Participación en México
En México, al igual que en otras partes del mundo, también experimentamos en la década de los setenta el debilitamiento del Estado y de las instituciones tradicionales y, aunado a los efectos sociales provocados por la destrucción ecológica y la perturbación del medio ambiente, se generó la toma de conciencia por parte de la sociedad civil. Sin embargo, se puede distinguir una diferencia entre las perspectivas de los movimientos ambientalistas surgidos en el hemisferio norte con el de nuestro país. Por razones obvias, el de México se asemeja más a los movimientos ambientalistas del sur.
Los del norte, en general, priorizaban una acción conservacionista de la naturaleza y una política de remediación de los efectos de la contaminación provocada por la industrialización, el desarrollo urbano, el incremento en el consumo, la tecnología predominante, etc. Entonces, los grupos promovieron la generación de tecnologías apropiadas y descontaminantes, políticas de control natal y freno al crecimiento económico.
Por su parte, los movimientos ambientalistas latinoamericanos y, por consecuencia el mexicano, hicieron énfasis en los cambios estructurales: criticaban, denunciaban y proponían modificaciones en lo social, lo político y lo económico, para lograr el aprovechamiento y el manejo responsable de los recursos naturales, humanos y culturales y, así, solventar las necesidades básicas de la población. Esto no quiere decir que en México no existieran grupos con una visión conservacionista al igual que las ONG del norte.
De hecho, éstas fueron las que más auge tuvieron durante los setenta y principios de los ochenta, debido, quizá, al escaso cuestionamiento a la actuación del gobierno, que en aquel entonces, aunque iba perdiendo fuerza, aún tenía excelentes aparatos de control, y captación de los movimientos sociales.
Al inicio de los ochenta, poco a poco, las ONG mexicanas, del centro de la república, fueron desarrollándose y multiplicándose y añadiendo a sus reivindicaciones la democracia, la justicia y la equidad social, el equilibrio regional, el respeto a la diversidad de las etnias, la tenencia y usos del suelo, la sustentabilidad ecológica, tanto en la teoría, como en la práctica. En algunos casos, los grupos ambientalistas también se unieron a las luchas urbano populares, de campesinos y de pescadores.
Entre los años de 1984 y 1988 se puede hablar de un esplendor del movimiento ambientalista en México, las demandas ambientales contenían una visión integral haciendo énfasis en la cuestión de la participación democrática de la sociedad en el aprovechamiento y manejo de los recursos naturales y, sobre todo, cuestionando, los procesos de toma de decisiones, que obstaculizaban la elección de nuevos modelos de desarrollo, con independencia política y autonomía cultural.
Durante estos años, muy diferentes ONG, del centro del país sobre todo, se unían coyunturalmente para reivindicar luchas ambientalistas y, en diversas ocasiones, se articulaban con las luchas de las comunidades indígenas, campesinas, ribereñas y por supuesto, con la lucha antinuclear, que en estos tiempos también gozaba de realce dentro del movimiento.
Existía, además, una clara afirmación de independencia frente a las tendencias políticas e ideológicas tradicionales no religiosos, no partidistas, no a la izquierda, no a la derecha, no al centro, pero, sí políticos, lo cual suscitó numerosas interpretaciones y hasta contradicciones tanto al interior de los grupos como en la visión que tenían de ellos en el exterior.
Si bien, las denuncias y demandas permitieron en un primer momento sensibilizar a la opinión pública y popularizar las cuestiones ambientalistas entre la sociedad, pronto el gobierno fortaleció sus aparatos de control; (entre ellos, a los medios de comunicación, autoridades del ambiente, captadores profesionales, infiltrados gubernamentales, grupos ambientalistas creados exprofeso) para distorsionar las reivindicaciones reales del movimiento y, de esta manera, lograr el ocultamiento de los análisis más profundos.
Traduciéndolos a discursos amarillistas pero vacíos de contenido y perspectivas cambiándolos por propuestas sobre los espacios verdes, los múltiples beneficios de la bicicleta, el ahorro del agua y energía, el no tirar basura; o reducir el consumo de combustibles y uso del automóvil.
