La competencia intelectual
La competencia intelectual es tanto como la posesión de la ciencia y la sabiduría. Pero como la posesión perfecta es imposible, de ahí la imperiosa necesidad de luchar permanentemente por acrecentar ese patrimonio del espíritu que, en tanto, se entrega a su conquista.
El peligro para la edad madura consiste en acostumbrarse a manejar ese patrimonio universal con espíritu de presunción y excesivamente. El peligro para el joven, cuando logra los primeros contactos con la ciencia y la sabiduría, consiste en amilanarse o replegarse en sí mismo a impulsos de una autocompasión estéril o de un narcisismo ridículo.
Cuando hablamos de ciencia, nos referimos a las ciencias “positivas” o “naturales” que constituyen el elemento mayoritario y prevalente de la educación científica y tecnológica.
Cuando hablamos de sabiduría entendemos, las otras formas del saber humano que son el elemento esencial de la educación humanística, y que no se basan sobre criterios estrictamente cuantitativos, ni sobre métodos formales o matemáticos.
Tanto la educación científica y tecnológica, como la educación humanística deben poseer una dosis suficiente de valor informativo y formativo, si se quiere respetar las leyes de la naturaleza intelectual.
Pero la inteligencia humana jamás será devaluada, mucho y menos revelada de su función.
a) Hay factores externos de la competencia intelectual.
– Considerada como formación, los factores externos de capital eficiencia son los maestros, los libros y los amigos que constituyen el ambiente universitario.
– Considerada como formación, normalmente el factor externo de mayor importancia es el libro y la revista profesional o universitaria de seria solvencia científica o humanística. Poco o nada creemos en los Congresos tan generalizados en la actualidad.
b) Pero hay un solo protagonista de la competencia intelectual: la inteligencia. Para lograr un protagonista brillante se necesitan tres cosas: trabajo, esfuerzo y método.
1.-TRABAJO. Porque naturalmente no se da ni la ciencia infunsa, ni la experiencia espontánea. ¡Por algo dicen los ingleses que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra! No se puede perder el contacto con la realidad social, porque el mundo evoluciona vertiginosamente y se nos pierde de vista apenas interrumpimos la curiosidad científica o la vigilancia humanística.
2.- ESFUERZO. Porque el trabajo intelectual, para ser coherente debe ser fundamentalmente estudio disciplinado y abnegado. Nadie aprende nada que valga la pena por el solo talento, si no surge el esfuerzo que realiza síntesis y crea métodos.
Y este esfuerzo tiene que ser sistemático y permanente. Para estudiar y darles a las ideas una fisonomía precisa y definitiva no hay más remedio que escribir, y escribir con seriedad; buscando tercamente su coincidencia con la verdad, con la total exclusión de cualquier otro objetivo y la más intransigente prescindencia de cualquier otra actitud.
3.-MÉTODO. Mencionamos dos puntos respecto a este tema: el orden y el recogimiento.
– El orden. Es la exigencia del análisis y premisa de la síntesis. Se requiere orden en el estudio, lo mismo que en el trabajo profesional. Orden en la distribución del tiempo para la actividad, la comida y el descanso. Orden en las notas y fichas de estudio; con la convicción de que lo que no se anota y ordena, se dispersa y extravía. Y tiene suma importancia un equilibrio estable entre el orden de la inteligencia y el orden de la conciencia.
– El recogimiento. Vivir con intensidad no es lo mismo que vivir vertiginosamente, con ritmo de Rock and Roll.
La libertad espiritual indispensable para pensar, crear y vivir con plenitud de conciencia psicológica y moral sólo se logra cuando se llega a amar el recogimiento y el silencio.
Como relieve metodológico, cuatro pequeñas advertencias:
1.- No existe (a nuestro juicio) mejor manera de pensar que escribiendo.
2.- Es tontería “machetearle” (trabajar intensamente ) demasiado tiempo a una misma materia. Es una ley: “cuando la materia es más difícil, se necesitan más pausas”. El error suele consistir en imaginarse que no se puede descansar si no es saliendo a tomar el aire a Chapultepec, o yendo a un concierto o a una partida de naipes.
3.- Cuando la “actividad” es la fastidia (escribir, leer, pensar) bastará un simple cambio de actividad o de materia para un provechoso descanso.
4.- No existe ningún método fácil para las cosas difíciles; y entre las cosas más difíciles ha estado y estará siempre el estudio y la cultura.
Para terminar, mencionaremos algunas consecuencias que se desprenden de las anteriores consideraciones:
– En la ley universal que nos obliga a todos indistintamente a “ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente”, el profesionista contrae, como obligación esencial y primordial, la de trabajar con la inteligencia: el estudio.
– La dignidad profesional obliga a buscar incansablemente el mejoramiento y perfección de los sistemas aprendidos en la universidad.
– Es gravemente incompatible con la seriedad y jerarquía profesional el no desechar sistemas insuficientes e inefectivos, y sobre todo, defender los por pura pereza mental y rutina.
– La dignidad de la profesión exige que un titulado universitario no se convierta en burócrata, trabajando rutinariamente para ganarse unos pesos; sino “como en cosa propia”, mejorando eficiencia, servicios, productos y ganancias.
Si una empresa gana más, lógicamente debe pagar más. Y si el bien común sale beneficiado, normalmente también saldrán beneficiados haciendo y la buena reputación del profesionista. Humanamente a esto se le llama éxito profesional.