La jerarquía clásica del aprendizaje y la responsabilidad personal

En la Edad Media, el conocimiento consistía en una serie de mandamientos divinos que el maestro transmitía al aprendiz, y que éste estaba obligado a absorber de forma sumisa y obediente. Más tarde, la madre naturaleza y sus leyes naturales desplazaron las leyes divinas y el deber del maestro pasó a ser el de transmitir a sus alumnos los conocimientos descubiertos por los científicos, quienes se encargarían de guiar a la raza humana hacia la luz del progreso.

Hasta hace no mucho tiempo, aún se consideraban como verdades absolutas tres preceptos que datan de la época de Sócrates y más tar-de, de Descartes:

1. Las habilidades simples, que requieren menos capacidad de comprensión, son las más fáciles de aprender y, por lo tanto, las más adecuadas para enseñar a niños pequeños o a personas con menor capacidad intelectual.

2. Existe una jerarquía en cuanto a las habilidades, que va de la más simple a la más compleja, y que se condice con una jerarquía de la comprensión, que va de menor comprensión hasta la comprensión elevada de los conceptos abstractos. Para poder ascender al siguiente nivel jerárquico es necesario dominar el anterior.

3. Existe un camino progresivo hacia la madurez que debe ser respetado: los niños pequeños o los retardados no pueden aprender conceptos abstractos por lo que debe enseñárseles habilidades y trozos de información simples que con el tiempo ellos irán combinando hasta crear conceptos más complejos.

De acuerdo a este sistema educativo, el aprendizaje parecería consistir en agentes mentales que deben cumplir, cada uno de ellos, una única función básica. Esta organización jerárquica es como un árbol con un agente en cada rama; de acuerdo a este sistema, un agente es responsable únicamente de los agentes que se encuentran en las ramas que nacen de la suya.

De este modo, la tarea de cada agente consiste simplemente en esperar las instrucciones provenientes de su superior, sin prestar atención a lo que proviene de sus agentes subordinados. Metafóricamente hablando, estos agentes constituyen una especie de máquina creada con el propósito de manufacturar un producto o conjunto de productos específicos.

No dudamos que existan ciertas habilidades que podrían enseñarse y aprenderse de forma desconectada y siguiendo un estricto orden de pasos. Pero la verdad es que la gran lección que nos ha dado el siglo XXI es que, en esta época de cambios acelerados y constantes, ningún científico, político o autoridad religiosa se siente lo suficientemente seguro como para tomar decisiones de alcance mundial ni para aconsejarnos con certeza sobre aspectos de nuestra vida cotidiana.

El futuro de la humanidad depende, más que nada, de las decisiones tomadas por cada conciencia y por cada individuo de forma responsable. Ya ha quedado demostrado que los métodos de nuestro sistema educativo tradicional no son lo suficientemente buenos. Debemos esforzarnos no tanto por adaptarnos al mundo tal cual es sino por crear un mundo diferente.

El sistema educativo del siglo XXI debe estar orientado a crear las condiciones necesarias para que los alumnos puedan aprender libremente en colaboración con sus docentes, padres, compañeros de clase y la comunidad local y mundial. En este sentido, el uso de las TIC se vuelve imperativo para llevar a cabo esta tarea con éxito. Fuente: Libro de las Tecnologías de la información y la comunicación en la enseñanza de la UNESCO.