Una educación que contemple tanto la inteligencia sensorial como la simbólica

Existe un consenso general de que no alcanza con que los alumnos comprendan y aprendan información fragmentada. Los alumnos deben comprender también el contexto, las implicaciones y la gestáltica de los temas que se tratan en el salón de clase. El entorno objetivo y muchas veces estéril de las instituciones educativas actuales suelen inhibir el aprendizaje.

Es difícil que los alumnos aprendan si tienen sentimientos negativos hacia el docente, los compañeros, el trabajo de clase, o si tienen problemas personales. El modelo tradicional debe reemplazarse por un entorno rico, estimulante, comprensivo y cálido. Sylvia Farnham-Diggory lo expresa de la siguiente manera:

Tanto los niños como los adultos adquieren los conocimientos mediante una participación activa en entornos holísticos, complejos y significativos, que apunten a alcanzar ciertos objetivos a largo plazo. La enseñanza de información fragmentada genera dificultades para retener la información, falta de atención y una actitud pasiva.

Los programas educativos actuales no podrían haber sido mejor diseñados para obstaculizar el proceso de aprendizaje natural del niño. (Farnham-Diggory, 1990)

Como todos los educadores saben, los mismos alumnos que fueron catalogados como estudiantes lentos o con bajo rendimiento, suelen convertirse en individuos brillantes y habilidosos cuando se encuentran en una situación que les resulta interesante o que les plantea un desafío.

Estos alumnos, que presentan cierta dificultad para aprender en un contexto de clase, son muy talentosos al momento de hacer, arreglar u operar objetos tangibles: implementos eléctricos, bicicletas, motores, circuitos electrónicos, dispositivos mecánicos complejos, videograbadoras, e incluso objetos imaginarios. Estos niños suelen tener una inteligencia simbólica menos desarrollada, la cual es el centro de atención de la educación tradicional.

Por otra parte, el sistema educativo tradicional se concentra principalmente en aquellas cosas que el alumno con bajo rendimiento no puede hacer, y pasa por alto su inteligencia sensorial y su talento en otras áreas. Por esta razón, estos alumnos son catalogados rápida-mente como “rendimiento no satisfactorio” o “puede y debe rendir más”.

Un docente ideal contemplaría en igual medida la inteligencia simbólica y la sensorial e intentaría lograr que ambas pudieran colaborar de forma productiva en el contexto de la clase. Por ejemplo, una computadora con lenguaje Logo y con extensiones LEGO permite que los alumnos construyan un sistema a partir de bloques tangibles, utilizando las manos al igual que la capacidad de pensar teóricamente, esto es en forma de expresiones simbólicas que aparecen representadas en la pantalla.

Cuando un docente impulsa a sus alumnos a reflexionar sobre las semejanzas y las diferencias que encontraron al trabajar con diversos materiales, modalidades sensoriales y tipos de descripciones, los está ayudando a tender puentes mentales entre el conocimiento en acción y el conocimiento simbólico.

De esta forma, salen a la luz aspectos del trabajo práctico anteriormente ocultos. Los niños que crean tanto en el mundo real como en el mundo virtual pronto comienzan a notar las semejanzas entre ambos sistemas. Al explicitar estas semejanzas, los alumnos descubren y comprenden mejor los principios básicos de los sistemas de trabajo. (Resnick, 1997). Fuente: Libro de las Tecnologías de la información y la comunicación en la enseñanza de la UNESCO.