Vocación, orientación y selección profesional
Profesión y vocación están íntimamente relacionadas aunque de hecho ni se confundan ni se supongan mutuamente. Vocación, desde luego, no tiene ningún sentido de predeterminación, y mucho menos, de predestinación.
Las vocaciones humanas son el producto normal de dos factores principales que juegan paralelamente en la conducta: el factor personal, y el factor social.
– El factor personal. Está constituido fundamentalmente por las aptitudes y las aficiones; esto es: por lo que podemos hacer y por lo que nos gusta hacer. Estos dos elementos son los que integran normalmente el llamado “complejo vocacional”.
La aptitud no se entiende como una simple capacidad de hacer algo; sino una capacidad sobresaliente sobre el término medio o común que de ellas se da, y constituye el aspecto efectivo de la vocación.
La afición constituye el aspecto afectivo de la vocación: es la inclinación o tendencia que nos presenta algo como apetecible.
Ambos aspectos se completan entre sí, pero no se supone o implican; porque cabe estar dotado de una valiosa aptitud con escasa afición a su ejercicio, y viceversa, tener una gran afición con poca aptitud.
– El factor social. Esta constituido por los elementos circunstanciales externos al individuo: elemento ambientales, jurídicos y propiamente sociales.
Estos elementos del factor social influyen más de lo que se supone en la resolución de abrazar una profesión y son los que rigen ordinaria mente cualquier orientación que no proceda de un criterio rigurosamente científico; pero no son los “ingredientes” que integran lo que llamamos el “Complejo vocacional Psicológico ”.
Juzgamos también que es la influencia del “factor social” lo que determina ordinariamente, en la funcionalidad interna de las profesiones, las tres tendencias propias de nuestros tiempos:
– La especialización; fenómeno que afectó desmesuradamente a la profesión médica, pero que rápidamente se extiende a las demás profesiones.
– La aglutinación: o sea, la tendencia a trabajar “en equipo”. Lo que según nuestra modesta opinión, si tiene ventajas sociales, no tiene grandes ventajas científicas; porque el trabajo “de equipo” multiplica pero no su malos resultados cualitativos.
– La incorporación. Esto es: renunciando al señorío y libertad que proporciona la autonomía profesional, se busca una “conexión-compromiso” que elimine la incertidumbre económica.
En la profesión y en la vocación lo que cuenta en última instancia es la personalidad. La personalidad integra el “complejo vocacional” del factor personal como elemento preponderante, ejecutivo y directivo. Le podemos dar el nombre clásico de voluntad, siempre que no la despojemos de los grandes atributos dinámicos de la personalidad; esto es: resolución, virilidad, dictamen categórico de la inteligencia, amplitud en el ideal, perseverante firmeza, todo eso que incluimos oscuramente en la noble expresión de “impulso vital” o “vitalidad” a secas.
Cuando esta resuelta vitalidad administra a la persona, arrolla de tal manera a los otros elementos del “complejo vocacional”, que los funde y multiplica en la prosecución de un fin, dándole a la profesión las dimensiones definitivas con el halo de la personalidad.
Este es el objetivo básico de toda formación. Este es el básico cometido de la educación en general, y de la educación familiar en particular: crear verdaderos hombres y verdaderas mujeres de recia y definida personalidad.
Si consideramos la finalidad de ambas funciones, hemos de decir sumariamente que la orientación profesional es una función escolástica con una finalidad estrictamente social; que se contrapone netamente la selección profesional, que es una función típicamente industrial, con fines de productividad.
Al estudiante lo que le interesa saber con claridad son dos cosas: el significado preciso de estos vocablos, y quién es el que sabe, debe y quiere hacer ambas cosas.
A) La Orientación profesional indaga la capacidad resultante de las aptitudes de un individuo, para indicarle en qué profesión tiene mayores probabilidades de éxito.
B) La Selección profesional verifica si el candidato para un puesto solicitado (o solicitado para un puesto) posee las aptitudes requeridas para desempeñarlo.
Selección y Orientación, por tanto, son dos objetivos de una idéntica finalidad, designar a cada uno la actividad que mejor se armoniza con la propia capacidad; solamente que, mientras la orientación parte del individuo y le indica la profesión que más le conviene (y por lo tanto el lugar más propio) en la vida social, la selección parte de la profesión para descubrir los individuos que poseen las aptitudes requeridas.
Esta responde a un problema económico: el mejor rendimiento para la empresa. La Orientación, en cambio, resuelve un problema social: mejorar el porvenir profesional de la nación, garantizándole miembros más idóneos para sus distintas funciones.