Socialización y escuela
La experiencia escolar, tal como la conocemos hoy en nuestros países, parte de la idea de un niño que ha atravesado por etapas de socialización primaria en el seno de su familia; familia que a su vez está en condiciones de ofrecerle una serie de pautas de conducta como normas de referencia, valores y actitudes.
Esta descripción está referida a la distinción clásica de las fases principales de socialización: la socialización primaria y la socialización secundaria.
Este conjunto de predisposiciones, que se supone fueron desarrolladas en el seno de las familias, requiere de tiempo y no se producen de manera instantánea. El tiempo que los niños puedan estar en ambientes estimuladores, con adultos que se responsabilizan del cuidado y acompañamiento de los procesos de crianza y desarrollo integral infantil, es un factor que opera en la relación entre el origen social y el acceso al capital cultural necesario para acceder a la escuela.
Las familias les transfieren a sus hijos aquellos recursos sociales que promueven su desarrollo, al mismo tiempo que funcionan como barrera ante las acciones negativas que desde afuera pueden afectarlos. Pero el poder de protección de estas barreras se va debilitando a medida que el niño inicia el proceso de socialización en otras agencias.
Las dos características más importantes de la socialización primaria son la carga afectivacon la cual se transmiten sus contenidos y la identificación absoluta con el mundo tal como la presentan los adultos. Sin embargo, estas características no son universales ni permanecen estáticas.
Los cambios que se aprecian en la estructura de las familias están afectando significativamente su función socializadora. En nuestros países, donde se han dado fenómenos de pobreza creciente y en lo cuales las mujeres se han constituido en gran mayoría como jefas de hogar, se modifican las relaciones de género en el seno de la familia y consecuentemente las figuras parentales de referencia.
En la familia tradicional, los vínculos de conyugabilidad y filiación eran indisolubles. Hoy el cambio fundamental es la disociación entre estos dos vínculos y las nuevas identificaciones necesarias para el sostenimiento de una red de relaciones dinámicas que privilegian más que una visión única del mundo, transmitida de generación en generación la construcción de la identidad personal.
El esquema familiar tradicional pierde vigencia en la actualidad no sólo por un proceso modernizador caracterizado por la emancipación femenina y la redefinición de roles dentro de la familia, sino también por las crisis sociales que la hacían posible. Además de un cambio en la composición de las familias, se advierte una permanente redefinición de los roles de sus miembros.
Los factores que modificaron esta asignación de responsabilidades fueron las conquistas de los derechos de las mujeres y los niños. Este avance en el enfoque de derechos debilita las pautas de dominación por género y por edad que encontramos en la familia tradicional.
El proceso de debilitamiento de los mecanismos de integración social, que se expresan en la crisis del mercado de trabajo, golpea muy fuerte en la capacidad de las familias de lograr estabilidad y bienestar necesarios para ofrecer a sus niños. Las familias se encuentran solas, carentes de recursos y activos socialmente construidos.
Las concepciones contemporáneas sobre la socialización confrontan con la visión clásica que sostenía un proceso gradual de incorporación del niño al mundo, a sus pautas y valores como construcción dada y acabada.
Las representaciones de familia como agencia socializadora primaria, que la escuela consideraba como prerrequisito para la escolarización de los niños, no se corresponden con la realidad de las familias de hoy. Cada vez es menor la proporción de niños que viven con sus dos padres y se han incrementado las tasas de divorcios y la proporción de hogares monoparentales.
Además se ha producido una modificación en las tasas de natalidad de los sectores medios de la población (el bono demográfico mencionado por Otonne) que obedece a múltiples razones, entre ellas la mayor cantidad de años de escolaridad, las pautas de consumo y la competitividad en el mercado laboral.
En consecuencia, son los sectores más pobres los que mantienen sus tasas de natalidad y determinan la reproducción de la población. Ésta son las familias que aportan mayor cantidad de niños a los procesos de escolarización, con capitales culturales y lingüísticos muy diversos.
La familia tradicional, a través de la presencia y la regulación sistemática y de sanción (según un modelo moral socialmente aceptado) graduaba el acceso del niño al conocimiento de los aspectos más contradictorios, pudorosos o ligados a la intimidad del mundo adulto. Para acceder a esos conocimientos, lenguajes y actitudes, el niño debía contar con el permiso de los padres, a veces con su explicación y finalmente dominar el código escrito de los diarios o revistas que informaban.
Hoy, la familia no puede asumir esta tarea de control ya que los niños están expuestos, de manera simultánea e instantánea, a los medios de comunicación audiovisual. No hay adultos mediadores entre el niño y la televisión, Internet y la realidad virtual. Las condiciones de inestabilidad de los vínculos con el adulto y la modernización familiar, provocó una enorme transformación en las formas de regulación de la información disponible para todos (niños, jóvenes y adultos).
Actualmente tenemos acceso a conocimientos y valoraciones sobre un mundo para el cual los propios adultos no tienen argumentos y valoraciones convincentes (quienes, como signo de los tiempos, aparecen complejos e inciertos).
Los niños pequeños conocen hoy, sin graduación ni mediación ética familiar, el mundo de la sexualidad, la violencia, la muerte. La mayor parte de los niños está construyendo su identidad sobre la base de un conocimiento del mundo sin mediaciones o intencionalidades educativas explícitas.
La globalización de la información también facilita el acceso a conocimientos sobre una amplia diversidad de temas, nuevos territorios geográficos, nuevas culturas, avances tecnológicos y descubrimientos científicos.
Estos niños desarrollan antes y fuera de la escuela su capacidad para aprender, en especial el manejo de los nuevos instrumentos tecnológicos de la era digital, en los que las nuevas generaciones se manejan sin preconceptos, con una plasticidad que reafirma la certeza que la niñez es un período privilegiado para el aprendizaje.
Pero está comprobado que cuanto más años de escolarización se realicen en los niveles previos a la educación básica o primaria (es decir, en la educación inicial, preescolar o parvularia), se mejoran los rendimientos escolares posteriores, en especial en lo grupos de población más desfavorecidos. Aunque también sería importante, a la luz de lo que algunos autores consideran el “vuelco de las instituciones” , analizar con mayor detenimiento que significan hoy los procesos de socialización temprana en establecimientos educativos de niños de familias diversas y por diversas razones (me refiero aquí a los jardines maternales o comunitarios, materno infantiles, que en nuestro país atienden a niños desde los 45 días de vida).
Independientemente de las motivaciones y condiciones de sus familias, el tiempo prolongado de permanencia, la corta edad de los pequeños, las intervenciones en los ámbitos privados de las familias a través de las prácticas de crianza, la intromisión de otros adultos sin lazos biológicos en la intimidad de la vida cotidiana de estos niños, en sus necesidades primarias de alimentación, higiene y descanso, las preguntas deben orientarse hacia cómo se construyen identidades en estos inéditos procesos de socialización. Fuente: Libro de grandes temas para los más pequeños de la OMEP