Trabajo colaborativo en educación preescolar
Un ambiente democrático implica desarrollar formas de trabajo colaborativo en que se involucren alumnos, profesores y las familias, posibilita la formación de valores, la formación académica y el uso eficiente del tiempo.
En cuanto a los valores, se aprende a asumir con responsabilidad la parte de la tarea asignada y a la vez, el compromiso de que el equipo cumpla en conjunto; el respeto a las opiniones de los demás, la tolerancia, el derecho de expresar con libertad las opiniones propias. Académicamente se enriquecen los participantes al compartir puntos de vista entre pares, argumentar, analizar las producciones propias y de los otros, al mismo tiempo que se enriquecen las ideas personales con las de los otros.
Por lo que respecta al tiempo, el trabajo colaborativo actúa como un filtro de las ideas del grupo, de manera que en un grupo de 35 alumnos que están organizados en siete equipos, será más fácil analizar siete producciones.
El trabajo colaborativo no sólo significa acomodar a los niños en pequeños equipos y que cada cual haga lo propio sin interrelación con el otro. Se sugiere la organización en equipos de tres o cuatro niños; esto es apropiado porque posibilita su interacción, el logro del aprendizaje es mayor al propiciar el compromiso en la tarea.
Además la interacción con el docente puede ser más cercana en cada equipo. Por otra parte, en ocasiones se puede recurrir al trabajo en parejas en forma colaborativa, si bien brinda una limitada interrelación, los niños asumen mayor compromiso en la tarea, se escuchan, aprenden uno del otro y la intervención docente es aún más personalizada.
La colaboración entre maestros ofrece múltiples beneficios para su labor educativa. Se trata de que además de tareas que competen a la escuela, se reúnan para acciones personales como la planificación, hablar de lo que harán y después de cómo les resultó, con el objeto de intercambiar experiencias y propuestas.
La interrelación entre el profesor y los alumnos posibilita la colaboración en torno al caso de aquellos que presentan más dificultades, ya sea porque sufren alguna forma de maltrato, presentan alguna discapacidad o alguna otra razón; con la finalidad de asumir como un compromiso conjunto la enseñanza de esos alumnos.
Las familias y maestros son corresponsables en la educación de los niños, por tanto, los une un vínculo que implica una cooperación y colaboración a través de diversas alternativas como son las pláticas y reuniones. Para ello, el docente tiene que propiciar la confianza en los padres para que se acerquen a la escuela. “Permita que los padres sepan que están haciendo un buen trabajo en la crianza de sus hijos. Mediante notas, llamadas y cualquier otro medio de comunicación, informe a los padres del buen desempeño de sus hijos, de sus fortalezas, y de sus progresos, y atribuya sus éxitos a la familia”.
Establecer vínculos entre docentes y familias, no sólo es deseable sino posible, a través de un marco de diálogo y respeto en donde se regulen las relaciones entre ambos; los beneficios para la escuela serán mayores contrario a lo que sucede cuando se les cierran las puertas. “Habrá ocasiones en que usted deseará discutir problemas que los niños están teniendo. Si necesita hacerlo, sea directo. En lugar de etiquetar al niño, como llamarlo ‘indisciplinado’ o ‘poco atento’, dé ejemplos específicos de las conductas del niño que son problemáticas, tiene el hábito de gritar, ayer le gritó a burra.
Luego describa cómo está manejando la situación y juntos ideen estrategias para enseñar otras formas de comunicar a los demás sus necesidades, deseos e ideas”.
Otras experiencias exitosas en centros escolares, son las prácticas de evaluación que incluyen una comunicación estrecha. “se entrevista a los padres y se les pregunta lo que cada niño lee, escribe y habla en casa, y qué cambios o evoluciones han ido advirtiendo. Muestras del trabajo escolar del niño estimulan la conversación sobre lo que están haciendo y aprendiendo. A medida que las familias reflexionan e informan sobre las conductas de alfabetización del niño, y en respuesta a las preguntas preparadas por el profesor, se hacen más conscientes de cómo se va desarrollando su proceso de alfabetización, así como de su contribución al mismo. Los profesores, por su parte, aprenden más sobre el niño y su contexto cultural”.
Informar e incluir a las familias en un trabajo colaborativo implica que el docente desarrolle esta premisa como una competencia en su labor, la cual deberá integrarse por tres elementos: fomentar reuniones informativas y de debate; conducir reuniones e implicar a los padres en la construcción de los conocimientos. “No olvidemos que detrás de estas formulaciones muy razonables se esconden actitudes y valores, sobre un fondo de relaciones de poder y miedos mutuos. Insistiré pues en las competencias de análisis de la relación y situaciones como mínimo, así como en habilidades en apariencia más prácticas. Ser padre y profesor puede resultar una fuente de descentración saludable”.
Vincular a la escuela con la familia y comunidad es esencial para desarrollar las acciones de prevención de la violencia; este es un proceso en el que se articulan los esfuerzos de los integrantes de la comunidad educativa para resolver los problemas que impiden un ambiente alejado de la violencia y propicio para lograr los aprendizajes.
Es sugerente que sea el director del plantel quien asuma el liderazgo del trabajo conjunto. Para ello, puede recurrir a los diversos mecanismos que le brinda la escuela, y fortalecerlos a través de asignarles tareas y depositar la responsabilidad y confianza en ellos: Consejo Escolar de Participación Social, Asociación de Padres de Familia, entre otras.
Fuente: Guía para la Educadora Preescolar SEP