Ritmos de aprendizaje diversos
El respeto implica reconocer las diferencias en los ritmos de aprendizaje de los niños, derivadas de sus propias características y capacidades; interviniendo en forma diferenciada para lograr su atención. Diferenciar significa romper con la enseñanza de brindar lo mismo para todos y sustituirla por una organización del trabajo y uso de recursos didácticos que coloquen a cada niño en una situación cercana a lo óptimo, para que pueda aprender.
No se trata de que el aula se convierta en el entorno de relaciones duales donde el docente, durante toda la jornada, se encargue de aplicar actividades de aprendizaje para cada alumno; desde luego que no sería posible, si consideramos aulas con grupos numerosos o multigrados, además de que no es lo deseable.
Se trata de organizar el trabajo en forma distinta, por ejemplo: diseñar secuencias de situaciones de aprendizaje, en donde se combine el trabajo en equipos reducidos e intervención individual, proponer la organización de talleres en donde los niños circulan entre tareas distintas, o bien, proyectos en torno a un tema transversal en el que se posibilita la participación diferenciada, entre otras.
Se pretende también fomentar en los alumnos el deseo y el placer de aprender; sólo se puede tener el deseo de saber, cuando se imaginan esos conocimientos y sus usos. Un niño de cuatro años no entiende, desde una perspectiva cognitiva, lo que significa leer, pero ya tiene una representación de la lectura y de los poderes que brinda a través de sus experiencias gratas con ella. La habilidad del docente para el diseño de actividades significativas, interesantes y lúdicas, juega un papel importante para despertar el deseo y el placer por aprender entre la diversidad de sus alumnos.
De acuerdo con el conocimiento que se tenga del desarrollo social, motriz, cognitivo y de lenguaje de los niños, contrastado con las características que muestren en estas áreas sus alumnos, el docente tendrá elementos para plantearse altas expectativas de cada uno de ellos y compartirlas en forma clara y sencilla; reforzando su identidad personal y responsabilizándolo a la vez de sus aprendizajes, desde luego con el apoyo de su intervención.
En contraste es imprescindible evitar que se limiten las posibilidades de aprendizaje del niño al estigmatizarlo como alumno “irrecuperable”, “torpe”, “atrasado”, “sin expectativa” o “latoso”. La construcción de ambiente de calidad y el número de oportunidades para el aprendizaje, aunado al fortalecimiento de las capacidades innatas del niño; es lo que posibilita el progreso en sus avances y logros.
Fuente: Guía para la Educadora Preescolar SEP