Educación obligatoria versus educación voluntaria

¿Se puede obligar a un niño a jugar? La respuesta es clara. Los niños juegan únicamente cuando sienten deseos de jugar. Del mismo modo, el docente no puede obligar a un alumno a aprender de forma activa al menos que el alumno desee hacerlo.

Aún así, el sistema educativo puede –y de hecho lo hace– enseñar ciertas materias a los alumnos y que éstos las aprendan, a pesar de su reticencia, de forma más o menos efectiva de acuerdo a las normas establecidas por las pruebas de evaluación. Y, entonces, ¿cuál es el problema?

El problema del aprendizaje obligatorio (esto es, pasivo) es que si bien los alumnos incorporan cierta información específica, la mayoría de las veces no logran aplicarla a ninguna situación externa más allá de las respuestas correctas en las evaluaciones.

Es muy común que un alumno no pueda relacionar un trozo de información nuevo con otra información aprendida anteriormente, sobre todo si se trata de materias distintas.

El resultado es un alumnado incapaz de conectar el conocimiento nuevo con el viejo y de ubicar el conocimiento en un contexto global, por ejemplo, trasladar un concepto matemático al campo de la ciencia para comprender mejor las leyes de la física y la química, o valerse de los conocimientos químicos para comprender la biología de una célula.

Más difícil aún es aplicar estos conocimientos a los obstáculos de la vida diaria más allá de los muros de la institución.

El sistema educativo sólo podrá obtener resultados positivos si se combina con una motivación interna de parte de los alumnos y un deseo de aprender, en otras palabras, cuando el desarrollo de una ha-bilidad particular es impulsado por una genuina curiosidad o por un motivo pragmático (como cuando se busca una pista para desentrañar una adivinanza o un misterio).

O sea que volvemos a enfrentarnos a la misma vieja pregunta: ¿es posible que los docentes cumplan su papel sin obligar ni amenazar a sus alumnos, sino despertando su curiosidad o tentándolos a embarcarse en un modelo de aprendizaje activo, que surja de su propia motivación? De ser así, ¿cómo lograrlo?

Creemos fervorosamente que las TIC podrían ayudar a zanjar esta brecha. Pero para ello es preciso recordar que los alumnos suelen desear comprender el contenido de una materia o aprender las bases metodológicas de la llamada “educación tradicional”. Fuente: Libro de las Tecnologías de la información y la comunicación en la enseñanza de la UNESCO.