Eduard Manet
Manet nace en París el 23 de enero de 1832; su padre, Auguste, era jefe de personal del Ministerio de Justicia y su madre, Eugénie – Désirée, era hija de un diplomático; es decir, formaba parte de una familia alto burguesa. Sus primeros pasos artísticos los daría a temprana edad, cuando inicia su etapa escolar. Él estaba estudiando para capitán de barco pero deja la carrera para hacerse pintor. Pudo hacerlo ya que su familia tenía bastante dinero y le pagan sus estudios en Italia para que pueda copiar a los grandes artistas italianos.
Hacia 1849 Manet se integra en el taller, enfrentándose con su maestro en numerosas ocasiones, principalmente por considerar anticuadas sus enseñanzas.
En 1859 cuando Manet presente su primera obra al Salón de París, sala de exposiciones controlada por un jurado conservador cuyos miembros nombraba el gobierno. Dos años después vuelve a intentarlo con dos obras: Retrato de M. y Mme. Manet y Guitarrista español. Con esta escena consigue una mención de honor y el elogio de algunos críticos.
Entre 1873 y 1874 Manet aclara su paleta y estudia los reflejos de la luz, acercándose a los planteos del Impresionismo, con cuyos integrantes mantiene amistad, aunque nunca formó parte del grupo ni expuso en sus muestras. Aunque trabajó a. veces al aire libre, era esencialmente, un pintor de figuras en interiores.
En 1862 hereda la fortuna de su padre, por lo que no necesita vivir de la pintura. Presenta al Salón su obra más controvertida: Desayuno en la Hierba que, junto a 2800 cuadros más, fue rechazado por el jurado oficial.
Esta obra fue presentada por Manet al Salón de París de 1863 con el título de El Baño. El jurado elegido al efecto la rechazó, junto a otras 2.000 obras de diferentes artistas, considerando vencedora al Nacimiento de Venus de Cabanel. Pero, en un acto propagandístico de Napoleón III, se creó con estos cuadros el Salón des Refusés – de los Rechazados – precisamente para que el público pudiera dar fe de por qué habían sido defenestrados.
Los críticos fueron muy tajantes con la escena de Manet, mientras que los jóvenes artistas – quienes, más tarde, conformarán el grupo impresionista – consideraron la obra como una muestra de vanguardismo, animando a Manet a crear imágenes de esas características y agrupándose en torno a él. Por lo tanto, El Baño se considera punto de ruptura con el arte académico y tradicional.
El título de Desayuno en la Hierba sustituyó al original cuatro años después.
Manet pareció inspirarse en una jornada de baño en el Sena para realizar un desnudo en un paisaje, el sueño de todo pintor según el escritor Émile Zola. Para ello empleó a su modelo favorita, Victorine Meurent, junto al escultor holandés Ferdinand Leenhoof – hermano de Suzanne, su futura esposa – y a su propio hermano, Gustave. Los tres se sitúan entre los árboles, apreciándose el Sena al fondo y a otra joven que sale del baño; la mujer desnuda ha colocado sus vestidos a su izquierda, junto a una cesta de fruta.
Por supuesto resulta chocante el contraste entre la desnudez de la joven y los dos hombres que la acompañan, siendo ésta la gran novedad de la imagen. Y es que Manet buscó su inspiración en las «fiestas galantes» del último Barroco francés – en las que también aparecían mujeres desnudas junto a hombres vestidos – empleando como modelos el
Concierto campestre de Tiziano – atribuido por aquellas fechas a Giorgione – y un Juicio de París de Rafael, grabado por Raimondi.
En estas fuentes clásicas aparecen asimismo las figuras femeninas desnudas pero no habían supuesto ningún escándalo. ¿Y por qué esta escena, aparentemente continuadora de la tradición clásica, sí motivó un fuerte escándalo en el Salón? Porque suponía una muestra de la modernidad, al ser una joven burguesa cualquiera la que posaba desnuda ante dos hombres. Manet ya había recurrido a emplear imágenes modernas junto a elementos clásicos en otras obras
– Ninfa sorprendida o Muchacho con espada – pero nunca con tanta fuerza como en Desayuno en la hierba. Por lo tanto, sería rechazada por un jurado que, admitiendo desnudos en el Salón, no podía permitir que este canto a la vida moderna se exhibiera en las paredes del recinto oficial. En referencia a los tonos empleados, resulta sorprendente el contraste entre los negros trajes masculinos y la clara desnudez de la modelo, que elimina las tonalidades intermedias para marcar aún más ese contraste.
El empleo del negro puro no era muy académico, por lo que las obras de Manet siempre eran censuradas por críticos y jurados oficiales. Al fondo recurre al abocetado que caracteriza sus primeras escenas, quizá para marcar la sensación de profundidad y de aire, como hizo Velázquez, uno de sus pintores favoritos.
El fuerte foco de luz incide directamente sobre el grupo, sin apenas crear sombras, apreciándose aquí la influencia de la estampa japonesa. Resulta interesante mencionar el excelente dibujo del que siempre hará gala el artista, aprendido en el taller de Couture y en las largas sesiones del Louvre copiando a los clásicos, que sirvieron siempre de referencia al pintor.
La cantante del Café – concierto que interpretaba su repertorio en una obra similar de Manet ha recibido ahora el ramo de flores por su triunfo. La figura se coloca al aire libre, en la noche, de modo que las luces artificiales resbalan por su cuerpo y crean una sombra coloreada típica del Impresionismo. La influencia de Degas se pone de manifiesto en el tema y en el estilo, con rápidas y cortas pinceladas que organizan el conjunto, como si de un puzzle se tratara. En su afición por la vida moderna, Manet ofrece imágenes de la noche parisina que más tarde continuará Toulouse – Lautrec.
Fuente: Apunte Historia del Arte del Siglo XVIII al Siglo XX de la U de Londres