Los orígenes del aprendizaje no industrializado
El síndrome de la educación mecánica e industrializada aún se hace sentir en muchas áreas de la educación, especialmente en lo que respecta al personal administrativo. La asociación del sistema educativo al concepto de una fábrica que funciona a la perfección, con sus cintas transportadoras y los trabajadores en cadena, suele hacernos olvidar que la educación es (o al menos debería ser) una entidad con vida propia, una sociedad en miniatura, una comunidad de aprendizaje compuesta de algunos adultos, pero mayormente de niños que comparten una amplia variedad de necesidades, esperanzas, obligaciones y responsabilidades.
En palabras de Seymour Papert, quien mejor que nadie nos ha ayudado a comprender el extenso potencial educativo de las computadoras:
La institución de enseñanza tradicional, con sus lecciones diarias, su plan de estudios preestablecido y sus evaluaciones que deben ceñirse a ciertas normas… reduce el aprendizaje a una serie de actos técnicos y el papel del docente al de un técnico especializado. Afortunadamente, no siempre lo logra, ya que los docentes se resisten a ese papel de técnicos y crean relaciones cálidas y humanas dentro del salón de clase.
Pero lo que permite pensar que existe un potencial de cambio es que el docente suele sentirse atrapado entre dos polos opuestos: por un lado la institución, que intenta convertir al docente en un técnico, y por el otro, el sentido de individualidad de todo ser humano, que se resiente y se resiste a ello, a pesar de que la mayoría de las veces ya se ha incorporado elconcepto institucional de la enseñanza.
Como consecuencia, la mayoría de los docentes se ubican en algún lugar en la larga gama de grises que va de ser un mero técnico a ser “lo que yo me atrevería a describir como un buen docente”.
El aspecto central del cambio es esta tensión entre ser un mero técnico y un verdadero educador, y es en este sentido que el docente cumple un papel fundamental.
Hace mucho tiempo, desde la invención de la prensa, que no nos enfrentábamos a un avance tecnológico que tuviera tanto potencial para “tecnificar” la educación en el sentido arriba descrito. Pero también hay otro aspecto: paradójicamente, esta misma tecnología tiene también el potencial de destecnificar la educación.
Si esto sucediera, se trataría de un cambio mucho más grande y espectacular que la simple aparición de una computadora sobre el escritorio de cada alumno, computadora que sin duda estaría programada para guiar al alumno por los contenidos del mismo viejo plan de estudios.
No nos detengamos a disertar sobre cuál de estos cambios es de mayor alcance. Lo importante es tomar conciencia de que el punto central, en lo que refiere al futuro de la educación, es si la tecnología contribuirá a destruir o a favorecer esa “tecnificación” que se ha convertido en el modelo teórico, y en gran medida real, de la educación actual. (Papert, 1993)
De hecho, la educación obligatoria e institucionalizada se convirtió en una máquina (un sistema mecánico de producción) que convertía a los alumnos en productos, todos ellos con un mismo programa interno que les serviría de por vida. O sea que las instituciones educativas se convirtieron en un modelo de la mecanización que estaba tomando lugar en la sociedad.
Incluso hoy sigue siendo común la fragmentación del trabajo manual y la división compartimentada de las especializaciones. Este círculo (o círculo vicioso), que se retroalimentaba continuamente, alcanzó su clímax a mediados del siglo XX.
A comienzos del nuevo milenio este modelo llegó a una encrucijada. Para salir de él creemos que el sistema educativo debe transformarse, dejar de ser una máquina de enseñanza para convertirse en una organización para el aprendizaje que ponga más énfasis en la experimentación creativa y no tanto en los planes de estudio o en una lista de parámetros preestablecidos. Fuente: Libro de las Tecnologías de la información y la comunicación en la enseñanza de la UNESCO.