Al observar errores de los niños durante un proceso determinado, se recomienda que el docente se interese en ellos para aprovecharlos como una fuente de aprendizaje de su enseñanza; y aceptarlos como etapas del esfuerzo de cada alumno por comprender y aplicar sus conocimientos.
Es deseable que el maestro antes de combatirlos los comprenda y ayude a los niños a tomar conciencia de los mismos e identificar su origen y superarlos; bajo un entorno de confianza y afectividad, le puede preguntar, por ejemplo: ¿cómo lo resolviste? ¿por qué escogiste esa forma? ¿te sirvió, funcionó? ¿por qué? ¿qué otra solución puedes proponer?
Las aportaciones de los niños nos llevan a designar tiempos y espacios para la palabra, para escuchar lo que puedan compartir; sin descalificar, acallar o rechazar en forma inmediata.
Fuente: Guía para la Educadora Preescolar SEP