A muchos grupos les acomodaron más estas formas de pensar y actuar, y dejaron atrás la difusión de valores críticos y el cuestionamiento de la ideología dominante que promovía el dispendioso, inviable e insustentable modelo de desarrollo. Desafortunadamente, el movimiento era aún tierno y débil y, en momentos, pecó de inocente, como para poder examinar todo lo que a su alrededor se gestaba.
No debemos soslayar la efervescencia política que se generó en el país, sobretodo en el centro del país, derivada de las elecciones de 1988. Las demandas democráticas del movimiento sufrieron un nuevo ataque y muchos ambientalistas se ocuparon más de la coyuntura política que de las profundas e integrales reivindicaciones ambientalistas.
¡Como si a los partidos políticos del país les importara verdaderamente el medio ambiente!. De tal forma que muchos ambientalistas perdieron no sólo a sus grupos sino también sus ilusiones.
Debido también a lo cambiante de los grupos, a la variedad de sus actores, al dinamismo de sus manifestaciones, a las diferentes formas de expresión entre uno y otro, a la falta de profesionalización, de sistematización, de métodos, de seguimiento y de evaluación de su quehacer ambientalista, a la falta de infraestructura y de recursos económicos, los grupos ambientalistas empezaron un proceso de ruptura y recomposición.
Hay ONG que no participaron de estas situaciones. Generalmente éstas se inscriben dentro de la tipología de los conservacionistas que, las más de las veces, no se confrontan con el gobierno. Por otro lado, existen otras que se han dedicado más a la educación ambiental, a la investigación y publicación de obras acerca del medio ambiente, y que cuestionan al sistema sólo desde la teoría.
Algunos grupos sufrieron un aletargamiento durante dos o tres años, las ONG que sobrevivieron los embates empezaron a recuperarse, muchos de ellos radicalizando aún más sus peticiones. Otros, analizando los nuevos tiempos económicos y políticos han buscado formas de actuar y han tenido que admitir que sólo construyendo una base social amplia, profunda y portadora de algún contenido histórico, podrán hacerle frente a la política institucional. De tal forma que muchos ambientalistas han renunciado a cambiar el mundo con denuncias, demandas e ideas y se han concentrado a la intervención social.
Actualmente, las ONG ambientalistas han crecido mucho en número y en experiencia, sin embargo, su movilización política y presencia en la cuestión pública se ha visto minimizada. Si bien hay un grupo que ofrece conferencias de prensa semanales, la mayoría de sus denuncias carecen de sustento y sus propuestas casi siempre son inviables. Por otro lado, hay grupos consolidados y serios que actúan aisladamente y no como en otros tiempos, que para denunciar o demandar se hacía por medio de coaliciones coyunturales.
La poca presencia en la vida pública es algo que preocupa a la mayoría de los grupos, pero quizá las ONG estén en un momento de fortalecimiento interno y, como dije, limitadas a la directa intervención social. De cualquier forma, se ha visto como en momentos importantes y graves se dejan de lado los distingos entre las ONG y éstas vuelven a formar coaliciones para impugnar algún as unto ambiental.
Aunque la situación ambiental, en términos generales no ha mejorado en absoluto desde que arranca el movimiento ambientalista sino al contrario, cada vez son más agudos y exacerbados los problemas del medio ambiente-, no podemos negar que este fenómeno social ha influido muy profundamente en la generación de leyes, reglamentos y normas, en la creación de instituciones encargadas de mitigar la problemática ambiental y ha abierto diferentes espacios para la participación social, algunos de ellos ahora institucionalizados.
Las preguntas cruciales son si éste es un movimiento efímero, producto tan sólo de una generación con una ideología fecundada en el pasado, o si resurgirá, algún día, con tal fuerza que no tan sólo pondrá en tela de juicio a la sociedad industrial sino que acabará con los determinismos y paradigmas del modelo de desarrollo actual que pone en juego la viabilidad de la especie humana.