La competencia moral
La competencia moral en un profesionista no puede limitarse al orden de sus conocimientos; es indispensable que la inteligencia ponga en juego a la voluntad, para que la actividad profesional ofrezca todas las garantías que requiere el bien común y la dignidad profesional.
La única garantía real que puede ofrecer, tanto la inteligencia como la voluntad profesional, es la virtud profesional.
Teniendo en cuenta el carácter eminentemente práctico de estas lecciones, advertimos:
1.- Lo que interesa fundamentalmente es toda actitud moral es la “adhesión habitual al bien que ha llegado a convertirse en segunda naturaleza”, de tal suerte que, en definitiva, un hombre no es moral ni virtuoso por ser casto, moderado o justo, sino por estar dominado por el bien en toda su amplitud subjetiva y objetiva.
2.- El bien no tiene como realidad no como medida personalidad. El día que desconectáramos la conciencia de la verdad objetiva, no nos quedaría más que utilitarismo. Nos lanzaríamos a vivir “de la mejor manera” es la carrera de las ganancias y de los honores.
3.- Así la eficiencia técnica, sin virtud, se convierte en un virus destructivo del fisiologismo social; ya que la técnica solamente es capaz de garantiza que no conspirará contra el bien común, si está administrada por la virtud.
4.- La competencia Moral, aunque definitivamente implique la existencia de la virtud en el profesionista, se manifiesta por una doble sensibilidad:
– En la vida especulativa: la espontánea y violenta expulsión hacia el siniestro primado de lo cuantitativo y estadístico, hacia el envilecimiento de las conciencias y perversión del gusto, y hacia la rutina y burocratización profesional.
– En la vida social: La urgente necesidad de reivindicar entre las clases populares y humildes el prestigio de la profesión. Porque no se necesita una perspicacia extraordinaria para descubrir el hecho y el derecho de esas gentes.
El hecho es que no “han mejorado gran cosa de los a vances de la técnica, ni ha mejorado sensiblemente en su pobre nivel de vida”.
El derecho es la desconfianza o el escepticismo, por no haber logrado saborear jamás los frutos de la misión tutelar y redentora de los profesionistas, ni de la teórica preocupación de los intelectuales.
La profesión es esencialmente relación y servicio; por lo que automáticamente se convierte en la “socialitas” latina, que podríamos traducir por sociedad, o por sociabilidad, si no estuviera tan desacreditada la palabreja.
La actividad profesional está constituida por actos que son esencialmente transitivos; esto es: que no pueden limitarse al individuo que los emite, sino que deben terminar en otro que los recibe. De aquí que las virtudes profesionales por excelencia, son también las virtudes sociales por excelencia: la justicia y la caridad.
A) La justicia. Dejando intacta la definición de un piano (voluntad perpetua y constante de dar a cada uno lo suyo), y la triple división tradicional (conmutativa, distributiva y legal), subrayamos el aspecto social de esta última y advertimos:
1.- Que hay varias virtudes que le son subyacentes o anexas: la piedad, la gratitud, veracidad, afabilidad, liberalidad, equidad, etcétera.
2.- El deber de justicia se contrae desde el momento en que se recibe el título profesional, que así se convierte en un contrato entre el profesionista y el Poder Público, el profesionista y la universidad, el profesionista y la clientela.
3.- La Justicia tiene carácter reduplicativo de Justicia Social en el profesionista universitario, precisamente por la universidad de la que provienen.
B) La caridad. Es la dinámica social en su más auténtico sentido. Mientras que la justicia promueve el orden, ligando o restituyendo cada cosa en su lugar y con su dueño, prácticamente está separando a las personas pero la caridad pone en circulación la generosidad de las almas, haciendo que las personas se enajenen a sí mismas en beneficio de los demás.
– La justicia tiene que respetar los desniveles naturales, dejando a cada uno lo suyo. Cede todo, siempre que se trate de algo ajeno.
– La caridad sólo descansa, cuando se ha hecho todo lo posible por equilibrar los niveles humanos con la aportación de los propios bienes y d e la propia persona.
– La caridad obliga particularmente a los profesionistas:
– Con sus colegas y superiores.
– Con sus colaboradores. Especialmente para con aquellos que, por ser más eficientes, suelen pasar más desapercibidos.
– Con los pobres. Jamás dejarán de existir los pobres en el mundo, bajo la triple manifestación de pobreza intelectual, pobreza moral , y física. Es el sector humano en el cual un profesionista está más cerca edatropellar la justicia, cuando se descuida la caridad.