Transformaciones en la familia
Los cambios en la familia y en los procesos de socialización de las nuevas generaciones se traducen en permanentes desafíos y desajustes para una escuela que recibe niños y jóvenes cada vez más diferenciados en sus formas de actuar y de pensar; con diferentes grados de apoyo y seguimiento por parte de sus padres y que finalmente cuentan con un capital cultural muy diferenciado a los efectos de desarrollar las competencias que la escuela propone formar.
La “ilusión” de los grupos homogéneos es una vieja ficción de la formación normalista; ficción porque solo existió en el imaginario de los/as docentes. La realidad siempre fue diversa: desde los “gringuitos” inmigrantes hasta los “rusitos” que tenían que aprender el idioma, pasando por los “cabecitas negras” (cuando las clases populares acceden masivamente a la escolarización y llegan a niveles educativos de nivel universitario con una Universidad propia).
Esta idea de uniformidad, que los maestros asumían respecto de sus niños, es casi la misma percepción que tenían y tienen sobre su propia homogeneidad: una suerte de percepción de status superior al de sus grupos de alumnos (fundada en arraigados prejuicios de clase media).
Situación que hace más dificultosa la comprensión de los cambios devenidos en las familias, los cuales son vistos como fenómenos extraños (aun cuando las familias de esos mismos docentes atraviesen las transformaciones observadas en sus alumnos).
Difícilmente se cuestionaba la socialización familiar que traían los niños, fuertemente influenciada por la presencia del padre y la madre, con una base de valores éticos similar y/ o compartida por la escuela. Los casos excepcionales, que hoy siguen siendo visto como tales, aunque las estadísticas y las evidencias demuestren que son la regla y no la excepción, son tratados como fenómenos y a ello se atribuyen casi todas las dificultades de aprendizaje de ciertos grupos de niños “en riesgo” social y educativo.
Cuando el niño llegaba a la escuela reconocía al maestro como otro agente socializador, que lo incorporaría progresiva y gradualmente al mundo de los conocimientos escolares, al mundo de los adultos, a su historia, geografía y deberes cívicos.
La socialización familiar se continuaba naturalmente en la escuela, donde se articulaban la autoridad y los valores familiares. El niño es así apropiado por la sociedad en dos categorías: primero como hijo (por parte de la familia) y luego como alumno (por parte de la escuela). La infancia transcurría entre esas dos agencias socializadoras, en un visón que simplificaba la realidad social de muchos niños que tuvieron su infancia negada, sin familia y sin escuela.
En la actualidad, la vida familiar se ha modificado profundamente y esto afecta también a las instituciones que son parte del entorno (sin contar las funciones que dichas instituciones desempeñan). Desde la década del ´60, la mujer comienza a incorporarse al mercado del trabajo de un modo permanente, sobre todo en los sectores medios profesionales y en los sectores de pobreza. Las tareas de crianza y cuidado de los niños, la preparación de alimentos, el cuidado del hogar, tradicionalmente asignadas a la mujer, ahora son cumplidos por otros miembros de la familia.
El papel de hombre como proveedor y jefe de hogar también se modificó. En el caso de los niños pequeños, las tareas de control y transmisión de normas de comportamiento, las formas culturales de ingresar a las pautas de convivencia social se delegan en otras personas que no son integrantes de la familia. Fuente: Libro de grandes temas para los más pequeños de la OMEP