Competencia técnica
De hecho abarcamos bastante más de lo que reza el título; ya que la idoneidad intelectual de un profesionista comprende:
a) el conocimiento teórico y sistemático de las ciencias respectivas, y
b) la aplicación práctica de esos conocimientos del caso concreto. En el primer caso resulta lo que primariamente se llama ciencia; en el segundo, que tantas veces se resuelve en un verdadero arte, tenemos la experiencia.
La universidad y la sociedad juzgan que la ciencia es un prerrequisito indispensable en cualquier profesión. Es natural que la universidad trate de evitar la fría acumulación de conocimientos en sus alumnos, y tienda a crear en ellos un espíritu científico. Pero creemos sinceramente que no son sinónimos “vocación profesional” y “vocación científica”.
La vocación profesional, si bien debe ejercerse con la más alta entonación científica, se dispersa constantemente por exigencias de ontológicas, sociales y humanísticas; ya que el profesional sirve directamente al bien común y está en contacto inmediato con la realidad social.
La vocación científica, de hecho, segrega al profesionista del contacto inmediato con el fenómeno social y sólo indirectamente le relaciona con el bien común; dedicándolo a la observación experimental, paciente y serena de la naturaleza, o a la observación más paciente, serena y penosa de las Ciencias del Espíritu. Así tenemos lo que podríamos llamar, con las debidas reservas: “el científico puro” y “el intelectual puro”. Es la vocación más difícil, por el compromiso moral que se contrae con la verdad y la humanidad, y por el peligro inminente y constante de confundir la Verdad y la Humanidad con los intereses personales y ficciones ególatras.
-Competencia técnica, por lo tanto supone:
1) La suficiente idoneidad y preparación en las materias propias de la profesión, cualquiera que sea su índole; idoneidad y preparación que siempre se supone cualificada y juzgada por la universidad, en el juego normal de su autonomía.
2) El suficiente interés real y permanente del profesionista por las ciencias que especifican su profesión; que se traduce en estudio constante, y consciente de que el diploma oficial supone pero no confiere ninguna ciencia.