asignatura en el nuevo entorno y también para cambiar algunas cosas de las que, como profesores virtuales, han estado haciendo en los últimos cursos. Ante todo, Ana y Jorge sienten inquietud por su trabajo, están convencidos del papel relevante que el estudiante debe jugar en el proceso de aprendizaje y piensan que, tan importante es para el éxito de su asignatura todo lo que ellos saben sobre el tema como el planteamiento didáctico que hagan para el desarrollo del curso.
Han pensado en cambiar algunos de los enfoques que han hecho hasta ahora en sus asignaturas. Quieren dar mucho protagonismo al estudiante, aunque no tienen claro sí éstos van a responder de forma adecuada. Tienen cierto miedo a que algunos de los contenidos necesarios para superar la asignatura no puedan darse en el semestre si introducen una mayor participación del estudiante en la toma de decisiones. Sin embargo, creen que pueden probar algunos cambios en un par de temas del curso y, además, al ser un máster, la flexibilidad puede venir bien a los participantes. En definitiva, se plantean un modelo de asignatura en la que sean los y las participantes en el máster los protagonistas del proceso de aprendizaje y también que entre todos se cree un clima de interés y progreso en el conocimiento sobre los principales contenidos a tratar en la asignatura.
La duda principal es cómo hacer que el estudiante se implique y cómo hacer más atractiva y motivadora su asignatura mediante este nuevo entorno. Acompañar al estudiante no sólo significa darle más autonomía en el proceso de aprendizaje, sino hacerle partícipe y darle un protagonismo destacado en la organización didáctica que implica este proceso. El profesor deja de estar, simbólicamente, frente a él para situarse a su lado.
El cambio de posición debería ir acompañado también, progresivamente, de una práctica reflexiva sobre la eficacia, el sentido y las consecuencias de la tarea docente. En definitiva, se trata de incrementar la capacidad de aprendizaje autónomo de los estudiantes. Autónomo no quiere decir solitario, así que el acompañamiento y la guía hay que combinarla con la responsabilidad del estudiante. El modelo docente para el acompañamiento del aprendizaje se fundamenta en la emancipación y cesión de responsabilidad del proceso en aquel que aprende.
Para ello, puede involucrarse a los estudiantes, por ejemplo, en la selección de los contenidos, en la definición de los objetivos, en el desarrollo y selección de los recursos que utilizará para aprender, etc. ¿Cómo podemos implicar en estas fases del proceso a los estudiantes? En primer lugar, cambiando ciertas dinámicas muy consolidadas e implícitas en los modelos pedagógicos tradicionales, como el desarrollo de cursos a partir de planes o programas de asignaturas completamente definidos en todas sus dimensiones, a partir de materiales didácticos cerrados y establecidos previamente, en entornos limitados y no distribuidos o dejando de creer que sólo el profesor es el que posee de forma exclusiva el conocimiento relacionado con un determinado tema. Es evidente que todo ello debe sumarse a un aumento del conocimiento y la confianza sobre y en el estudiante para que esa cesión de la responsabilidad respecto a su aprendizaje sea posible.
Desde un análisis de los componentes de la secuencia didáctica, podemos decir que un modelo de profesor-acompañante haría que las respuestas a las preguntas de «qué aprender» (objetivos, contenidos), «cómo aprender» (conducción de las actividades de aprendizaje) y «cuándo aprender» (secuenciación) fueran respondidas con un protagonismo compartido y un proceso colaborativo entre docentes y estudiantes. Desde un punto de vista tradicional, las respuestas a estas preguntas se hacen desde y para el docente, es lo que ha ocurrido hasta ahora en la asignatura que Ana y Jorge comparten, pero, ¿por qué no compartir el protagonismo con el estudiante?
Aunque los estudiantes en estos entornos cuentan con una amplia y arraigada experiencia de «posicionamiento pasivo» frente a lo que el profesorado de la universidad va desarrollando en las clases a las que asisten, el perfil que normalmente presentan estas personas (maduras, con cargas familiares, con poco tiempo, motivados, etc.) hacen que la posibilidad de apostar por un modelo docente de acompañamiento y cesión de responsabilidad pueda considerarse factible.
El profesorado debe ir instaurando este modelo paso a paso, con actividades sencillas y comprensibles, que progresivamente creen un clima propicio en el aula y hagan sentir seguridad en el proceso, tanto a los estudiantes como al propio docente. El contexto social y los recursos al alcance de unos y otros hacen posible este modelo de aprendizaje en las aulas virtuales.
Fuente: Bautista Guillermo, Evolución y retos de la Educación virtual, Construyendo el E-learnig del siglo XXI, Editorial UOC, Barcelona.