La Misión y visión en instituciones educativas

Introducción

Estos conceptos apuntan a una dirección definida: la planificación estratégica en Educación, no obstante no es el único campo de aplicación, una Misión es el magno título de cualquier proyecto colectivo, es un indicador de direccionalidad insoslayable para evitar navegaciones históricas al garete. El concepto Misión proviene de las raíces latinas: “Mitto, ttere”, cuya raíz es “mit” significa mover, remover, dar vueltas, enviar, despachar, mandar; y en su concreción el término “Missio, onis”, acción de enviar, encargo.

Como podemos apreciar a simple vista, la etimología permite una veloz acción epistémica: Misión es un encargo histórico realizable, se trata de un “hacia” y de un “hacer”, su contenido lleva implícito una dirección y una acción.

La misión

Una misión determinada, puede tener un alcanzativo a corto, mediano o largo plazo; sus dimensiones pueden tener una micro o macro pretensión, sus variables en tiempo y espacio son polifacéticas, pero su rango de misión viene dado por el poder posibilitador de realizarla, si se sale de este marco se transforma en la utópica visión, que es otra cosa.

La Misión de una Institución de Educación es un plan programático e histórico realizable, realista, completo y útil, que fija los horizontes y espacios de su capacidad intelectual y operativa; de la misión emergen los fines y objetivos, los planes y proyectos, y todas las estrategias; la misión es el génesis del devenir institucional.

Se trata de una “matrix”, de un principio y fundamento, de la filosofía institucional, que se debe cristalizar y materializar en la historia; deducimos ante todo que la misión debe ser histórica.

La misión tiene principio y fin, su “alfa y omega”, debe surgir -en el caso de las instituciones educativas- desde la perspectiva participativa, una misión pensada por uno o una, la tendrá que realizar uno mismo o una misma; o sea, es un proyecto colectivo, porque surge de la misma necesidad social del grupo que la exige para caminar hacia. Si ya definimos que su principio tiene lo grupal o colectivo como sui generis, su fin será la realización del proyecto contenido, mediante una verificación y evaluación continua, por medio de planes y proyectos estratégicos que marquen la pauta. Esto supone que la misión exige un “camino” y unos “instrumentos” para caminar por rumbos concretos. Lograr tal misión supondrá, entre otras cosas: establecer estrategias y políticas, objetivos generales y específicos, programas y proyectos, etc.

Cuando pensamos en la realización de la misión, hay que superar varios obstáculos que intervengan en su perfil diáfano, evitando los contenidos tácitos; por ejemplo, si hablamos de Universidad se supone que es una Institución de Educación Superior, una Institución Educativa, una Institución dedicada a la educación, etc.;superando estas redundancias y otras por el estilo, la misión debe contener un propósito definido “al grano”; debe obviar los aspectos idealistas que no se realizarán, esos se dejan para la visión como ya se apuntó; así la elaboración debe pensarse en una “tensión creativa” entre dos puntos como lo afirma el Dr. Everett Egginton, es decir dialéctica; debe evitar también la utilización de términos “elegantes y etéreos”, logrando una definición más bien clara y concreta superando las buenas y legítimas intenciones.

Por último la misión no debe aislarse de la realidad, es decir, el contexto es determinante como fuente de lo existente y como contraste pragmático frente a las posibilidades institucionales, se trata de un enfrentamiento entre el poder posibilitador de la realidad y las posibilidades generadas por éste para la institución.

La visión

La visión de una Institución tiene que estar articulando lo que se es y lo que se quiere ser; ciertamente las misiones que definen a las instituciones educativas no son un reflejo mimético de lo que se es, hay algo de “mentirillas” en el famoso “transformar la sociedad”, pero en fin hay algo de verdad, algo se hace, aunque sea poco; y aquí articula la visión desde lo que se es hasta lo que se quiere ser; retomando el ejemplo de Galeano, el establecer la visión nos mantiene caminando hacia ella; se trata de algo casi “escatológico”, el “ya-si-pero-todavía-no” de los cristianos, es un “telos” o “agathon” que nos marca el punto de llegada, al cual nunca vamos a llegar, pero siempre nos mantendrá en camino.

La “visión” que utilizamos aquí, es la de “visionario”, concepto que nos permite desde la misión, trazar una perspectiva hacia el futuro; pero nos queda una pregunta ¿será necesaria una visión, cuando la misión ya nos indica el rumbo?, ¿Exigen una visión los criterios de evaluación?. Aparentemente la respuesta es no, pero si superamos las apariencias encontraremos que la visión está de forma tácita en todos aquellos que pretendemos una Institución cada día mejor.

La misión evoca al tiempo “es” presente, la visión evoca al tiempo “ser” infinitivo, tan siquiera futuro, sino que se disipa en lo infinito, en el lugar que no existe, en la utopía. Soslayar la visión es mutilar las esperanzas, o bien ubicarlas en el lugar inadecuado; sin visión se podrá correr el riesgo de un corto plazo, desplazando las posibilidades futuras del largo plazo; la visión es un asunto fiducial, -si a los cristianos y cristianas les fulminaran la resurrección comenzarían a ser heideggerianos “seres para la muerte”- si obviamos el más allá de la Institución, el talante metafísico, nada nos motivará para mejorar. Necesitamos por estas y otras razones una visión, una utopía, un faro de referencia que ilumine el gris del presente.

Fuente: Diccionario Enciclopédico de Ciencias de la Educación